La relación niño, pintura, ángel se reitera en la poesía de José Martí. Al ser el hermano mayor de una familia, vivió, en sus años habaneros, rodeado de niñas de corta edad. En la Isla de la Juventud, cuando salió de presidio, recordaba a Isidoro de Batabanó: “Esperando mis versos, sentado a mis pies” […] “Yo, escribiendo sobre mis rodillas, yo en mis rodillas, y él tendido por tierra, sobre los codos, me cubría con sus mimos sencillos”.[1] Durante la primera deportación a España, enseñó a leer a Pedrito J. Ravenet, quien, ironías del destino, sería luego parte de las tropas de Ximénez de Sandoval en Dos Ríos.[2] La madre de Ravenet,[3] la viuda santiaguera, Bárbara Hechavarría, habló “del don de Pepe Martí para ganarse la simpatía y la inteligencia de los chicos”.[4]
El cubano sintió gran cariño por los hijos de sus amigos. A la hija de Manuel Mercado, llamada Luisa, le escribía directamente, y en ocasiones, esas cartas fueron acompañadas de dibujos hechos por él mismo: “Antier le escribí […] y hoy le envío otra, que me parece que le ha de gustar, porque tiene por asunto un libro de un pintor que ha vuelto encantado de Morelia. ¿Pinté bien la Alameda de Morelia?”.[5] Esta costumbre ya existía en las esquelas hoy perdidas a José Francisco Martí (Ismaelillo). Nos dice Fina García Marruz: “Pero que tristeza la de saber que las cartas a su hijo venían acompañadas de dibujos de graciosos animales que dibujaba en torno de la página, según testimonio de quien las vio, guardadas por su viuda tan celosamente, que ni siquiera Quesada tuvo acceso a ellas”.[6]
Era casi inevitable que no saliera de su mano una revista con historias, versos y dibujos, ya no para Isidoro, su hijo, o la hija de Mercado, sino para generaciones y generaciones de niños hablantes de la lengua española. Fue un dolor inmenso para él no ver crecer a su pequeño. En 1879 le decía a Nicolás Azcárate: “¡Dichoso V. que sólo está enfermo del cuerpo! Llego del bufete, y encuentro a mi hijo verdaderamente enfermo. Esta mañana me alarmaron mucho; su fiebre es alta, y la mía más alta: ¿cómo podría yo ir esta noche a Guanabacoa? ―Y lo siento, por mi ángel enfermo”.[7]
Relacionar los infantes con lo divino es recurrente en su obra. A diferencia de él, su amigo mexicano, sí pudo ver crecer a su descendencia, y con sana envidia le expresaba en 1888: “Pero U., al fin, ve crecer a su lado sus hijos, cuyo encanto aquí siento, y tiene U. el ángel en la casa; de modo que no siempre, como a mí ha de faltarle el sosiego”.[8] García Marruz y Elina Miranda valoraron altamente la traducción que hizo el poeta del niño Amor de Anacreonte (se cree que su vida discurrió entre 574-485 a.C.):[9]
En cierta ocasión a horas de la media noche cuando la Osa vuelve ya a la mano de Bootes, y las tribus todas de los mortales yacen, habiendo sido domadas por el cansancio, entonces, el amor habiéndose presentado, golpeaba los pasadores de las puertas de mí. // ― ¿Quién, dije yo, rompe las puertas? Romperás sueños de mí, y el amor dijo: abre, soy niño; no temas; me mojo, y ando vagando en esta noche sin luna. // Habiendo oído esto, yo me compadecí, y habiendo encendido luz en seguida, abrí― y veo a un niño llevando arco, alas y aljaba.
