LA HABANA.- Con el inicio de la actual semana, se ha intensificado el interés surgido de la segunda vuelta de los comicios presidenciales de Chile, entre el republicano José Antonio Kast (quien en definitiva alcanzó una clara victoria) y la candidata comunista Jeanette Jara, postulada por la coalición gubernamental de izquierdas. El triunfo del señor Kast permite augurar importantes avances democráticos en el fraterno país austral.
Pero parece adecuado que, antes de adentrarme en las implicaciones del mencionado resultado electoral, hagamos una breve comparación con los comicios realizados en nuestra vecina Honduras dos semanas antes. En Chile, los resultados fueron dados a conocer (y aceptados por todos) a las pocas horas de cerradas las urnas. En el país centroamericano, todavía no existe un resultado oficialmente certificado. Y es posible que no lo haya hasta finales del presente diciembre, un mes después de celebrados los comicios…
Esta situación indeseable, por cierto, ha servido de pretexto a la candidata oficialista Rixi Moncada (y a la actual presidente Xiomara Castro, así como a su marido Manuel Zelaya, líder del partido Libre) para tratar de desconocer la voluntad popular, alegando invalidez de unos comicios en los que lo único que ha estado claro es el rechazo del electorado a la candidatura gobiernista, que quedó en un lejano tercer lugar (con menos de la quinta parte de los votos).
Pero volvamos a Chile y a las perspectivas que se abren ante ese país con el nuevo Presidente que deberá asumir su cargo el venidero 11 de marzo. Este mismo diario, sin ir más lejos, ha publicado un documentado reportaje cuyo texto se esfuerza por dar respuesta a una pregunta que despierta un justificado gran interés en el conjunto de mis compatriotas, y que le sirve de título: “¿Cuál será la política del presidente electo de Chile con el régimen cubano?”.
En su mismo inicio, el trabajo periodístico se remonta a unas declaraciones formuladas por Kast durante la anterior campaña presidencial (la de 2021). En ellas, el candidato (entonces derrotado, hoy victorioso) califica de “dictaduras” a los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Parece una obviedad que no merecería especial atención. Pero no, por desgracia es un hecho cierto que los gobiernos (en especial aquellos que guardan ciertas afinidades ideológicas con los tres arriba mencionados) eluden de mil modos darles la denominación que ellos merecen ampliamente (y que —insisto— ellos mismos se autoasignan).
En Nuestra América son minoría los que abordan con claridad ese importante tema, y cabe esperar que, a partir de marzo, el Chile encabezado por Kast se sume a ellos.
Así se colige del texto publicado por Diario de Cuba (DdC) este lunes: “El nuevo Chile que vendrá con Kast”. Ese órgano de prensa destaca no sólo los 17 puntos de ventaja que el futuro Presidente le sacó a su rival; también destaca, como “hecho inédito desde que se restituyó la democracia en el país”, que Kast haya obtenido esa ventaja a todo lo largo del territorio. Él “arrasó en todo Chile”, puntualiza. En opinión del periódico, “este dominio geográfico […] subraya un descontento transversal con el gobierno saliente” (el del izquierdista Gabriel Boric).
El autor se ha centrado en tres temas vitales: seguridad, economía y valores tradicionales. Según DdC, se trata de “temas que resonaron en un electorado cansado de la inseguridad callejera y la inflación persistente”. No obstante, el flamante Presidente Electo ha evitado despertar esperanzas infundadas; “Los resultados no se verán al día siguiente”, aclaró, al tiempo que advertía: “2026 será un año muy duro”.
Sus palabras nos hacen rememorar los primeros tiempos de Javier Milei, que, como nuevo jefe de Estado argentino, habló con absoluta claridad a sus compatriotas. Hablamos del mismo Milei que ha sido el objeto de la primera visita internacional de Kast. Este importante (aunque breve) encuentro fue cubierto por PanamPost. Este medio se hace eco de las manifestaciones del líder chileno, quien “anticipa una relación bilateral ‘como nunca antes se ha visto’”.
En el ínterin, otro importante medio informativo (Infobae) acoge las esperanzas del Viejo Continente: “La Unión Europea afirmó que espera profundizar su relación con Chile tras el triunfo de Kast”. También se hace eco de las declaraciones formuladas por el premier hebreo Netanyahu: “Israel espera trabajar estrechamente con usted”.
Las esperanzadoras perspectivas que se abren ante el largo país austral cuando en menos de tres meses asuma la presidencia don José Antonio (las cuales considero justificadísimas), no deben hacernos olvidar a los demócratas de todo el mundo algunas realidades que conviene que no perdamos de vista.
Sí, es cierto que Kast aventajó a Jara por más del 17 % de los votos, y que lo hizo a todo lo largo del país. Pero no debemos olvidar que ella obtuvo más de las dos quintas partes de los votos válidos: el 41,84 %, para ser exacto. Y no se olvide que, aunque la candidata de izquierda trató de distanciarse de sus antecedentes políticos estamos hablando de una militante comunista.
Es verdad que ella obtuvo la nominación oficialista por haber resultado vencedora en una elección primaria en la que participaron varias precandidatas. Es cierto también que buena parte de quienes votaron por esa señora comunista lo hicieron no por sentirse identificados específicamente con su cosmovisión, sino como una forma de respaldar a la coalición izquierdista que la nominó, e incluso al gobierno de Gabriel Boric, que interpreta en estas semanas sus últimos compases en medio del descontento popular.
Pero creo que, cuando más de un 40 % de los electores de un país culto como Chile (que, además, tuvo la experiencia del gobierno de Salvador Allende) deposita sus votos en respaldo a una candidata abiertamente comunista, el asunto merece una consideración más detenida. ¿Qué podemos y debemos hacer los demócratas latinoamericanos para evitar los peligros de ese tipo en nuestros países?








