Cuando terminamos la lectura de 'Pequeñas memorias', volumen de la gran poeta y ensayista cubana Fina García Marruz, los lectores experimentamos una especie de éxtasis.
Con esa ingratitud de querer siempre lo que nunca tuve, lo que nunca olí ni viví, pero que me permitiera, a la vez, guardar los sentimientos que tuve al imaginármelo.
Me senté en un banquito cerca de la puerta del Ángel Caído y pensé que este es mi primer otoño en Madrid, mi primer bosque amarillo, mi primera ciudad encendida en Navidad.
El yo empleado por mí no constituye un medio para construirme una identidad a través del texto, sino de aprehender, en mi experiencia, los signos de una realidad familiar, social o pasional.