MADRID, España.- El Plan de Salvación Nacional, presentado por la Asamblea de la Resistencia Cubana (ARC) con el respaldo de distintas organizaciones opositoras, no solo propone el Paro Nacional como estrategia de desobediencia civil, sino que también diseña una hoja de ruta institucional para lo que denomina un Gobierno de Transición. La propuesta busca sentar las bases de un sistema democrático después de más de seis décadas de autoritarismo en la Isla.
La devolución de la soberanía como mandato central
El documento establece que el objetivo supremo del proceso transitorio es “la devolución de la soberanía y sus instrumentos al pueblo cubano, en la menor cantidad de tiempo posible”. Esa premisa articula todas las medidas diseñadas para que, en un plazo de entre 18 y 24 meses, se sienten las condiciones de una democracia funcional.
La propuesta subraya que ningún miembro del Ejecutivo de transición podrá aspirar a puestos electivos en las primeras elecciones. Se trata de una salvaguarda frente al riesgo de que quienes lideren la transición pretendan perpetuarse en el poder, una dinámica repetida en otros contextos latinoamericanos.
El Gobierno de Salvación Nacional, según el Plan, deberá organizar “bases institucionales republicanas que potencien la toma de decisiones colectivas de manera transparente y libre”. En otras palabras, el diseño político no será impuesto desde arriba, sino sometido a la voluntad popular.
Consejo Nacional de la República: un órgano plural y temporal
El Plan contempla la creación de un Consejo Nacional de la República, integrado por 51 representantes de la resistencia, que tendría la misión de elegir un Ejecutivo Provisional. Este Consejo se concibe como órgano deliberativo y consultivo, con la función de aprobar una Ley Constitucional provisional inspirada en la Constitución de 1940, reconocida como el texto más democrático en la historia republicana cubana.
Entre sus disposiciones más tajantes está la exclusión del Partido Comunista de Cuba, al que se define como “una empresa criminal conjunta que ha conspirado para robarle sus derechos y libertades al pueblo cubano”.
El Consejo incluiría también a líderes de las fuerzas armadas “de cualquier rango actual que patrióticamente sumen sus esfuerzos a la lucha del pueblo cubano por su libertad”. Ese detalle es clave: busca involucrar a militares que puedan garantizar estabilidad en el tránsito hacia una nueva etapa.
La visión de Luis Zúñiga
En su conferencia ¿Por qué no hay que temer al cambio en Cuba?, el expreso político y opositor Luis Zúñiga subrayó la importancia del papel militar en un eventual proceso de transición: “Las fuerzas armadas van a tener un rol fundamental porque van a tener que garantizar la estabilidad del país. Tiene que haber paz”. Para Zúñiga, la estabilidad es la condición primera para que cualquier gobierno provisional pueda impulsar cambios estructurales.
El Ejecutivo Nacional Provisional: tres cabezas y un mandato limitado
El Ejecutivo Nacional Provisional estaría conformado por un presidente y dos vicepresidentes, residiendo todos en el territorio nacional. Sus atribuciones inmediatas serían la creación de un Consejo Jurídico provisorio para reconstruir el sistema judicial y la puesta en marcha de una auditoría financiera completa sobre el estado de la República.
El Plan establece que este Ejecutivo gobernaría por decreto, en consulta con el Consejo Nacional, hasta la celebración de elecciones multipartidistas en un plazo no mayor de 12 meses. A partir de ahí, correspondería al Congreso decidir entre restaurar la Constitución de 1940, actualizarla o elaborar una nueva.
Luis Zúñiga complementa esta idea con un enfoque económico. Para él, una de las tareas más urgentes del futuro gobierno será devolver propiedades confiscadas, privatizar empresas estatales y crear un fondo de compensación y crédito para los cubanos de la Isla. “El Estado cubano no tiene por qué estar administrando hoteles ni ser dueño de nada. El gobierno tiene que ser una entidad que recibe un dinero y lo redistribuye para las necesidades de la nación”, afirmó.