Habiéndole sentado junto al hogar, calentaba yo manos de él con palmetas, y exprimía agua húmeda de su cabellera; pero él cuando hubo despachado el frío: // Ea ―dijo, probaremos este arco, por si la cuerda habiendo sido mojada, está dañada ahora en algo para mí. Y extiende, y me hiere en medio del corazón como saeta. Y riendo, salta y me dice: ¡Oh huésped! Alégrate, pues el arco está sin daño y tú padecerás en el corazón.[10]
Esta traducción del niño que necesita ayuda y luego hiere de amor en su corazón a su cuidador tiene relación con un apunte martiano. De cierta manera, el padeció experiencia similar: estuvo presente en la tierna edad de José Francisco, convivió con él en etapas no muy largas, y luego, el recuerdo de la separación lo acompañó por siempre. En hoja suelta escribió una escena que guarda paralelismo visual con Anacreonte, como bien descubre García Marruz con el poemario Ismaelillo:
Yo tenía un compañero: amor: en n/cuarto ―luz de [Palabra ininteligible] en sus alas: de codos en la almohada, velaba mis sueños; ―y qué paisajes me hacía ver, soplando en mi rostro:―a todas partes me acompañaba: por su influjo, me hacía ponerme bello, o embellecer a mis ojos lo feo, me hacía caer, ―y luego él mismo me levantaba y curaba de las heridas.―Al fin me hirió tan fuertemente que con el golpe, al romperme el corazón, se rompió el hombro, ―al chocar, cayéronsele, para siempre quebradas, las alas,―y cayó muerto,― y de él, ¡oh extrañeza! salió un niño.[11]
No hay dudas de que la cultura griega es de las más conocidas en la historia de la humanidad y su mitología se ha comparado con la religión cristiana: la pasión de Jesús y el martirio de Prometeo; el arca de Noé y Deucalión; Adán y Eva y Deucalión y Pirra; Eva y Pandora; Sansón y Hércules. En el cristianismo el niño también tiene una fuerte cercanía con la divinidad y la adoración; y hay múltiples representaciones pictóricas y escultóricas de pequeños alados, conocidos también como querubines (angelitos). Incluso, los elementos decorativos más destacados del arca de la alianza de Dios con los hombres son dos querubines uno frente a otro con sus alas extendidas (Éxodo capítulo 25, versículos del 16 al 21). Es destacable el amor y veneración que generó el niño Jesús con su nacimiento, y la propia importancia que El Mesías da a los pequeños en su ministerio. Por ejemplo, en el libro de Marcos, capítulo 9, versículos del 33 al 37, él y sus discípulos llegaron a Cafarnaúm,
y cuando estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino? // Mas ellos callaron; porque en el camino habían disputado entre sí, quién había de ser el mayor. // Entonces él se sentó y llamó a los doce, y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos. // Y tomó a un niño, le puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo: // El que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió.[12]
Martí admiró a los querubines de Murillo que rodean a la virgen María en la Inmaculada Concepción. El pintor sevillano fue un genial pintor de niños y pintó a María en múltiples ocasiones rodeada de angelitos que les ponen flores a sus pies en la anunciación o que están prestos a colocarle una corona florida como en el lienzo Santa Ana enseñando a leer a la virgen. Pero la aparición de los pequeños alados también se traslada a los mártires y santos, y el artista español también tiene más de un cuadro sobre la irrupción del niño Jesús en el cuarto donde lee y medita San Antonio de Padua, aquel milagroso personaje que destacaba por su genio de palabra,[13] y que recibió la inesperada visita del divino infante al cual cargó con amor entre sus brazos. No ajeno a esta hermosa tradición oral y pictórica –de hecho, Martí pone como pórtico de su revista para niños el grabado de una escultura de bronce de Gustave Doré con siete querubines y en la primera ilustración interior destaca un niño que juega con flores, obra del alemán Edouard Magnus (1799-1872)[14]— se lee en los Versos sencillos el poema XL:
Pinta mi amigo el pintor
Sus angelones dorados,
En nubes arrodillados,
Con soles alrededor.
