fbpx

Mina Bárcenas frente a la instalación total del Chino

La fotógrafa cubana conversa sobre el cortometraje que dedicó a su amigo José Luis Rodríguez de Armas, el Chino, curador y museógrafo cubano que dejó huella en el mundo cultural de Mérida, Yucatán.

-

La fotógrafa cubana Mina Bárcenas emigró a Mérida, Yucatán, en 1991, donde se estableció desde entonces. Una de las obsesiones de su trabajo es el registro y la investigación de la emigración cultural cubana a México de la que ella forma parte. Cada cierto tiempo, Mina viaja a Cuba donde documenta la distancia que la separa del país que dejó y, de vuelta a su lugar de adopción, se deja seducir por las ruinas, los paisajes melancólicos o los sets de las casas de sus amigos donde, por omisión, se siente la presencia de sus dueños. Dentro de esa, la ambigüedad de una presencia ausente, se mueve y reconoce su obra.

Mina ha publicado seis libros de artista, el último de ellos ¿Nos llevará el tren?, de 2024; en México, ha expuesto su trabajo en Fototeca Nacional INAH, en Pachuca, o la Patricia Conde Galería, en Ciudad de México. Este 2025 un cortometraje suyo fue escogido para participar en la XXI Bienal de Fotografía que organiza el prestigioso Centro de la Imagen.

El pasado 23 de octubre, Mina presentó su cortometraje Sueño barroco (2024) en la sala de cine de Salón Gallos, en Mérida. Según su sinopsis, el corto de casi 5 minutos “es un recorrido por la casa que se construyó y vivió José Luis Rodríguez de Armas, El Chino, un migrante cubano en Mérida”. El protagonista ausente del corto –personaje carismático querido por muchos– fue un curador y museógrafo cubano que dejó huella en el mundo cultural de la ciudad peninsular. También fungió como una suerte de cicerone para los cubanos que llegaban o pasaban por Mérida.

Rodríguez de Armas se asentó en la capital yucateca también en 1991 y ahí comenzó su amistad con Mina. Falleció en 2021 y hoy la galería de la Universidad de las Artes de Yucatán (UNAY) lleva su nombre. Sueño barroco busca, según su creadora, capturar “el espacio de un creador complejo que concibió y construyó su morada como una instalación en el arte, como los museos en los que trabajó”, hacer justicia al “misterio de una vida rara, de pinturas, objetos, y artefactos”.

El día de la proyección del corto la sala de cine se llenó de amigos que quisieron recordar al Chino, por 5 minutos visionaron el lugar donde los recibía para sus habituales fiestas, y pudieron luego preguntar, conversar y hacer catarsis. Yo, que no llegué a conocer al Chino, preferí enviar estas preguntas a Mina.

José Luis Rodríguez de Armas es conocido en Cuba por su trayectoria como curador en los ochenta y luego como una especie de embajador para los cubanos que llegaban o pasaban por Mérida, pero, como lo demuestra el cine lleno y los amigos emocionados durante y después de la proyección de Sueño barroco, se convirtió en un personaje de Mérida. ¿Quién fue y en qué se transformó el Chino en su exilio yucateco? ¿Qué huella dejó en esta ciudad?

En Mérida, profesionalmente, el Chino fue museógrafo, curador, gestor, docente de varias universidades y talleres, crítico e historiador de arte con columna en periódico, reseñista de catálogos, y creador de muchas y diferentes escenas artísticas en la ciudad. También fue un provocador, colorido, agitador, excéntrico y gritón que se convirtió en “el personaje” inevitable de cualquier inauguración. Le gustaba decir lo que pensaba sin pensar mucho en las consecuencias de sus opiniones. Aunque no dejaba de tener esa cautela que la institución obliga.

Tras la proyección, comentaste que el corto tiene su origen en la necesidad de documentar esa “instalación total” que para el Chino representaba su casa, antes de su desmontaje. Qué implicaba para el Chino este término peculiar. Qué otros motivos te impulsaron a filmar el corto.

El término lo introdujo en el arte Ilya y Emilia Kabakov. El Chino se fascinó con ese libro: Sobre la instalación total.