Su planteamiento se alinea con el espíritu del Plan, que insiste en desmontar el control absoluto del Estado sobre la vida económica y abrir espacio al sector privado como motor de desarrollo.
Reorganización del sistema electoral: garantías para un voto libre
Uno de los apartados más detallados del Plan es el relativo al rediseño del sistema electoral. La propuesta plantea una secuencia:
- Creación de un Congreso de la República que, en 12 meses, redacte una propuesta constitucional.
- Un plebiscito nacional para aprobar o rechazar esa constitución en un máximo de 24 meses.
- Elecciones libres y multipartidistas para establecer el poder ejecutivo.
El texto establece 10 pasos técnicos para garantizar transparencia: desde la actualización del censo y el derecho al voto de los cubanos en el exterior, hasta la supervisión de observadores internacionales, el financiamiento equitativo de campañas y la posibilidad de candidaturas independientes.
El objetivo es que las elecciones reflejen, en palabras del documento, “la independencia y la participación justa y plural de todas las fuerzas políticas que decidan participar”.
Oportunidades y futuro: una visión optimista
El Plan insiste en que la transición debe ser corta, clara y legítima. Zúñiga aporta una visión más optimista al describir el potencial económico de la Isla en un escenario poscomunista:
- Propiedad y privatización: “Con toda esa riqueza de privatización de hoteles, de resorts, de restaurantes, de propiedades del Estado, se va a crear un fondo… de donde se darían créditos para todo el que quiera poner un negocio”.
- Vivienda: parte de esos fondos se destinarían a la reconstrucción de viviendas, ofreciendo hipotecas accesibles para las familias cubanas.
- Deporte y cultura: Cuba, dijo, es una cantera de deportistas y artistas que podrían insertarse rápidamente en el mercado internacional, generando ingresos millonarios.
- Inversión extranjera: “Cuba tiene una posición estratégica formidable. ¿Cuánto cuesta transportar desde Cuba a Estados Unidos? Es una bagatela”, señaló, anticipando una avalancha de inversión en industrias tecnológicas, metalúrgicas y de salud.
En este sentido, la transición no solo busca restaurar la democracia, sino también ofrecer oportunidades inmediatas a los ciudadanos.
Salud, educación y servicios básicos
Zúñiga también recordó que antes de 1959 Cuba contaba con hospitales públicos gratuitos y clínicas mutualistas de alta calidad, desmintiendo la idea de que la Revolución fue la única que garantizó servicios sociales. “La atención médica no es un privilegio del régimen comunista. Existía antes de la Revolución en un sistema libre de economía de mercado”, afirmó.
Para el opositor, recuperar esa red de salud y educación públicas, combinadas con la libertad de iniciativas privadas, será un elemento central en la legitimidad del nuevo orden democrático.
Retos y preguntas abiertas
El diseño del Gobierno de Transición plantea grandes retos:
- Cómo garantizar estabilidad en medio de la represión y la falta de instituciones independientes.
- De qué manera asegurar que la exclusión del Partido Comunista no contradiga el principio de pluralismo político.
- Cómo gestionar la reinserción internacional de Cuba en el contexto geopolítico actual.
Pese a estas incógnitas, tanto el Plan como la visión de Zúñiga coinciden en que el mayor error sería temer al cambio.
Entre el plan y la esperanza
El Gobierno de Transición del Plan de Salvación Nacional ofrece un itinerario institucional preciso. Luis Zúñiga, por su parte, recuerda que ese camino no solo es posible, sino que está cargado de oportunidades inmediatas para la ciudadanía: desde vivienda y empleo hasta salud, educación y desarrollo profesional.
La transición será el inicio de una Cuba donde el Estado deje de ser dueño absoluto de la vida de sus ciudadanos y se convierta en garante de sus derechos y libertades.
“No le tengan miedo al cambio, lo que le tienen que tener miedo es a la monstruosidad que tienen ahora”, insistió Zúñiga. El Plan de Salvación Nacional, con todas sus limitaciones y desafíos, busca precisamente trazar ese puente entre la opresión y la esperanza.