noviembre 12, 2025

Melissa y Gil, ambos a puertas cerradas

Alejandro Gil no solo está plantado sino que ha hablado más de la cuenta, más de lo que le pidieron, así que este se trata de un juicio no para condenarlo sino para silenciarlo definitivamente, para coserle la boca así como se les cose a los muertos
Juicio contra Alejandro Gil
(Ilustración: Mary Esther Lemus)

LA HABANA.- No tienen camas para los damnificados de Melissa porque quizás se lo gastaron todo en la cama extra grande que le han fabricado a Alejandro Gil. Tan inmensa (y a la vez tan dura) que ni siquiera los hijos fueron notificados del juicio, y hasta les hicieron en sus teléfonos ese “truco” de fastidiarles el acceso a internet que tanto usan y abusan con opositores, periodistas independientes y toda gente molesta, desobediente, gente de ellos mismos que ya por hartazgo, decepción o porque “la sangre pesa más que el agua”, echa a un lado el miedo y se decide a “dar el berro”.

No sé si la hija de Alejandro Gil se habrá percatado de su verdadera y peligrosa situación, pero todo apunta a que el castrismo ya la considera su enemiga y que, sin celebrarle juicio, la ha condenado antes que a su padre a ser una más entre los millones de cubanos y cubanas que se han resignado a que la “justicia” en Cuba es mucho más improbable que el retorno de la carne de res por la libreta. Y mucho más difícil de obtener que las libras de arroz y azúcar que aún deben de septiembre o agosto pasados.

Quizás aún ni siquiera se entera de lo que significa que su vida dependa de una libreta de racionamiento y de un miserable salario, en moneda nacional, de esos que su padre se prestó con entusiasmo y confianza a arruinar con la Tarea Ordenamiento. Aún no sabe lo que es estar regulada y perseguida, de ser marginada y prohibida, porque aún no se recupera del trauma que implica dormirse una noche embriagada por las “mieles del poder” y despertar en la mañana aturdida por el olor fétido que despiden los descartados, los desechados, los entregados en sacrificio al patíbulo en nombre de la revolución y el socialismo.

Porque es una cama, tan incómoda como maloliente, el juicio no podía ser de otro modo que a puertas cerradas, y quizás si no hubiera habido un huracán tan devastador de por medio, destapando la miseria añeja y profunda que es obra exclusiva del “dios Fidel” y su fanaticada oportunista, ni siquiera habría juicio al Gil, ni noticias (o rumores) más allá de la de su muerte “repentina” en una celda o en la casa familiar, obligado a esconderse y guardar silencio a cambio de que le perdonen la vida.

Pero, desafortunadamente, pasó Melissa y se hizo imprescindible el circo para que la devastación y los abandonos, tan peligrosamente reveladores, al igual que el juicio, transcurran a puertas cerradas.

Como a puertas cerradas, para que nadie o muy pocos se enteren de la verdadera magnitud del infierno, ocurren en este momento los contagios, las muertes por dengue, por desnutrición más que por chikungunya y gripes (que normalmente no deberían ser mortales), y aumentan las depresiones profundas, los suicidios, las mentes que buscan refugio rápido, temporal y barato en el “químico”, en el alcohol y en la resignación, en la apatía, peor que en cualquier otra droga.

No sé de dónde sacaron los ingenuos que pedían juicio público tanta confianza en el “clamor popular” cuando aquella “orden de combate” del 11 de julio de 2021 no dejó dudas, entre palizas, encarcelamientos y condenas injustas, sobre lo que son capaces de dar al pueblo cuando se torna demasiado exigente.

Si pierden la compostura porque una anciana les mendiga una cama para dormir o para echarse a morir no es difícil imaginar el enfado que les produce el reclamo de un juicio público donde se harían públicas cosas más escandalosas que la falta de empatía, que el despotismo, que la insensibilidad. Cosas que, a corto plazo, hasta pudieran decidir el destino final del propio Miguel Díaz-Canel, al que ya le ajustarán cuentas una vez que pase el escándalo y parezca que escapó sin “daños colaterales”.

Si obligaron a la misma anciana a cambiar su historia así como obligaron a aquel médico a retractarse de su protesta, ¿qué no harían con Gil por tal de callarlo? Y mientras más insista en contar la verdad, menos pública y más improbable será su oportunidad de defenderse.  

No había la más mínima posibilidad de que el juicio a este chivo expiatorio de temporada se hiciera público ni de que tampoco haya transparencia y tengamos la verdad una vez concluido. No porque se trate de un inocente sobre el que lloverán culpas ajenas sino porque se trata de un cómplice demasiado culpable que, al sacudirse la sangre de encima, porque pesa mucho más que el agua, sin dudas teñirá de rojo intenso incluso al mismísimo juez que dictará sentencia.

Alejandro Gil no solo está plantado sino que ha hablado más de la cuenta, más de lo que le pidieron, así que este se trata de un juicio no para condenarlo sino para silenciarlo definitivamente, para coserle la boca así como se les cose a los muertos para que luzcan bonitos en el momento más feo.

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