fbpx

Ediciones* en la imprenta Kwong Wah Po: apostillas, sediciones y rupturas con los grandes relatos

Los libros del catálogo de Ediciones*, el proyecto concebido por Yornel Martínez Elías que por estos días se exhibe en la imprenta Kwong Wah Po de La Habana Vieja, son apostillas muy incómodas al Gran Relato cubano. Son asteriscos punzantes que lo matizan, expanden, complejizan y reformulan.

-

A propósito del aniversario diez del capítulo cubano del proyecto internacional Galería Continua –que este año celebra, además, en septiembre sus 35 años de fundado–, la muestra colectiva y multigalérica La capacidad de soñar, inaugurada el pasado 17 de mayo, incluyó en su nutrido programa expositivo a Ediciones*. Gestada por el artista Yornel J. Martínez Elías desde hace 11 años, varios de los títulos de su catálogo se exponen hasta finales de junio en los predios de la imprenta del periódico Kwong Wah Po –est. 1944–, voz de la inmigración y la herencia china en Cuba, con sede en San Nicolás 520-522, en el municipio de Centro Habana.

A diferencia del resto de los espacios enrolados en el circuito del evento, desde Playa hasta La Habana Vieja, la añosa imprenta trasciende el mero rol de espacio accesorio, de plataforma pasiva. Muy en consecuencia con la lógica de las “prácticas editoriales híbridas, por su doble origen artístico y editorial” que Martínez Elías ha seguido para cada título de lo que ha sido pensado como “espacio de intersección”, como “una «zona de acción» más que una categoría rígida: impresión, publishing, craft, conceptual art, performance, poesía experimental, arte electrónico, libros ilustrados” —tal como le comentara a la investigadora holandesa Nanne Timmer en 2024.

Varios ejemplares se engarzan con el espacio y su selva de fierros y maderas, que atestiguan tiempos en que cada impresión del periódico se olía, se escuchaba. La reproducción mecánica era entonces un acto sensorial, una coreografía tras cuyas rutinas aparentemente monótonas se podía singularizar el nacimiento de cada ejemplar, justo por las microvariaciones sutiles de las imprentas, de sus operarios, y del propio tiempo en que transcurrían estos procesos creativos.

Las intensidades, densidades y caprichos de la tinta variaban a escala imperceptible (o no tanto) de un ejemplar a otro, otorgándole una naturaleza única a cada “copia”, tan irrepetible como el segundo justo en que el papel virgen fuera impregnado con las palabras y saberes del día. Toda crítica a la “reproducción mecánica” del pensamiento simbólico, artístico, político, cultural, tiende a desconocer estas sutilezas de la impresión analógica, despreciadas también por los impresores al por mayor, que reducen el objeto-libro, objeto-revista, objeto-periódico, objeto-postal u objeto-marcador, a meros dispositivos.

Las publicaciones de Ediciones*, expuestas en Kwong Wah Po, dialogan con las matrices y tipos de los extintos periódicos chino-cubanos,[1] a través de las épocas que median entre ambos proyectos editoriales, entre ambos gestos de resistencia y desafío. Confluyentes en el apostillado (siempre) oportuno al Gran Relato oficializado, a las grandes narrativas hegemónicas y esencialmente excluyentes, a la ideología institucionalizada.

Y la resistencia, entiéndase posibilidades y relato legítimos, implica asumir lo descartado y obliterado como “apócrifo”, allende la soberbia del canon, de lo canonizado –léase “secuestrado” en gran medida–, y, por ende, segregador de todos los territorios que discuten con su norma axiomatizada.

Interesado, según le comenta a Timmer, por “transformaciones poéticas que desdibujen las fronteras entre los diferentes medios: intervenciones públicas, instalaciones, artistbook, caligramas, dibujos” y legatario confeso de “esa zona inagotable de producción simbólica del lenguaje; a ese campo de la literatura expandida que ha sabido incorporar las exploraciones que inició Mallarme con Un golpe de dados, y que siguió luego Apollinaire con sus Caligramas, o la poesía concreta, el poema objeto y otras escrituras visuales del siglo XX”, Yornel J. Martínez Elías concibió esta muestra como otro gesto, otro manifiesto. Emana del gesto perenne que es su proyecto editorial, del manifiesto conjunto que resulta tan heteróclita colección.

Ahora, desde su propio nombre, la editorial reivindica la naturaleza “auxiliar” que la Real Academia Española de la Lengua atribuye al asterisco. Reconfigura su jerarquía desde la carga simbólica acumulada a través de los siglos. Ejecuta una operación etimológica legitimadora y sublimadora: el asteriskos (estrellita) griego original del que toma su nombre, remite directamente a las estrellas, a cuerpos autónomos con luz propia y potencia gravitatoria como para pandear la misma realidad.

