HOLGUÍN, Cuba. – “Se están robando los bancos y las cercas de los jardines de los parques para fundirlos y venderlos. Escuché que nadie quiere trabajar como vigilante porque pagan muy poco y tienen miedo a ser agredidos. De madrugada, con los apagones, también se están robando los tendidos eléctricos largos”, cuenta Alejandro Rosales, un holguinero que ha vivido más de 50 años en la ciudad.
El vandalismo, un problema creciente en Holguín, la llamada “ciudad de los parques”, afecta tanto a infraestructuras particulares y estatales como a espacios emblemáticos de la urbe.
“Traje a mi hijo al parque y es imposible sentarse en un banco, y mucho menos que el niño juegue, porque los patinadores están en todo el parque. Ellos se impulsan, hacen un brinco, utilizan los bancos como plataforma y los dañan. Si no se toman medidas, dentro de poco no tendremos bancos en el parque Calixto García”, dice Joel Granados.
Raúl Domínguez, otro holguinero, describe una situación similar: “No se puede estar en el parque, las patinetas lo tienen invadido”.
Sin embargo, detrás de cada tabla de patineta hay una historia de carencias. Kevin, uno de los jóvenes patinadores, ofrece una perspectiva que cambia el foco del vandalismo a la necesidad y muestra la falta de alternativas para la juventud.
“Patinamos en el parque Calixto García porque es el único lugar en todo Holguín con el piso liso, con espacio. No hay más na. Nos deslizamos por el borde de los bancos para hacer los trucos: es parte del deporte. Si tuviéramos otro sitio, un espacio con rampas, con barandas, con las condiciones, ¿tú crees que estaríamos aquí en el parque? No, nadie nos da opción”.
La presencia de las autoridades en la zona ha sido una solicitud constante de los holguineros. Jorge Marrero se queja de la falta de vigilancia y propone medidas drásticas ante la inacción. “La gente destruye las rejas y los bancos de los parques delante de todo el mundo y aquí nadie hace ni dice nada. Antes había un guardia de SEPRO (Seguridad y Protección) o de Comunales que cuidaba los parques, pero ahora, ¿dónde está?”, se pregunta.
Dos excuidadores de parques, que solicitaron el anonimato por temor a represalias, confirmaron a CubaNet que debido a limitaciones presupuestarias en la Dirección Municipal de Servicios Comunales se eliminó esa figura y el parque quedó sin vigilancia.
Resulta contradictorio que el ahorro generado por la eliminación de los salarios de los cuidadores, a la larga, pueda ocasionar un gasto mayor para el presupuesto público, destinado a la reparación, reposición y mantenimiento de los daños causados. La prevención, opina Lorenzo Rodríguez, es siempre más rentable que la corrección:“No hay cuidadores de parques por problemas de presupuesto, pero este supuesto ahorro de dinero con el tiempo será un gasto mayor que haya que emplear en la reparación de lo dañado”.
Los holguineros intentan buscar respuestas, pero se encuentran con un sistema inaccesible. Ricardo Valdés se siente frustrado por la indolencia de la Empresa Comunales, encargada del cuidado de los parques.
“Cuando se robaron unas rejas de una jardinera del parque José Martí, yo llamé a Comunales, pero es hablar con una pared. ¿Y sabes qué me dijeron? ‘Estamos al tanto, compañero, tomaremos medidas’. Medidas que nunca llegan. Jamás volvieron a poner la reja y al mes se robaron la del frente. La gente no denuncia por eso, porque es por gusto”.
Esta indiferencia contrasta de manera alarmante con la severidad del marco legal. El vandalismo, como romper y robar bancos de parques, cercas, estatuas, monumentos y tapas de hierro de tragantes es considerado un delito sancionable. Dependiendo de la afectación, puede incluso ser calificado como “sabotaje”.
El artículo 125 del Código Penal cubano establece sanciones de entre siete y 15 años de privación de libertad para quienes cometan actos de sabotaje contra bienes estatales. Por su parte, el artículo 126 prevé penas agravadas de hasta 30 años, cadena perpetua o pena de muerte si el vandalismo pone en peligro la vida de las personas o la seguridad colectiva.
Estos artículos, junto al 148 de la Constitución, son los principales instrumentos legales usados para condenar el vandalismo de bienes públicos.
El problema no se circunscribe a los parques del centro de la ciudad de Holguín. Ramón Aguilera describe cómo el fenómeno se ha extendido por toda la geografía urbana: “Si vas al Parque Infantil, los muñequitos de hierro que había se los llevaron todos. En las calles las tapas de los tragantes también se las están robando. Eso es un peligro tremendo para cualquiera. Todo lo que sea de metal se lo roban”.
Amén del delito, hay una crisis de valores que preocupa a muchos. “No hay respeto por nada ni por nadie. Esto es un reflejo de algo mucho más grave que está pasando en la sociedad. Eso crea un ambiente terrible en el que nadie se mete con nadie aunque vean que están destruyendo lo poco que tenemos”, opina Ana María Patterson.
En la misma cuerda, Dayana Cruz vincula directamente este comportamiento con la asfixia económica y la falta de horizontes. “Esto no es nuevo, pero la crisis lo ha empeorado todo. Se han perdido los valores. La gente no tiene cabeza para preocuparse por un banco público cuando no sabe qué va a comer. No es justificarlo, pero es la realidad. Hay falta de opciones para los jóvenes, pero hay una parte más grande de vandalismo de ‘No me importa nada porque nada es mío’”.
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