Ya él experimentaba con esta forma de trabajo, ideas y montajes de experiencias inmersivas, juntando y relacionando objetos de arte y otros anacrónicos, desde los muros hasta el techo. Esa manera de concebir la percepción de un espacio la ensayó también en su casa, la propia, la que se hizo poco a poco en la migración. Feliz era de mostrarla y compartirla.

Planeábamos una entrevista sobre uno de sus monotemas: la censura en 1990 a la exposición El objeto esculturado en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales de La Habana, de la que fue cocurador. Ya no pude filmarlo, pero quise hacerle un retrato que fuera algo más que los rostros o sus siestas que de él ya tenía. Así llegué a su casa-refugio, gabinete de sus curiosidades. No creo que tenga mejor forma de recordarlo.

También “la casa” es el símbolo del arraigo, la última –y huidiza– etapa de la migración, tema al que miro en los últimos años. En el corto mezclo esos dos deseos.

Cuéntanos cómo viviste ese proceso de duelo de la muerte al homenaje, qué implica lidiar con los objetos que dejan los otros, con la huella de un amigo en el mundo.

“Con el tiempo y un ganchito”, diría mi abuela. El Chino era acumulativo, barroco y con un orden tan propio que aún no hemos dado con todos los hilos para desamarrar sus cosas, su archivo.

El primer impulso fue el fetiche. Guardar esos objetos que sabía le eran preciados y significativos, por alguna u otra (sin)razón. Pero en este duelo estuvo cerca de mi otro amigo –quien tampoco está ya– que me cuestionaba ese impulso. Solía replicarme: “Ya no necesitamos más monumentos”, y ante la imposibilidad práctica de mantener su casa como museo de vida –más que de otra cosa–, los objetos han ido encontrando otras casas, otros usos.

Filmé este corto con él y su casa como tema; el próximo año haré un libro con el último de sus escritos que va sobre las prácticas museográficas y el rol del artista en ellas. Sigo catalogando, encarpetando documentos y papeles para otros que puedan interesarse en lo que él produjo y/o guardó. Tiene registro de cada cosa que se hizo en esta ciudad por 30 años, y algunas joyitas de Cuba también: imagínate que encontré los originales de las aplicaciones y premios a algún Salón de Artes Plásticas de la UNEAC. Flavio y Bedia están ahí.

El corto forma parte de una investigación mayor sobre la migración cultural cubana en México. ¿De qué va ese proyecto?

Va de mirar la forma y medios en que hemos migrado a través de la industria cultural a México por más de 30 años. También de cómo hemos llevado –llevamos– este proceso. No es una investigación categórica ni cuantitativa, es más afectiva y alrededor de elementos que he identificado nos conectan, nos permiten flotar: la casa, el jardín, el trabajo (que no el empleo), los libros, la comida, la amistad, y así…

El corto dura solo 4 minutos y pico. Mezclas la voz del Chino con las imágenes de su casa y sus objetos. Explícanos por qué te decidiste por la ligereza cuando quizá te podrías haber detenido más, regodeado en ese espacio, y por qué la decisión de filmar en 16 mm.

Un amigo fotógrafo y videoasta me decía que mis fotos podían ser una peli, que esa predisposición mía a los dípticos y polípticos terminarían así, que me lanzara a hacer 16 mm con la Bolex, la técnica y cámara que él usa. Me resistí hasta que me invitó a una expo, con ese pretexto y espuela empecé.

Las imágenes que de ella salen conllevan un componente desenfocado, inestable, no sabes a ciencia cierta qué grabas, y si saldrá. Me recuerdan a mi estenopeica y me permite jugar un rato más con la idea de la imagen latente. Las cámaras con las que he trabajado no son réflex y tienen visores muy oscuros que acentúan esta sintaxis, y búsqueda.

Una amiga para esa primera vez –un corto editado en cámara y solo con 1 lata de 100 pies– me dijo: “cuando se filma se piensa en segundos, más de eso sobra”. Entonces mis cortos son corticos.