Pínteme con sus pinceles
Los angelitos medrosos
Que me trajeron, piadosos,
Sus dos ramos de claveles.[15]
Sería en extremo complicado definir ¿quién es el artista cercano al poeta que realiza estos grandes querubines arrodillados en las nubes? En carta a Mercado, 1878, se registra un consejo y una etapa de niños y flores en la pintura del querido amigo Manuel Ocaranza:
A Manuel el pintor, que vierta en lienzos su fantasía llena de Cupidos, gigantes, niños y griseta, y en esta buena compañía, dé un viaje. Manuel es un excelente artista, que necesita un medio refinado y culto para hacer fortuna. En México, Miranda ganará siempre más que él; y todos los cielos amarillos, cielos de cobre de Miranda, no valen un libre golpe luminoso del pincel osado de Manuel Ocaranza.[16]
Sin embargo, ha pasado mucho tiempo entre la muerte de este pintor (1882) y la publicación del poemario (1891). El libro fue dedicado al propio Mercado y al amigo uruguayo Enrique Estrázulas, quien, además de pediatra, fue diplomático y pintor.[17] Entre 1887 y 1888, Martí le sirve de comentarista de arte y consejero. El cubano envió más cartas de la que recibió por eso le dice en un momento: “Me vengo de V. luciendo sus cuadritos en muy lindos marcos”,[18] e incentivando esa faceta artística del amigo le dice en otra carta: “Estoy contento porque veo que lo está con sus pinturas, que es uno de los pocos modos de asir la vida por las alas”.[19] No todo fue exhausto trabajo intelectual y preparación de una guerra. La pintura fue un oasis para Martí, en Patria se aprecia cuánto disfrutaba sus visitas a casa del pintor Juan J. Peoli[20] y en su epistolario se registra la idea de conformar, en la casa de Carmen Miyares, una pequeña tertulia de cuadros y poetas amigos. La invitación es a Fico (Federico Edelmann, 1869-1931) y se menciona también a Herman Norman (1864-1906):
Diciembre 11 de 1890. // Mi querido Fico: // El sábado, 13, a las 8 de la noche, nos juntamos en casa de Carmita unos cuantos amigos de poca ceremonia a decir adiós, con café y versos, a Francisco Chacón.[21] Habrá uno que otro cuadro colgado en la pared, y Vd. solo tiene la culpa de que no esté allí campeando su Diligencia Gitana. No quiero que deje de venir. Verá en un cuadro verde, un cuadro de la madrugada, de Norman.[22]
Curiosamente esa noche de diciembre, Martí leyó por vez primera su poemario rimado, y el entusiasmo generado fue tal que decidió entonces publicarlo al año siguiente.[23] En la segunda estrofa del poema XL, se realiza un pedido al pintor amigo. No quiere el poeta unos ángeles suntuosos,[24] sino desea plasmar un pequeño milagro personal: querubines asustadizos que le llevaron con devoción dos ramos de claveles. Esa entrega de flores por angelitos,[25] dialoga con imágenes cristianas que celebran “la victoria del mártir ante la muerte, su unión con Cristo –tan estrecha como la de un matrimonio– por la semejanza del martirio con su Pasión”.[26] Gracias a la edición crítica de las Obras completas del Apóstol y a las responsables del tomo 15, Ana María Álvarez y Lourdes Ocampo, sabemos que estos versos los utilizó también el poeta para dedicárselos a las niñas Francisca y Ubaldina, hijas de Benjamín José Guerra (1856-1900), tesorero del Partido Revolucionario Cubano, y así agradecerles unas flores que le llevaron cuando se encontraba enfermo en Nueva York, en el año 1892 o 1893.[27] La cotidianidad, más de cien años después, ha dejado en Cuba escenas similares, pues, los niños más pequeños, sienten empatía por los bustos de Martí y no es raro verles con espontaneidad, o a petición de padres y maestros, colocarles flores en la base de su escultura.
