Sobre los Enredos de Saúl Villa
Durante la quema de la maleza, lo que se extingue asciende por una sola cuerda de humo.
Esto es, lo que se enreda sube de una vez siendo uno, aclara el encargado.
¿Pero no aseguran que ya están planteadas en el reino de lo natural las formas de lo que sucede al interior y entre los hombres?
Entonces, ¿lo que asciende en la quema de la maleza no equivale, pongamos por caso, a ese humo que sube cuando se da fuego a las papeletas en el cónclave?
Y esto se podría enunciar como un problema matemático para escolares, insiste el encargado.
Es decir, las redes por las que lo vegetal se imbrica, ¿no son equiparables a las de intrigas, discusiones y consensos por las que un nombre llega a una tarjeta, un cardenal a soberano?
Luego, qué pinta en todo esto aquel documental francés donde las redes de los pescadores son izadas al sol, al borde de la costa y delante de las casas, para que las viejas las vengan a desenredar.
¿Esa luz de la Riviera en las tardes de verano tiene algo que ver con la que da cuenta de que es maleza lo que se consume?
Y escribir “sería lo mismo”, “son equiparables” o “equivale”, ¿en qué se diferencia?, ¿en la manera en la que sube el humo como una sola cuerda en el asunto natural, o se desparrama, a través del sombrerete de la chimenea, en el que tiene lugar entre los hombres?
Pero hablar de lo que se incendia, en todo caso, ¿no es aludir a un momento posterior?, puesto que lo que aquí se muestra son las junturas por las que lo vegetal se imbrica.
Un pajar, la maleza, lianas secas, las formas de nombrar son también posterior a lo que se entrelaza, aclara el encargado.
Y, pese a la evidencia, la mente conduce otra vez a esa tarde calurosa en que una chispa acomete y los campos se inundan de fuego.
Por aproximación, también se podrían mencionar alambradas, conexiones entre neuronas y hasta el pedazo de carne que, cuando atraviesa la espiral afilada de la máquina de moler, se transforma en figuras tubulares.
Incluso, esa herrumbre que asoma apenas devorada por lo seco y que, si forzamos la analogía, recuerda el metal tiznado de la chimenea de la capilla por donde, como señal de que un ritual se ha consumado, debe salir el humo blanco.
¿No es convertir todo esto en un juego de correspondencias como un pretexto para rodear lo inabordable, lo que no se puede desentrañar?
Como el que, ante las tonalidades y el ritmo en que prenden los campos, pregunta en voz alta: ¿y de qué trata la partitura?
Como explicar en qué se diferencia un pintor abstracto de las cosas naturales de un pintor de naturaleza abstracta, añade el encargado.
Y qué derecho tiene a decir de las formas puras uno que, para encontrar su brillo, ha debido filtrar las pepitas de entre las piedras en los lavaderos del oro.
No en este paisaje versionado una y otra vez hasta que se termina despojando de sus accidentes, como parte acaso de un llamado a reparar en lo que algunos llaman el diseño.
Patrones, un molde, nudo gordiano, la creación, fumata blanca…
Quizá se trata a secas de un material sobre el que se despliega una materialidad, el encargado interrumpe.




* Este texto acompaña a la exposición Enredos, del artista mexicano Saúl Villa, que se puede ver durante este noviembre en el Salón Gallos, de Mérida, Yucatán.