Sueño barroco tiene menos de 5 minutos, es un recorrido sin pausas, no me quería detener más en la pared con una pintura relevante que en la boya de vidrio que cuelga del techo del baño o en la jarra de peltre roja. En esa instalación casi casi todo tenía la misma relevancia. Entonces… ese fue el tiempo que me llevé en recorrerla.

Sueño barroco es, según dijiste, un proyecto colaborativo, quiénes te acompañaron en esta empresa, qué aportaron.

Byrt Wammack, artista visual y colega de la UNAY me ha prestado varias veces su Bolex, para este sueño también. No tengo cámara propia, tal vez nunca la tenga. Eso me gusta. Es la cámara de otro que cargo un rato, grabo, la devuelvo y sigo.

Con Ygnacio Rivero he colaborado en un montón de proyectos fotográficos con salidas a muro, a páginas, y exposiciones. Él hace años exploró el video, no dudé un instante en invitarlo. Ninguno de los dos habíamos filmado en interiores, para colmo con tan poca luz en espacio reducido y atestado de tarecos. Confío en él, con su ojo y paciencia lograríamos aprehender esa atmósfera.

A Clementina Mantellini la conocí por otro amigo, me gustó su conversación suave e intensa, después ya trabajando su manera de separar las ideas en escenas y planos; sus tableros y forma de enlistar nos identifica.

La colaboración con Tobías Álvarez fue gozosa, ya conocía algunas de sus piezas y conciertos. Le dije los géneros musicales que quería evitar (al Chino no le gustaba el jazz) y cuáles eran sus referencias (Nyman, Satié, Mertens). Insistió en sonidos electroacústicos, dudé y me convenció. El diseño sonoro fue cambiando de manera fluida durante nuestro proceso de edición en que par de escenas entraban y salían con frecuencia, la música variaba con ellas.

Y finalmente este sueño no habría existido sin la valiosa ayuda de amigos, estudiantes y colegas del Chino que respondieron a la solicitud que hice para encontrar audios suyos en donde hablara de sus obsesiones en el arte. Rosa Arteaga, Nayeli González, Jimena Núñez y Felipe Mazzeo, son los que me enviaron ese material para lograr el recurso dialógico que buscaba en este viaje.

En varios proyectos he trabajado la relación de imágenes visuales y texto, en este sueño las sonoras son las que las envuelven.

Hablemos de la presencia ausente ¿Te has imaginado al Chino viéndolo? ¿Qué hubiera opinado?

Como al Chino le gustaba estar bajo reflectores y luces creo que hubiera aprobado estos casi 5 minutos de ligera fama, pero me habría criticado más de 4 cosas también. Era un criticón (eso extraño de él): que debí haber logrado más saturación de colores con menos luces. Me hubiera gritado: “¡Hay mucha luz, Mina, mucha luz!”. Y finalmente que no incluí la soleada escena de su bella y pintarrajeada fachada con la pitahaya colgando sobre ella.

IBRAHIM HERNÁNDEZ ORAMAS
IBRAHIM HERNÁNDEZ ORAMAS
Ibrahim Hernández Oramas (Matanzas, 1988). Fue editor de la revista universitaria habanera Upsalón y compiló la antología de la poesía de Roberto Friol, Casa no sitiada por la luz (Rialta Ediciones, 2018). Integra el staff editorial de Rialta.

Leer más

Expediente | Polémica: “La totalidad del teatro cubano” (1992)

La publicación en España de 'Teatro cubano contemporáneo. Antología' (1992), editado por Carlos Espinosa Domínguez, generó una serie de reacciones en Cuba: aquí se recogen algunas de ellas.

“¿Qué es esta quintaesencia del polvo?”: notas sobre ‘Grand Theft Hamlet’

Con los teatros de Londres cerrados a causa de la pandemia, dos dramaturgos ingleses tuvieron en 2021 una idea espontánea y delirante: montar 'Hamlet', de William Shakespeare, dentro de un afamado videojuego, el 'Grand Theft Auto'.

Metida en la noche

Muy tarde para apartar el último sueño contigo en aquel sitio a donde no regresaré: la catedral que no visité, la parada del metro, el helado de té verde de las tardes

Contenidos relacionados

Deja un comentario

Escriba su comentario...
Por favor, introduzca su nombre aquí