A casi siete años de haber sido expuesta un 28 de diciembre de 2018 en el espacio artístico independiente Studio 8, regentado por Juan Carlos Alom y Aimara Fernández, la obra visual del cineasta Nicolás Guillén Landrián (1938-2003) ha vuelto este abril a las paredes de otro territorio alternativo de La Habana: el estudio del artista Yornel Martínez Elías, localizado –diríase casi parapetado– en el laberíntico Palacio de las Ursulinas (Egido 517, entre Sol y Muralla, Habana Vieja).
La muestra Aunque tú, que bebe directamente de la organizada en Studio 8 bajo la curaduría de Orlando Hernández, suma un nuevo gesto cultural de la iniciativa “Derivas (activaciones contextuales)”, concebida en 2021 por Martínez Elías, según sus propias palabras, como una “plataforma colaborativa para el arte y la investigación” ante las altas cotas de acritud que alcanzó la esfera intelectual y artística cubana post-27N.
Dijo antes el creador que, en un “contexto caldeado por la falta de dialogo entre la institución y el gremio artístico y fracturado además por la emigración de muchos artistas”, consideró urgente abrir su estudio para “contribuir a una discusión de contexto que fomentara un ambiente menos hostil, mas empático y generar reflexiones hacia un bien común”.
Y un microentorno como este –un “espacio fluctuante que tiene como objetivo propiciar el intercambio de pensamientos, experiencias y crear vínculos de trabajo y colaboración”, según Martínez Elías– es zona propicia para esparcir apuntes, bocetos –“dibujos rápidos, fluidos, impremeditados”, tal como escribe Orlando Hernández en las palabras al catálogo–, pinturas, fotos y objetos de Landrián.
Todo regido por un criterio que puede calificarse de “anti-galerístico”, desafiante de la simetría, y definitivamente decantado hacia lo aleatorio, lo imprevisto, lo compulsivo, lo desaliñado y, sobre todo, lo entretenido. Gretel Alfonso Guillén, viuda de Landrián y albacea de su memoria, redactó a lápiz, directamente sobre la pared, los “pies de exponentes” de algunas de las piezas. Ninguna dista lo mismo de la próxima. Algunas penden de puertas, o son “contaminadas” por colgadores de bolsos. La geografía del estudio no fue alterada para acomodar las obras, sino que estas parecen infectar, dinamitar el calmo y pulcro orden que emana este espacio acicalado
Esta reimaginación o reformulación de Aunque tú, apuesta por el reguero cerebral, la (des)ordenación instintiva, y también por lo efímero, lo fugaz, incluso lo furtivo. Igual que la original, inaugurada a las 8:00 p.m. del 28 de diciembre de 2018 y finalizada al siguiente día, la secuela abarcó solo unas horas, entre las 11:00 a.m. y las 7:00 p.m. de este 11 de abril.
Pues la obra, la vida y la tragedia de Landrián siempre alcanzaron sus verdaderas medidas en los intersticios, obligadas a fluir a través de las más apretadas angosturas de la palestra cultural cubana; puestas contra la pared por una institucionalidad oficial que siempre se sintió arrinconada por el arte del director de Coffea arábiga (1968), Desde La Habana ¡1969! (1971) y Taller Claudio A. Camejo. Línea y 18 (1971). Una burocracia que no atinó más que a defenderse atacando el incordiante, herético genio que sumió al cine cubano en una saludable pero imperdonable crisis emergida de los más profundos cimientos del lenguaje audiovisual: crisis de estructura, riesgo estructural, trance supraestructural; imágenes en movimiento, gritos tipográficos, montaje perturbador, quebradura de todo lo que debía y siempre debe ser quebrado. Cine del quebrantamiento y la insoportable lucidez del ser.
La eterna proscripción de Landrián lo ha hecho sinónimo de escaramuza cultural, líder simbólico de la irregular guerra de guerrillas cuya extinción se ha convertido en una de las principales misiones y obsesiones del funcionariado cultural cubano. El Ministerio de Cultura (MINCULT) y sus dependencias devinieron una suerte de dirección de contrainsurgencia cultural, un departamento lleno de los bomberos piromaníacos de Bradbury.
Landrián es un espectro demasiado molesto, demasiado palpable y sobre todo muy presente, como espíritu tutelar de todo el cine independiente y radical que sobrevino después y protagoniza la contemporaneidad fílmica cubana hasta el día de hoy. Demasiado sincronizado con una época en que Marker, Mekas, Brakahge, Suzuki, Anger, Yoshida, Godard y tantos otros reconfiguraban la faz audiovisual del mundo.