El asterisco es el “pero” y el “más allá de” que aclaran y, a la vez, desafían (¿sabotean?) los términos que corona. Su aparición súbita en medio del flujo de la lectura lo convierte en un dispositivo de extrañamiento casi brechtiano en la lógica dramatúrgica seguida por el lector-espectador. Es un pequeño astro o incluso un agujero negro, que altera la realidad del texto. Y conduce a nuevos ejes dimensionales de sentido, hasta ese momento ignorados. Obliga al lector a romper con el ritmo y la empatía que establece con el relato. Lo alerta de las otras perspectivas subyacentes más allá del modelo asentado en el cuerpo “principal”. Devela lo eternamente incompleto que siempre será.

El asterisco es algo incómodo. La prensa en idioma chino gestionada por la comunidad inmigrante en Cuba fue algo incómoda tanto para el gobierno de Gerardo Machado como para el incipiente Gobierno Revolucionario de 1959 que aspiraba a dominar y prever todos los aspectos de la vida nacional. Ambos son caminos que no conducen a Roma, sino a otros destinos posibles y no menos genuinos que la ciudad que se cree eterna.

El escaso monto de ejemplares impresos, la manifiesta intención de no lucrar con los títulos a partir de un altruista empecinamiento promocional, la confluencia indiscriminada de caligramas —Caligramas y postales, Yornel J. Martínez Elías, 2014 y 2016–, poesía visual —Poesía visual cubana, antología a cargo de Rito Ramón Aroche y Martínez Elías, 2015; H terrible, Mario Espinosa, 2018; Exhibiciones, Javier L. Mora, 2021–, humor gráfico —Artoons, Pablo Helguera, 2017; Salomón, Santiago Armada Chago, 2017, curado por Caridad Blanco– y otros modos de expresión más saludablemente arduos de clasificar –como las Proclamas (2016) de Ezequiel Suárez–, hacen también de Ediciones* un epicentro anárquico que se deslinda de otros tantos grandes relatos, de otros tantos cánones estructurados mucho más allá de Cuba y sus hegemonías autóctonas.

Las publicaciones de un facsímil de la primera versión del texto El nuevo arte de hacer libros (2017) del pensador mexicano Ulises Carrión –publicado en la revista mexicana Plural en 1975–, del Manual anarquista de preparación artística (2019) del uruguayo Luis Camnitzer, y de los sardónicos y trágicos Artoons del también mexicano Pablo Helguera, funcionaría como una suerte de manifiesto tripartito de principios de Ediciones*. Martínez Elías los reproduce sin dejar de discutir con los presupuestos de estos autores, que impugnan desde sus respectivos parapetos las maneras institucionalizadas de hacer y leer los libros, los modos y propósitos de la creación artística, y la ineluctable dictadura del mercado del arte y los vicios derivados.

Los dos primeros títulos son utopías tan provocadoras como inviables,[2] al menos en la contemporaneidad inmediata y mediata. El tercero es una acre y pesimista mirada desde la “licencia del bufón” y la consabida “minoridad” a que siempre se ha reducido la gráfica humorística, a un status quo tan perverso como inevitable. Estas perspectivas integran dentro del catálogo-corpus de Ediciones* un trinomio que no se anula ni tampoco es cuadrado perfecto. Es una ecuación absurda y retadora que llama a discutir con todo, a generar microvariaciones, microfluctuaciones, casi clandestinas, en el panorama institucionalizado y siempre tendiente a la institucionalización.

Ediciones* y sus precedentes internacionales y cubanos,[3] generaron y generan, al decir de Martínez Elías, “fugas en el orden del discurso”. Se trenzan en su gran trama, lo subvierten desde el matiz, lo cuestionan desde el diálogo, sin nunca desatar una revolución arrasadora que conllevaría a la construcción y consolidación de otros órdenes hegemónicos.

Hay una voluntad, también cuasi utópica, de concebir un relato artístico-intelectual colectivo con todos y para el bien de todos, en el que todos, hasta el último pensador, tengan cabida, asentado en la necesidad intrínseca de expresar, luego ser. Existir y trascender desde la expresión pública, desde el gesto político, desde la participación en apariencia diminuta pero seminal, germinadora de procesos e ideas por venir.

Ahora, Chago y Nicolás Guillén Landrián, cuya papelería inédita está compilada en el próximo título de Ediciones*: Nicolás Guillén Landrián. Anarchivo (2025), son de por sí fugas en el orden del discurso, como las referidas por Yornel en la conversación con Timmer. Sus vidas y sus obras son apostillas muy incómodas al Gran Relato cubano. Son asteriscos punzantes que lo matizan, expanden, complejizan y reformulan.