En el poema XXXI, vuelve otra anécdota de Martí en relación con el gremio de los pintores. Seguramente en un periodo en que convivió con su hijo en Nueva York,[28] un artista conocido por él, le solicitó emplear al pequeño como modelo. Por el epistolario martiano estos pedidos no eran extraños. Cuando el cubano visitaba los domingos la casa del poeta venezolano Juan Antonio Pérez Bonalde gustaba de mirar un cuadro de la hija de Manuel Mercado pintado por Ocaranza, y en un momento posterior de depresión, adicción y aislamiento del autor de “Poema del Niágara”, 1888, trató Martí de recuperar para la familia del amigo mexicano el lienzo de la niña.[29] Pero, en los Versos sencillos el padre no acepta la solicitud, ya él lo pintó con palabras en el poemario Ismaelillo de 1882, no quiere que pose para ser niño Amor o niño Jesús, sino que lo siga en la tarea más ardua ahora de libertar a un país:
Para modelo de un dios
El pintor lo envió a pedir: —
¡Para eso no! ¡para ir,
Patria, a servirte los dos!
Bien estará en la pintura
El hijo que amo y bendigo: —
¡Mejor en la ceja oscura,
Cara a cara al enemigo![30]
Esta determinación final, y cambio de criterio sobre el hijo: de la adoración por la acción, se refleja en la última letra que le escribiera, víspera de partir a la guerra un 1ro de abril de 1895: “Hijo: Esta noche salgo para Cuba: salgo sin ti, cuando debieras estar a mi lado. Al salir, pienso en ti. Si desaparezco en el camino, recibirás con esta carta la leontina que usó en vida tu padre. Adiós. Sé justo”.[31]
Luego de la caída en combate del poeta, José Francisco Martí Zayas-Bazán (1878-1945) (Ismaelillo) fue a la guerra organizada por el padre y manejó rústicos cañones mambises en la toma de las Tunas. Ya acomodado en la República, no consiguió sostener la carga de ejemplaridad y desinterés del padre, pero ¿quién de los cercanos seguidores del Apóstol pudo hacerlo?
Notas:
[1] José Martí. “Mis negros”, Obras completas, Centro de Estudios Martianos, La Habana, t. 18, 2011, p. 285.
[2] Cfr. Jorge Domingo Cuadriello: “Pedro Joaquín Ravenet Hechavarría: discípulo, enemigo y admirador de José Martí”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, no. 38, La Habana, Editorial del Centro de Estudios Martianos, 2015, pp. 63-71.
[3] Ravenet fue el padre del reconocido pintor cubano Domingo Ravanet (1905-1969).
[4] Jorge Mañach: Martí, el Apóstol, Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1946, p. 46.
[5] José Martí: “Carta a Manuel Mercado” (1889), Obras completas, ed. cit., t. 20, p. 142.
[6] Fina García Marruz. “En torno al Ismaelillo”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, no. 10. La Habana, Editorial del Centro de Estudios Martianos, 1987, p. 90. Ese trato de Martí con los niños, sobre todo con María Mantilla, queda sintetizado en el libro preparado por Salvador Arias, Cartas a jóvenes, Centro de Estudios Martianos (cuarta edición), La Habana, 2016.
[7] José Martí: “A Nicolás Azcárate” (1879), Obras completas, ed. cit., t. 20, p. 266.
[8] José Martí: “Mi hermano silencioso” (1888), Obras completas, ed. cit., t. 20, p. 131.
[9] Cfr. “En torno al Ismaelillo”, Anuario del Centro de Estudios Martianos,no. 10., Editorial del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1987, pp. 72-73; cfr. Elina Miranda Cancela, “Una traducción moderna de Anacreonte”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, no. 10, ed. cit., pp. 112-135.
[10] Traducción tomada del ensayo de Elina Miranda Cancela: ob. cit, p. 127.
