octubre 4, 2025

La dignidad de José Daniel Ferrer

La dictadura cubana no solo reconoce (para sí y para ciertos interlocutores) la existencia de presos políticos en la Isla sino que, además, los somete a tratos denigrantes.
José Daniel Ferrer
José Daniel Ferrer (Foto tomada de El Estornudo)

LA HABANA, Cuba. – La carta de José Daniel Ferrer García que hoy circula en las redes y es noticia en los medios de prensa independientes está fechada el 10 de septiembre y se refiere a una sostenida situación de chantaje y demás presiones que se remontan a fechas muy anteriores, desde cuando se hace evidente que existía, por parte del régimen cubano, no solo la intención de sacudirse de encima al demasiado molesto líder de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU) sino, y es lo más importante, utilizarlo como instrumento para “trabajar” un diálogo político con el gobierno de Estados Unidos.

Es esencial atender las fechas porque hace apenas unos días, es decir, cuando ya el Ministerio de Relaciones Exteriores tramitaba y negociaba el proceso de exilio del opositor —que como único pudiera consumarse sería reconociendo la condición de preso político de José Daniel Ferrer— el vicecanciller cubano Carlos Fernández de Cossío, en conversación con el periodista Mehdi Hasan, no solo negaba que existiera tal categoría de condenados en las cárceles cubanas sino que intentaba desacreditar el trabajo de Amnistía Internacional acusándola de mentir en sus informes.

Con las revelaciones hechas desde la prisión de Mar Verde, donde se percibe el viejo modus operandi de la dictadura —que sin nada más que ofrecer que aquello que atesora en sus mazmorras, busca “negociar” por otra bocanada de oxígeno—, no solo reforzamos nuestra certeza sobre quiénes son los verdaderos mentirosos, sino que contamos con otra prueba de que la dictadura no solo reconoce (para sí y para ciertos interlocutores como el Vaticano, la Casa Blanca y hasta la Unión Europea) la existencia de presos políticos en la Isla sino que, además, los somete a tratos denigrantes con consciencia e impunidad total. A ellos y a sus familiares.

Sin embargo, ese cúmulo de pruebas y certezas sabemos que no nos sirve de mucho. Que esa práctica del castrismo se sostiene en la hipocresía con que el mundo (junto con los mismos cubanos a los que no les importa vivir en la opresión) observa los crímenes y hasta los admite como “moneda de cambio”, aun a sabiendas de que, aceptando a los presos políticos como trueque en las mesas de diálogo, se perpetuará infinitamente ese ciclo de detención-prisión-exilio que repercute a su vez en la perpetuación de la dictadura, siempre hasta el próximo “intercambio de prisioneros”.

José Daniel Ferrer es consciente de esa maquinaria, así como de los oscuros propósitos del castrismo, y es por eso que pone por delante la dignidad, a pesar de estar en una encrucijada mortal. Él junto con su familia. Y a pesar de que, como castigo por la denuncia pública, se pueda frustrar el plan de salvación personal que no tuvo la oportunidad de elegir, sino que le lanzaron a la cara como otra de las tantas torturas a las que ha sido sometido.

Conociendo la naturaleza humana de José Daniel Ferrer, su auténtica vocación de luchador por la libertad, se intuye cuán torturante puede ser para él aceptar que sus verdugos lo usen como vocero para forzar un diálogo político que solo serviría para reforzar esa maquinaria represiva a la cual se ha opuesto frontalmente durante años.

Pero la desesperación del régimen cubano, que sin dudas es superior a la de otros tiempos, es demasiado evidente cuando esta carta fechada el 10 de septiembre la conectamos con otros acontecimientos (aparentemente ajenos) que la han rodeado, todos enfocados en esa necesidad de diálogo, por medio del “allanamiento del terreno”, quitando solo algunos de los “escollos” que pudieran molestar a los que deben ser convencidos de que, a pesar del aumento de la represión, existe una “voluntad de diálogo”. Aunque “diálogo”, para la dictadura cubana, ya sabemos que no significa “compromiso”, sino tiempo por ganar, y tontos por engañar.

En tal sentido, la muerte de la connotada terrorista estadounidense Joanne Chesimard el 26 de septiembre —anunciada precisamente por medio de una nota de la Cancillería cubana— ha sido demasiado repentina como oportuna (demasiado poco creíble) en tanto sucedió “milagrosamente” en un momento en que no podían llegar a Nueva York buscando diálogo, vendiéndose como víctimas y jurando que no patrocinan el terrorismo.

No sé si es porque estoy demasiado predispuesto con tantas “casualidades” y tan molesto con sus continuas mentiras, pero esa “nota oficial” huele más feo que el cadáver en cuestión. Lo cierto es que, de ocurrir mañana esa negociación que tanto desean, ya la devolución de la Chesimard no será tema a tratar.

Así, conectada y no por azar con la bandera blanca que ondean con disimulo, la propuesta denunciada por Ferrer aparece precisamente cuando las entrevistas ofrecidas a los medios de prensa estadounidense —tanto la de Fernández de Cossío a  Mehdi Hasan, como la de Bruno Rodríguez Parrilla a la CNN—, han saturado el ambiente con un exceso de llamados al diálogo, pero igual con la promesa de que, apoyarían a Venezuela en caso de un conflicto bélico, pero solo en el plano sentimental.

¿Solo hasta ahí? Ya sabemos, por lo sucedido con los mercenarios cubanos al servicio de Moscú, que la palabra del régimen cubano no vale lo que esperan cobrar por ella cuando la venden como “verdad”. Como tampoco, a juzgar por la obsesión que demuestran, es la verdad sino el dinero hasta donde están dispuestos a llevar la conversación con el Gobierno de Estados Unidos, aunque de boca hacia afuera alardeen de su fidelidad a la “causa palestina” o de sus desesperadas alianzas con China y Rusia, cartas que sacrificarán apenas cuando alguien con el poder suficiente para sacarlos del atolladero donde se encuentran les pida que las volteen sobre la mesa.

Lo que no tienen en cuenta los “neocastristas” de la “continuidad” es que ya esos tiempos de dialogar sin compromisos, y con solo otro paquete de presos políticos como única moneda de cambio, quedaron atrás con Barack Obama; y que no supieron aprovechar la oportunidad de aquellos días para obrar con decencia, cuando, incluso sin la carga pesada de ser honestos, podían marcharse hasta con los bolsillos llenos, pero ahora solo tienen la mentira y las causas perdidas de su lado, y andan desesperados intentando hacerla pasar por objeto de valor.

José Daniel Ferrer sabe eso quizás mejor que nosotros, y es por eso que usa la palabra “dignidad” cuando alguien pretende de él algo tan indigno como el convertirse en herramienta de diálogo en favor de la dictadura.

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Efraín González

Bajo este seudónimo firma sus artículos un colaborador de Cubanet, residente en la isla por temor a represalias del régimen.