
Desde hace unos días circula en al menos diez idiomas una carta pública en que más de un millar de escritores, editores, traductores, trabajadores de festivales literarios y otros actores de la industria editorial en todo el mundo denuncian el “genocidio” que durante más de un año ha perpetrado el Estado de Israel contra la población palestina en la Franja de Gaza. Los firmantes impugnan asimismo la complicidad y el silencio de algunas instituciones culturales israelíes frente a las cuales llaman a un boicot similar al declarado hace décadas por “incontables autores” contra la Sudáfrica del apartheid.
La misiva –suscrita por personalidades como Annie Ernaux y Abdulrazak Gurnah, ganadores del Nobel de Literatura; las autoras palestina Susan Abulhawa y mexicana Valeria Luiselli; la india Arundhati Roy, merecedora del Premio Booker, y el estadounidense Percival Everett, entre los aspirantes este año a ese galardón, o las pensadoras y académicas Judith Butler, Ruth Wilson Gilmore y Naomi Klein– comienza con un diagnóstico general y extremo: “nos enfrentamos a la crisis moral, política y cultural más profunda del siglo XXI. La abrumadora injusticia que enfrentan los palestinos no se puede negar. La guerra actual ha entrado en nuestros hogares y ha atravesado nuestros corazones”.
Tras dejar claro que “Israel ha hecho que Gaza sea inhabitable”, y que el saldo “mínimo” de esta “emergencia” (una cifra presumiblemente inferior a la realidad) es de 43 mil 362 muertos –incluidos miles de niños– desde octubre de 2023, los denunciantes afirman: “Esto es un genocidio, como afirman desde hace meses los principales expertos académicos e instituciones”.
“Funcionarios israelíes hablan claramente de sus motivaciones para eliminar a la población de Gaza, hacer imposible la creación de un Estado palestino y apoderarse de tierras palestinas”, prosiguen. “Esto sucede después de 75 años de desplazamientos, limpieza étnica y apartheid”.
En tal sentido hacen notar que “la cultura desempeñó un papel fundamental en la normalización de estas injusticias”. O sea: “Las instituciones culturales israelíes, que a menudo trabajan directamente con el Estado, fueron cruciales para ocultar, disfrazar y maquillar la desposesión y la opresión de millones de palestinos durante décadas”.
De ahí que estos escritores e intelectuales se nieguen a trabajar o cooperar en lo adelante con “instituciones culturales israelíes que sean cómplices o que hayan permanecido como observadores silenciosos de la abrumadora opresión de los palestinos”.
“Tenemos un papel que desempeñar. No podemos, en conciencia, relacionarnos con instituciones israelíes sin cuestionar su relación con el apartheid y el desplazamiento. Esta fue la posición adoptada por innumerables autores contra Sudáfrica; fue su contribución a la lucha contra el apartheid allí”, recuerdan los firmantes, que más adelante subrayan el perfil de las entidades –editoriales, publicaciones, festivales, agencias y otras instituciones– objeto del boicot: a) “[aquellas] cómplices de la violación de los derechos palestinos, incluso mediante políticas y prácticas discriminatorias o encubriendo y justificando la ocupación, el apartheid o el genocidio de Israel”, o b) “[las que] nunca hayan reconocido públicamente los derechos inalienables del pueblo palestino consagrados en el derecho internacional”.
Entre los infrascritos también destacan los nombres del estadounidense de origen vietnamita Viet Thanh Nguyen, el dominicano Junot Díaz, la indobritánica Jhumpa Lahiri, todos ganadores del Pulitzer. También se incluyen en la nómina la canadiense Jia Tolentino, la etíope Maaza Mengiste, la irlandesa Sally Rooney y los estadounidense Ben Lerner y Jonathan Lethem, así como la poeta y artista visual chilena Cecilia Vicuña, la actriz británica Miriam Margolyes y la escritora norteamericana de ascendencia cubana Carmen Maria Machado.