LA HABANA, Cuba.- La semana pasada falleció en Lawton un vecino muy conocido y estimado por todos. Murió debido a complicaciones de una arbovirosis. Pero este trabajo no tratará sobre eso. Hoy voy a referirme al grotesco fenómeno en que se han convertido los servicios funerarios de la mayor de las Antillas.
Mi vecino murió en el Hospital Miguel Enríquez, popularmente conocido como La Benéfica. Más allá de la dolorosa pérdida, el primer choque para la familia ocurrió cuando el personal encargado de los trámites correspondientes en el centro de salud les informó que en la funeraria no había capacidad para recibir el cuerpo.
Espoleado por la desesperación, uno de sus nietos se aplicó a la tarea de presentarse en el establecimiento fúnebre. Y cuál no fue su sorpresa al llegar y constatar que todas las capillas de la instalación se encontraban totalmente vacías. Lo único que había que hacer era pagar 8.000 pesos moneda nacional “por la izquierda” y listo, ya tenían dónde velar a su abuelo.
En cuanto a limpiar y vestir al fallecido, ya eso fue otra historia. Este sensible paso correspondió enteramente a los familiares, pues no había en el lugar ningún empleado a cargo de esa tarea. Tampoco les suministraron utensilios ni materiales con qué hacerlo, sino que tuvieron que pedirles un poco de agua y paños a unos amigos que vivían cerca. Sin embargo, ello no impidió que les cobraran 2.000 pesos por facilitarles un cubículo donde poder medianamente adecentar el cuerpo.
El tercer choque ocurrió a la hora de trasladar al difunto hacia el cementerio. Por descontado, no había carros fúnebres disponibles. Finalmente pudo resolverse, también “por la izquierda”, un panelito que lo llevara por 7.000 pesos. Por cierto, resultó que el “generoso” chofer pretendía hacer su agosto convoyando el viaje con otro occiso, pero se contuvo por las airadas protestas de los dolientes de mi vecino.
Valga subrayar que, de acuerdo con el sitio web Cubatrámite actualizado el 11 de noviembre del 2025, el velatorio y preparación del cadáver, incluyendo el ataúd, son absolutamente gratuitos. Al margen de ello, los servicios necrológicos y funerarios en Cuba, como tantos otros, parecen haber sido engullidos por esa especie de capitalismo ciudadano que desde hace algún tiempo rige el funcionamiento de la Isla en cuanto a prestaciones estatales se refiere, de manera que el sueldo de los empleados públicos debe salir del bolsillo de quien requiera el servicio.
Situaciones como la descrita no ocurren esporádicamente, sino que desde hace un tiempo se han ido haciendo cotidianas. Por desgracia, tampoco es este el único aspecto en el que el triste asunto se pone de manifiesto. Muy por el contrario. Por ejemplo, cuando el deceso ocurre en el domicilio, la ambulancia que debe retirar el cuerpo no tiene para cuándo llegar. Seguramente muchos recordarán el triste caso del querido actor Carlos Massola, cuyos restos mortales no fueron recogidos sino hasta siete horas después de fallecer, o, más recientemente, el de la reconocida actriz Miriam Learra, cuyos familiares denunciaron una espera de más de diez horas.
Esos son únicamente dos casos de figuras públicas, pero igual contingencia han denunciado en las redes decenas de ciudadanos, y es de suponer que les haya ocurrido a otros tantos que no llegan al ciberespacio. La ausencia de carros fúnebres, por su parte, también ha sido denunciada en más de una ocasión por dolientes y activistas, especialmente en zonas rurales, donde tras horas de inútil espera no pocos difuntos han tenido que emprender su postrer recorrido en vehículos alternativos precaria y apresuradamente adaptados para ese propósito, en carretones de caballos, incluso en carretillas. Y no han faltado quienes han tenido que ser trasladados a hombros de familiares o vecinos.
La parálisis del sistema se evidencia asimismo en el ruinoso estado de las necrópolis del cabo de San Antonio a la punta de Maisí. El desplome no se limita a camposantos locales y municipales, sino que se ha enseñoreado también en una sede tan céntrica y emblemática como el Cementerio de Colón. Emplazado por sus víctimas, el gobierno de la Isla promete “rehabilitar” cementerios y crematorios. Falta ver si lo cumple. Sería la primera vez. Mientras tanto, el desmoronamiento de nuestra última morada nos recuerda que después de la muerte estaremos tan desvalidos y abandonados como lo estamos en vida.







