Le parece que ha perdido lo único que era realmente suyo y que no pudo meter en la mochila con que subió al avión. Algo intangible. Inexplicable. Algo que no puede compartir con los de acá, que esperan agradecimiento, ni con los de allá, que la envidian tanto.
Duermo con pesadillas y la comida se me atraganta pensando en Maryam, en los tanques aproximándose a su casa, en esos niños que tiemblan bajo las frías luces de los hospitales. Algunos miran con ojos aterrados y fijos, como si aún estuvieran bajo el bombardeo. Una niña tendida en la camilla le pregunta a su tío mientras le curan unos rasguños en la cara: «¿Esto es real o estoy soñando?»
«Mientras que el gobierno cubano persista en definir la “vulnerabilidad” (de pobreza no quieren oír nada) a partir de la indigencia más tremenda o del desamparo/|fragilidad por edad, enfermedad o discapacidad, dejarán fuera una parte sustancial de la pobreza y pobreza extrema», ha dicho el economista Pedro Monreal.
La aspiración por una Cuba democrática no puede venir viciada de otras corrientes que se presentan contrarias a sistemas como al que rige en la isla, pero que replican todo tipo de fórmulas de control, censura y empobrecimiento similares a los que combatimos. El futuro no está en ningún líder ni en apuestas reaccionarias. Está sino en la voluntad de todo un pueblo por construir un país digno, libre, democrático y de iguales.