‘Transitions’: ocho artistas reflexionan en La Habana sobre el destino colectivo y los cambios sociopolíticos en Cuba y la ex-Yugoslavia

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‘Se trancó - All this will end in tears’; Ismar Čirkinagić. Exposición ‘Transitions’; La Habana, octubre-noviembre de 2024 (FOTO Cortesía de las curadoras)
‘Se trancó - All this will end in tears’; Ismar Čirkinagić. Exposición ‘Transitions’; La Habana, octubre-noviembre de 2024 (FOTO Cortesía de las curadoras)

Ocho artistas de Cuba y la antigua Yugoslavia invitan en La Habana a la reflexión en torno a las transiciones políticas y sus impactos en “las identidades culturales, las vidas individuales y las memorias colectivas”. Transitions –inaugurada el mes pasado en el número 7 de la calle 17, entre N y O, El Vedado– estará aún abierta al público capitalino hasta el próximo día 24 de noviembre.

“Nuestra idea es mostrar la transición no sólo como un cambio sociopolítico sino también como una experiencia profundamente personal”, explica la curaduría de la exposición, que pone foco naturalmente en dos contextos históricos y geopolíticos distintos, Yugoslavia y Cuba, que comparten, sin embargo, “momentos afines” y “marcos ideológicos similares” en tanto “países comunistas” o del “socialismo real”.

Las obras expuestas –y el diálogo intercultural e intergeneracional que propone Transitions— corresponden a Antonia Eiriz (1929-1995), Sanja Iveković (1949), Luis Gómez (1968), Nada Prlja (1971), Ismar Čirkinagić (1973), Ana Pavlović (1977), Levi Orta (1984) y Luis López-Chávez (1988).

A su vez, la muestra es fruto de un intercambio continuo entre la curadora cubana Liatna Rodríguez y su colega Tijana Mišković, originaria de Yugoslavia y radicada en Dinamarca. Se trata de dos profesionales comprometidas –según destaca la nota de prensa enviada a nuestra redacción– “con el arte contemporáneo que navega por contextos sociopolíticos, con un enfoque particular en las conexiones transculturales”.

Entre las piezas incluidas en Transitions destaca Se trancó – All this will end in tears, de Ismar Čirkinagić, que presenta unas grandes fichas de dominó para cifrar un mensaje en Braille acerca de “la incertidumbre inherente y el dolor potencial que acompañan al cambio”; en tanto, la instalación Wild Horses, de Luis Gómez (serie Comanche) propone una reflexión sobre “la naturaleza transitoria de la figura del líder y el poder asociado a ella” y un comentario sobre “cuestiones de autenticidad e identidad propia frente a la apropiación cultural y la percepción externa”: vemos un tocado de guerrero indígena que está sometido al “movimiento constante de un ventilador de techo”, pero en cualquier momento todo podría detenerse… y caer.

Las comisarias de esta muestra emparejan en su relatoría las obras Flora y Budi fina (video), de Ana Pavlović, quien aborda “su experiencia migratoria como mujer” y sus relaciones con una migrante cubana y, asimismo, con su madre y su abuela, quienes han quedado “atrás”, con La maldición de la casa de la esquina Oeste de Levi Orta, quien entrelaza su experiencia individual, y en particular la reciente venta de su casa en La Habana, con “las transiciones políticas y sociales más amplias de Cuba, desde la Revolución Cubana hasta la actualidad”.

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Por su parte, Sanja Iveković documenta el declive de la fábrica Nada Dimić, bautizada en honor a una heroína antifascista y “emblema del éxito industrial en la Yugoslavia socialista”. El corolario de su investigación es desesperanzador; la transición no asegura un camino de progreso.

Las contravenciones, de Luis López-Chávez, profundiza en “el legado industrial y sus implicaciones en la identidad de una nación”, y, por supuesto, “toma el declive de una industria como metáfora del declive de un país”. “Entre la pintura, el grabado y la poesía blackout”, aseguran la curaduría, “López-Chávez reescribe el text from a sugar industry handbook para dar voz al individuo que, bajo los estándares de cualquier sistema de producción industrial o ideología totalitaria, es privado de su dimensión estética y política ante la realidad”. 

Daily News Agency, de Nada Prlja, propicia la colaboración con jóvenes artistas cubanos que “usan marcadores blancos para ocultar información engañosa en los periódicos”. La dinámica de taller sirve para tratar “los complejos problemas de la censura y la autocensura”.

Antonia Eiriz es un clásico indudable del arte cubano. En sus “poderosas pinturas” también se adivinan los ecos de “la censura institucional”; al mismo tiempo, sostienen las curadoras, “reflejan la resiliencia y el impacto del cambio político en los individuos y las comunidades”.

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