Vi a Danay Suárez por primera vez en noviembre del 2024, en Normandy Fountain, Miami Beach. Esa noche cantó sus temas más conocidos. Algunos formaban parte de la banda sonora de mis veinte años y otros pertenecían a su álbum más reciente. La energía con que interpretó cada canción y la fuerza de su voz en el escenario me empujaron a conocer más de aquella mujer.
No nos encontramos en un estudio en Brickell, ni en la Calle Ocho, ni en la zona del Downtown. Ark for Art, el espacio que dirige junto a su esposo, queda lejos del ruidoso centro urbano, en el barrio de Westchester, extinta zona industrial hoy transformada en un naciente distrito artístico. Me recibieron entre paredes blancas llenas de cuadros, guitarras y espejos.
Danay Suárez nació en la Habana hace cuarenta años. Como otros tantos jóvenes de su generación, comenzó con el hip-hop underground hacia finales de la década de los noventa. Sin embargo, su curiosidad artística la llevó a incursionar en otros géneros como el bolero, el jazz o el rhythm & blues.
Su estilo es melódico, pero tampoco sacrifica la combatividad propia del rap. Sus letras denuncian el consumismo y el sexismo en la sociedad moderna. Sin embargo, estas no son las únicas razones que definen el lugar que Danay Suárez ocupa en la escena musical cubana, sino su búsqueda de un mundo íntimo más complejo.
La tarde en que conversamos, me contó que dejó de hacer rap un tiempo largo porque le aburrió la palabrería y se reencontró con temas más espirituales y de simbolismo religioso. Pero ahora muchas cosas han cambiado. No solo retornó al rap, sino que está embarazada y espera su primer hijo.
¿En qué se diferencia Cambio de tus discos anteriores?
Es incisivo y no es tan inocente. Tu primer álbum suele ser muy inocente. Luego la gente te descubre y viene un álbum con más intención, hecho para impresionar, como es el caso de Havana Cultura Sessions. Después le sigue un álbum espiritual, en el que solamente quise ser muy fiel a la inspiración entre Dios y yo. Hasta que llega Cambio, donde hablo de cosas específicas, en un momento específico, para personas específicas. Esa es la diferencia.
¿Se puede asumir que este disco es el retorno al rap?
Sí, Cambio es como un retorno de esa Danay. «La perdimos, ya no hace rap», decían algunos. Dejé de hacerlo porque me aburrió, parecía un género muy fácil, aunque resulta sumamente difícil componer en tres minutos un discurso que sea coherente y traiga un mensaje sin líneas superficiales o simplemente con palabras que rimen. Yo también he pensado que cuando tenga 80 años, y me encuentre en un escenario tipo Omara [Portuondo], no voy a estar cantando rap. En mi carrera siempre he buscado el equilibrio entre el rap y el género canción, u otros estilos como el bolero o el tradicional. Primero porque me gustan, tengo la actitud y la capacidad, y segundo porque pienso en el futuro.

¿Estás al tanto del rap cubano actual?
Hay tres olas de rap cubano. Mi música comenzó a surgir entre la segunda y la tercera, junto a Los Aldeanos y otros grupos que se conocen. Los nuevos artistas no han cambiado el discurso en el plano político, ni han traído alguna novedad desde el punto de vista sonoro o de su habilidad para tratar la rima o el color de la voz. Para mí, el rap cubano actual está esperando que nazca un Mesías, por así decirlo, y aún se agarra de algunos viejos tentáculos dispersos.
No hay líderes. Cuando el artista solo reacciona al lugar que le da el gobierno, sus canciones se vuelven muy locales. No piensa en ir más allá y buscar cosas trascendentales. Si yo me hubiese quedado en el tema de la política cubana, que es pésima y abusiva, no habría llegado a otros sitios. Cuando te diriges a los valores morales de la gente, incluso a las cuestiones espirituales, conectas más con las personas que si hablaras de una situación específica. Faltan líderes allí.
¿Te reconoces aún en tus primeros temas de rap?
Me reconozco en algunos y otros no los canto porque no me identifico. Cuando comencé a hacer canciones, aunque no tenía la voz del todo preparada. Hoy mezclaría esos temas y los interpretaría mejor. Con las canciones de amor de pareja ya no tengo el mismo vínculo. Mi concepto sobre el amor cambió cuando conocí a Dios más allá de un libro, cuando mi interior tuvo un encuentro real con Dios. Hoy aconsejaría a las personas de una manera muy diferente sobre el amor y sobre los asuntos de pareja. No me nace cantar temas como «Lágrimas de soledad» o «Directo al alma».