Las obras que pudieron apreciarse en el estudio de Martínez Elías obedecen a una planificada improvisación, a un apresuramiento calmo y razonado; quizás emulando o proponiendo una suerte de modelo mental del creador que los gestó. Quizás se recrean los hábitats físicos y sensoriales en que Landrián generó el díptico pictórico Una ventana suiza a Yugoslavia (2002), y los cuadros El estiba, Un rostro absorto y Nocturno –todos estos datados en su postrer año 2003.
Como en sus películas, los ensimismamientos abstractos o las implosiones no figurativas de varias de estas obras se combinan con garrapatos violentos, relampagueantes. Su vertiginosidad atestigua las posibles tormentosas circunstancias en que fueron plasmadas sobre las frágiles hojas y cartulinas. Testimonian la consecuencia creativa de su autor, que tanto en el cine como en la pintura fue un creador visceral hasta los bordes del trauma. Un perturbador de la percepción, un provocador de la tensión y la intención. Años atrás, un buen amigo escultor, Osmay Caro, tituló una muestra personal In-tensión, y aquí aplica el término más que perfectamente. Landrián, artista de la “in-tensión”.
Varias fotografías, pegadas directamente en las paredes, reflejan obras que no están. ¿Vendidas, desaparecidas, perdidas? Yacen junto al artista que tampoco está. ¿Desaparecido, pedido, muerto, desencarnado? Pieza, autor, entorno y proceso confluyen en algunas piezas, ofreciendo diminutas cartografías creacionales, repletas de pistas que solo una observación aguda percibiría. Son mapas y tesoros a la vez. Conducen a los buscadores de riquezas hacia sí mismas. Resultan extensiones del mundo diaspórico registrado en el documental Inside Downtown (2001), codirigido entre Landrián y Jorge Egusquiza Zorrilla, que acompañó las dos Aunque tú proyectándose en bucle, atosigando a los presentes con los ecos de sus protagonistas, unidos en la voz múltiple de sus autores. El 28 de diciembre 2018 también se fijó en la historia como la fecha de la primera exhibición pública en Cuba de esta película.
Inside Downtown resume un manojo de supervivencias, resiliencias, remembranzas, melancolías, vagabundeos, y nostalgias de los exiliados. Es un fresco de lo liminal, que plano a plano se transforma en epicentro y eje. Así fue siempre la obra fílmica de Landrián: colectivos de rostros discernibles, muchedumbres nítidas, hordas de individualidades, ramilletes de sensibilidades que no dejan de mirar a los ojos a todas las épocas. Es una “exploración del pueblo cubano sin fallecer al encanto de las multitudes” que lo llevó “a tomar distancia del criterio vigente”, como apunta el crítico, ensayista y profesor cubano Dean Luis Reyes en su libro La mirada bajo asedio. El documental reflexivo cubano (Oriente, 2010), que presentó su colega Ángel Pérez en la tarde del 11 de abril.
Es este un libro tan importante como desconocido; igual que Landrián y su obra, que resultan los principales objetos de estudio del texto de Reyes, quien también analiza sus derivaciones e influencias en el cine cubano documental y ensayístico realizado con posterioridad. Un volumen que entiende la creación audiovisual de Landrián como rizoma cultural, representacional, estético, lingüístico, allende su via crucis político, más allá de su proscripción institucional.
Publicado al margen del sello editorial del ICAIC que emplazó, arrinconó y condenó al cineasta, y persiste en su renuente propósito de obliterarlo o al menos menguar su figura, La mirada bajo asedio… encontró propicio nicho en la Editorial Oriente, de Santiago de Cuba, que cuenta con una muy significativa colección especializada en análisis fílmico e historia cinematográfica cubana.


El regreso de Nicolás Guillén Landrián a La Habana se ha producido de a poco: en las versiones digitales de su filmografía que a inicios de los dos mil comenzaron a circular casi clandestinamente entre cineastas, investigadores y críticos; en este el libro de Reyes; en la extinta Muestra Joven ICAIC, alrededor de 2015; en Studio 8; en el Festival de Cine de La Habana, que exhibió las primeras restauraciones de sus películas; en los documentales Retornar a La Habana con Guillén Landrián (Julio Ramos y Raydel Araoz, 2013) y Landrián (Ernesto Daranas, 2022); en el tributo sitiado de la Asamblea de Cineastas Cubanos (ACC). Y ahora en las “Derivas…” de Yornel Martínez Elías.
Aunque ha sido tantas veces “echado en el abandono”, el camagüeyano es echado en el recuerdo y en el presente más veces aún. “El fin pero no es el fin”: fue su profecía. Nunca es el fin para él.