[11] José Martí. Obras completas, ed. cit., t. 22, p. 243. Imagen similar aparece en el fragmento de poema: “¡Amor! Si me parece que lo veo, / Cuando a dormir se acuesta la cansada / Bestia, ―reír con aire de recreo, / Suelta la cabellera áurea, rizada / Del aire melancólico al deseo, / Y mi sueño vela, la espalda alada / De luz azul brillante al centelleo, / Y de codos, ¡oh niño! en la almohada” (José Martí. Obras completas, ed. cit., t. 21, p. 228).
[12] Traducción Reina-Valera. Revisión de 1960. La directora árabe Nadine Labaki exhibió una película denuncia en 2018 sobre la difícil vida que llevan los niños en el Líbano y otros países africanos y la llamó Cafarnaúm, pues como esta ciudad fue condenada a la ira divina fue utilizada su palabra a partir del siglo XVIII como sinónimo de caos. Es decir, padres y gobiernos que no protejan a sus niños se alejan del favor de Dios.
[13] Cuando exhumaron el cuerpo de San Antonio en 1263 descubrieron, como prueba del poder de su verbo, que la única parte de su anatomía que no se hallaba corrupta era la lengua. Martí menciona una de las representaciones de Murillo de San Antonio y el niño en: Obras completas. Edición crítica, ed. cit., 2010 (segunda edición), t.3, p. 90.
[14] Cfr. Alejandro Herrera Moreno y Gretel Herrera Durán: Las ilustraciones de La Edad de Oro de José Martí, Fundación Enrique Loynaz, Santo Domingo, 2019, pp. 4-5.
[15] José Martí: Obras completas, ed. cit., 2007, t. 14, p. 345.
[16] Ibídem, t. 20, pp. 46-47.
[17] Pedro Pablo Rodríguez: “El amigo uruguayo de José Martí”.
[18] José Martí. Obras completas, ed. cit., t. 20, p. 187.
[19] Ibídem, p. 188.
[20] “era miembro de Academias y socio de honor del Museo Metropolitano de New York, y dueño, muy visitado por los envidiosos, de la mejor colección de blanco y negro y acuarelas históricas que ande acaso en manos privadas”. (José Martí. Obras completas,ed. cit., t. 5, p. 283.
[21] Padre del erudito cubano José María Chacón y Calvo (1892-1969).
[22] José Martí. Obras completas, ed. cit., t. 20, p. 375.
[23] El dato se puede leer aquí.
[24] Recordar que todo va a la sencillez en este libro, el preferir lo ínfimo a lo grande.
[25] Los claveles tienen una larga presencia en las coronas funerarias.
[26] Andrés Felici Castell: “Ángeles portadores de coronas en las imágenes de los mártires. Origen del tipo iconográfico”, Anales de Historia del Arte, vol. 23, 2013, p. 141.
[27] José Martí. “A Panchita y Ubita Guerra”, Obras completas, ed. cit., t. 15, p. 231.
[28] Gracias a la Cronología de Ibrahim Hidalgo se sabe que José Francisco, sin cumplir todavía los dos años, vivió con Martí en Nueva York del 3 de marzo al 21 de octubre de 1880, luego entre los 3 y 4 años, de diciembre de 1882 a marzo de 1885 y una última etapa, aún más corta: sin cumplir los 13, de junio a agosto de 1891.
[29] “Todos los domingos veo aquí a Luisa, que luce en puesto de honor, en el retrato que hizo de ella Ocaranza, en la linda casa de mi amigo Bonalde (José Martí: Obras completas, ed. cit., t. 20, p.67) “Aquí hago diligencias vanas por obtener aquel cuadrito de Ocaranza donde está Luisa de castigo en el estudio del pintor con las manos atadas por una cinta azul. Lo tiene Bonalde, víctima infeliz de la morfina. No desespero de adquirirlo” (José Martí: Obras completas, ed. cit., t. 20, p. 123).
[30] José Martí: “Poema XXXI”, Obras completas, ed. cit., 2007, t. 14, p. 336.
[31] José Martí. Obras completas. “Carta al hijo” (1895), ed. cit., t. 20, p. 480.