¿Y el público te pide algunas de estas canciones?
Sí. Estuve hace poco en un concierto multitudinario en Colombia, alrededor de 100 mil personas, y al final del show empezaron a gritar: «Esta es para ti», «Esta es para ti». Ni siquiera la tenía preparada. Tuve que tocarla solo desde el punto de vista artístico, y en mi interior decía: «¿Por qué estoy cantando esto, si mi esposo está a mi lado?». Yo necesito mucho conectarme con lo que canto. Mi música trae un mensaje, no es un acto de entretenimiento, aunque me entretenga con ella. Hay que complacer al público y al mismo tiempo explicarles a las mujeres que no son un alma oscura y sombría, que es como arranca la canción. Eso ha sido difícil.

Me llama la atención que has mantenido con El B una relación artística muy larga, ¿qué me puedes decirme al respecto?
Bian siempre fue muy pensante e instruido, tiene una forma particular de abordar los procesos y los tiempos, a diferencia de Aldo, por ejemplo, que ha sido una persona más impulsiva. La relación se mantiene con uno, y no con el otro, porque todos hemos visto nuestra propia evolución. No ha tenido que haber un desenlace. No hemos colaborado mucho porque realmente hago pocas colaboraciones y a veces no hay tiempo. Pero, aunque a veces estemos en lugares de pensamiento muy diferentes, la madurez nos permite conciliar. En realidad, mantengo relaciones con muchos, igual con Papa Humbertico, que me ayudó a grabar mis primeras canciones.
¿Cómo comenzaste a creer en Dios?
Fue hace ocho o nueve años, aquí en Miami. Me iba muy bien. Tenía contratos con Universal Music, muchas giras, sin problemas económicos. Podía sustentar mi renta. Entonces todo me pareció muy predecible. Me aburrí. Tuve la sensación de haberlo vivido todo. A mí nunca me deslumbró el escenario de los Premios Grammy ni nada de eso, pero en aquel tiempo lo veía como una plataforma. Entonces empecé a observar las nubes y la naturaleza.
Encontré una perfección. El cielo nunca es el mismo, el tiempo pasa, pasan cosas, ¿por qué estamos aquí? Me preguntaba de qué nos valía dejar un legado, de qué nos vale la ambición de superarnos, si después todo va a ser olvidado. Ahí me dije: «Tiene que existir Dios. Tiene que existir un creador, algo que nos explique por qué estamos aquí, más allá de las cosas que podamos lograr terrenalmente».
Como no practicaba ninguna religión específica, y delante de mí había un librero con muchos libros de filosofía, incluidos el Corán y la Biblia, dije: «Dios, yo no sé quién tú eres. Todo el mundo dice que tú eres ‘esto’, ‘aquello’, lo ‘otro’, la energía, el universo. Si tú existes, revélate a mi vida y, si no existes, realmente esta vida es para mí como un pasar por pasar». Fue una necesidad tan sincera y, como Dios realmente existe, tuve experiencias espirituales que me transformaron.
¿Practicaste alguna religión antes?
Como toda cubana, yo tuve un tiempo que recibí mi Elegguá, mis guerreros, me rogué mi cabeza para aprobar un examen y cosas así. Pero siempre dije: «Si existe Dios, tiene que superar todos esos actos que tú haces, la paloma que tú pones, los caramelitos que tú le das a Elegguá, tiene que superar todo eso. Tiene que venir con esa paz verdadera que sobrepasa todo entendimiento, una mente por encima de tu mente que te entrega convicción». Una guía. Y eso era lo que necesitaba.
¿El crecimiento de tu fe religiosa influyó en tu trabajo?
Si, perdí muchísimos trabajos porque a uno le sucede algo en la primera etapa de transformación. Te enamoras tanto de las cosas espirituales que te olvidas que estás aquí en la tierra. Entonces hablas muchísimo sobre esto con las personas que quieres, y las asustas. La gente dice: «¿A esta que le pasó? Se volvió loca. ¿Qué hizo en Viña del Mar?» Entonces la industria piensa: «Ya esta va a pararse aquí a dar un sermón». Dejan de ver tu parte artística. Esa es la razón por la que Cambio viene a conciliar de alguna manera. Ahí digo: «Si esto es lo que tú quieres, mira, es fácil».