El volumen Temporada en el ingenio, ensayo fotográfico de Chinolope, inédito desde su concepción en los años sesenta y publicado finalmente en 2024 por Ediciones*, con prólogo de José Lezama Lima, es también otro acto de completamiento (no complementario) a favor de un metadiscurso cultural cubano. Lo mismo para la otra “rareza” editorial y del arte político cubano que resulta Parábolas de la prensa de José Ángel Toirac, originalmente publicado en 1994 por su autor, y que Ediciones* replicó también como facsímil en 2018, desde la posible intención de resucitar un tomo casi espectral en su tiempo originario dada la escasa tirada y el secuestro oficial de gran parte de esta.

Martínez Elías añade otras nuevas líneas al diálogo necesario con estos artistas y sus artes relegados a una zona liminal a favor del relato hegemónico oficializado. Pero no los “rescata” o “rememora”, sobre todo a Chago y Guillén Landrián, desde una perspectiva historicista o meramente política, mucho menos como pintorescas estampas de una tradición. Más bien los invoca y los convoca desde el presente infinito que resulta el arte, imposible de mesurar desde concepciones temporales lineales o evolutivas, sino desde modelos más cercanos al rizoma y a lo fractal. O desde las lógicas radiales que sugiere la propia estructura visual del asterisco, con sus múltiples brazos o líneas de sentido que emanan desde un centro –o mejor, una esencia– hacia todos los lugares y tiempos, al unísono.

El asterisco de estas ediciones acota la cultura cubana y la cultura toda desde la particularidad y la intimidad de su gestor y sus autores publicados. Es una voz que desafía el enquistamiento de epicentros autodeclarados, y que dictan la geografía de los márgenes –es solo cuestión de cuál perspectiva logra erigirse en hegemónica–, cuando todo puede ser centro y borde a la vez.


Notas:

[1] La Voz de los Obreros y Campesinos (1928), Wah Kiu (1932), Man Set Yat Po (1953).

[2] En el prólogo a esta edición de El nuevo arte de hacer libros, su editora Jamila Medina Ríos lo califica de “utopía motivante pero improbable” y “callejón sin salida”, aunque los títulos de Ediciones* responden a no pocos preceptos de Carrión: “el libro, considerado como una realidad autónoma, puede contener cualquier lenguaje (escrito), no solo el literario, e incluso cualquier otro sistema de signos”; “es preciso aprehender el libro en tanto que estructura, identificar sus elementos y entender la función de estos”; “cada libro requiere una lectura diferente”.

[3] Las revistas Memorias de la Posguerra de Tania Bruguera; Diáspora(s); Lo que venga de David Mateo y Ernesto Leal; la colección Criterios curada por Desiderio Navarro; las ediciones Torre de Letras y la revista Azoteas, ambas gestionadas por Reina María Rodríguez, y la publicación P-350, concebida por el propio Martínez Elías y el poeta Omar Pérez.

ANTONIO ENRIQUE GONZÁLEZ ROJAS
ANTONIO ENRIQUE GONZÁLEZ ROJAS
Antonio Enrique González Rojas (Cienfuegos, 1981). Periodista y crítico de arte. Textos especializados suyos aparecen en publicaciones como La Gaceta de Cuba, Cine cubano: La pupila insomne, El Caimán Barbudo, Hypermedia Magazine, Altercine (IPS Cuba), Cine Cubano, Esquife, Noticias de Arte Cubano, Bisiesto (Muestra Joven ICAIC), Enfoco (EICTV), la revista del Festival de Cine de La Habana, y otras. Ha sido guionista de varios programas televisivos especializados en audiovisual como Lente Joven, Banda Sonora e íconos del celuloide. Ha integrado jurados de la prensa en eventos como el Festival de Cine de La Habana. Ha publicado libros de ficción y crítica de cine, entre los que se encuentran: Voces en la niebla. Un lustro de cine joven cubano (2010-2015) (Ediciones Claustrofobias, 2016) y Tras el telón de celuloide. Acercamientos al cine cubano (Editorial Primigenios, 2019). Un tercer volumen titulado “Críticas, mentiras y cintas de video” está en proceso de edición.

Leer más

Historia clínica de Alberto Roldán

La ruptura de Alberto Roldán con el ICAIC, así como su posterior exilio, condenaron a un lamentable olvido a 'La ausencia', su ópera prima.

Buena Vista Social Club en Broadway

Nuestro crítico musical Alan West-Durán se fue a Broadway a ver el musical del Buena Vista Social Club.

Revista ‘Mariel’. Segunda Época (1986-1987)

La segunda época de la revista 'Mariel' (1986-1987) dio continuidad al proyecto editorial que se había llevado a cabo entre 1983 y 1985 desde Nueva York.

Contenidos relacionados

Deja un comentario

Escriba su comentario...
Por favor, introduzca su nombre aquí