¿Crees que tu público ha tenido alguna ruptura con tu música después de que te enfocaras más en la religión?
Yo veo al público como los hijos que en un momento se van de la casa. A veces te preocupan, porque no entienden y son rebeldes. Luego pueden comprender lo que decían. Una persona con liderazgo siempre va adelante, rompiendo muros. Siempre tiene que abrir caminos que no existían y cargar con esa cruz. La cruz del desprecio y el rechazo por la incomprensión. Pero hay que tener bien claro que ninguno de esos comportamientos sociales puede detenerte o moldearte.
Yo puedo complacer hasta un punto, pero no bajarme del barco para el que nací. De hecho, en Cuba siempre busqué tener otra mirada. Las mujeres rapeaban con pantalones y querían imitar una postura de hombre. Yo llegué a los escenarios con mis letras y con mi estilo y era Danay. Aquí, en Miami, fundé mi propio espacio cuando los lugares disponibles para cantar no me parecieron adecuados, y cuando nadie se atrevió, y la gente solo pensaba en escalar en sus carreras, yo llevé un mensaje espiritual a los Grammy y a Viña del Mar. He sido la primera cubana en muchos aspectos históricos musicales. Hablo de mi generación, no de gente como Celia Cruz, que ya son otra cosa.
No me estoy vanagloriando. Es un tema de liderazgo. Los artistas suelen guiare por sus emociones, y yo trato de que me guíe el juicio. Ese juicio hace que uno enfrente muchos enemigos, muchos muros, pero no importa. El propósito es más grande que todo eso.

¿Cómo ha sido tu relación con Miami?
Esta ciudad vuelve grandes a los cubanos. Nos enseña a manejar, aprendemos de leyes y también de la parte más fría y apurada de la sociedad. Cuando yo llegué, no había Uber, ni tanta arquitectura como ahora, pero sí mucha prostitución en Biscayne [Boulevard], el área donde yo vivía.
Comenzaba el fenómeno de Winwood, lo más cultural que tenía cerca, pero casi sin espacio para la música. Empezaba un lugarcito, Lagniappe, con grupos locales, que hasta se veían mal por tocar en sitios así. Luego la vida cultural de Miami se enriqueció muchísimo. Mucha arquitectura, mucho desarrollo. Miami fue la ciudad que tuve que aprender a querer y a entender.
¿Cómo ves ahora mismo lo que sucedió en Viña del Mar hace ya más de siete años?
Como mismo lo vi en aquel tiempo. Primero, no me gusta volver ahí, son etapas de la vida en las que tienes que tomar decisiones públicas muy polémicas. Viña del Mar, depende de quién lo explique, trajo una repercusión diferente. Yo tuve la necesidad de enviar un mensaje espiritual en un lugar hipersexualizado, con niñas pequeñas que cantaban temas tan fuertes. Definitivamente fue un acto de valentía, pero impulsado por Dios.
Lo piensas es: «Yo no voy a perder un premio, no voy a echar a perder tantos años de carrera, no voy a generar estas polémicas, no voy a mostrarme con esta mirada más espiritual en un escenario tan grande». Mi intención quedó clara, un enfoque más espiritual que artístico. Hoy yo lo veo tal como fue. Lo de Viña va a ser eterno. La sociedad sigue hipersexualizada y todavía necesitamos un mensaje como aquel. Si lo analizas de principio a fin, te das cuenta de toda la eternidad que hay en él. Cuando yo no exista, ese evento aún tendrá la misma importancia.
Por último, quisiera preguntarte sobre el embarazo. ¿Cómo lo llevas?
Muy lindo, la verdad, porque perdimos dos embarazos antes. Es una de las cosas que me da potestad para hablar sobre el aborto. Fui una persona que voluntariamente, hace muchos años, tuvo tres abortos, y siempre me dolió. Cuando nace algo dentro de ti, una vida en tu interior, ya no se trata de tu vida. Es como si tú fueras el recipiente. Luego, ya con la intención de formar una familia, perdí estas dos barrigas, una detrás de otra. En ambas tuve que subirme a los escenarios. Y este último embarazo ha progresado bien. La alegría es grande, pero me cuido mucho.