Una selección de cinco importantes títulos del cine cubano amateur filmado en la segunda mitad del siglo XX, curada por el colectivo Archivistas Salvajes, se exhibirá el sábado 18 de enero en la capital argentina como parte de la semana de cine recuperado “Más allá del olvido” (MADO), que organizarán del 15 al 19 de este mes el Museo de Arte Latinoamericano (MALBA) y el Museo del Cine de Buenos Aires.
Archivistas Salvajes –integrado por los realizadores Lucía Malandro, Daniel Saucedo y Josué García, y el investigador Fabio Miguel Quintero, quienes se dedican a la investigación, remasterización y reparación histórica del cine relegado a los márgenes del audiovisual profesional e industrial cubano– eligió para su proyección en la sala del MALBA cuatro cortometrajes de ficción y un documental rodados entre 1958 y 1991 en zonas del occidente y el centro de Cuba.
Del año 1958 data El cayo de la muerte, filmado en 8 mm –el resto de las películas de la muestra se rodaron con película de 16 mm—, dirigido por Vicente Cruz y producido por el Grupo Local de Aficionados de San Antonio de los Baños, en la actual provincial de Artemisa. Ya en los albores de la institucionalización centralizadora de la producción fílmica en Cuba, a manos del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), se gestó el segundo título más añejo de la curaduría, La tísica (Rolando Zaragoza, Milton Macedas, Tulio Raggi; 1964), a cargo del capitalino Grupo Experimental Cubanacán.


En medio del auge de la producción alternativa apadrinada por el ICAIC como órgano representante de los cineclubes, que tenían una importante plataforma divulgativa y medianamente jerarquizadora en el festival Cine Plaza, así como un espacio de pensamiento y formación en los talleres de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), el entonces adolescente Terence Piard rodó Figuras en el paisaje (1987), certificado por los cineclubes habaneros Sigma, C.A.S.A, René David Oses y Focus.
Ya en 1991, Manuel Marzel presentó Evidentemente comieron chocolate suizo (último rollo) –donde aparece acreditado como como Manuel Marcel–, coproducido entre el Cineclub Sigma, la AHS y el ICAIC. La obra más reciente entre las seleccionadas se ubica en una relevante etapa del cine nacional, cuando se definió una generación de cineastas a la cual pertenece el propio Marzel y otros como Juan Carlos Cremata (Oscuros rinocerontes enjaulados, La época, El Encanto y Fin de Siglo), Jorge Molina (Molina´s Culpa) o Enrique “Kiki” Álvarez (Sed, La ola).
El documental que matizará genéricamente esta muestra en MADO es Una tradición centenaria (1990), título de corte antropológico dirigido por Miguel Secades, Rafael Torren, Rudys Reyes, miembros del Cine Club Cubanacán en la ciudad de Santa Clara, actual provincia de Villa Clara, el cual registra la ejecutoria de singulares rituales religiosos de corte afrocubano en grupos familiares portadores de la región de Camajuaní.
Las copias programadas de El cayo…, Figuras… y Una tradición… fueron remasterizadas por los Archivistas Salvajes como parte de su proyecto “Los subterráneos”, que contó con la colaboración de la Elías Querejeta Zine Eskola en San Sebastián, País Vasco, de la que son egresados Malandro y Saucedo y en la que actualmente están matriculados Quintero y García.
El cayo de la muerte, concebido originalmente como una obra silente que se narraba en vivo en cada exhibición (según el historiador local Mario Miqueli y luego el propio realizador Vicente Cruz), cuenta para su exhibición contemporánea con música, o más bien atmósfera sonora, del director, compositor y escritor cubano Rafael Ramírez (Diario de la niebla, Los perros de Amundsen, Las campañas de invierno), residente actualmente en Grecia.
Evidentemente… fue restaurado por su director, Manuel Marzel, en colaboración con la Filmoteca de Valencia, ciudad española donde reside, mientras que la única copia disponible de La tísica es una versión digital que sobrevivió a la muy probable extinción de todas sus copias impresas en celuloide, lo que imposibilita una restauración física.
Los redescubrimientos de los Archivistas Salvajes apelan a (re)concebir el cine nacional como un proceso continuo a pesar de la coyuntura, el trauma y las resignificaciones viscerales que experimentaron las miradas y los modos fílmicos en Cuba a partir de la Revolución de 1959 —que implicara, entre tantas cosas, prácticamente la obliteración de las obras gestadas entre 1898 y 1958 por muchos cineastas y estudios. Ambas épocas contaron con realizadores que generaron discursos audiovisuales allende los rediles oficializados tanto por circuitos comerciales como por gobiernos, trazándose así un perímetro historiográfico diferente.
Dicha muestra gana en el MADO una nueva plaza para ese cine cubano apenas sistematizado en los estudios fílmicos en torno a la isla, apenas historiado en los repasos académicos y críticos.


En conversación con Rialta Noticias, los Archivistas reflexionan líricamente: “Nadie quiere admitirlo, pero «en este mundo toda tumba está vacía». A pesar de ello, los viajeros llegan emocionados a los cementerios a ver dónde están enterrados sus héroes, sus ídolos, como si esa persona fuera un enfermo grave que esperara visita. Esto pensaba el escritor cubano Manuel Díaz Martínez mientras contemplaba la tumba (vacía) de Franz Kafka”, dicen. “Nosotros tampoco quisimos creer y cavamos y cavamos en las fosas comunes de una isla que sueña con quedarse vacía. Cavamos hasta enterrarnos nosotros mismos, hasta llegar a un estrato de la tierra donde nos vimos rodeados de huesos, de los restos mortales de una humanidad que reclamaba su lugar en la historia”.
Así evocan este proyecto de arqueología audiovisual: “Emergía a nuestro alrededor un universo de imágenes proscritas, extrañamente cargadas de humor, un mundo a medio borrar. Toda película perdida siempre reaparece incompleta, pero sobre la emulsión siempre quedan rastros imborrables: el goce de la muerte, la muerte del goce. Justo lo que ha sido para el colectivo Archivistas Salvajes este proceso”, dicen, y lo asumen todo como “un viaje en un tiempo que no se recordaba que había existido, que quizá no existió y que lo hemos inventado con el mismo atrevimiento de quienes filmaron en 1958 una [película de] ciencia ficción, El cayo de la muerte, como el adolescente que en 1986 vio unas Figuras en el paisaje, como el grupo de amigos que infectaron a La tísica en la Cuba de los sesenta… Aunque no es Una tradición centenaria, el filme Evidentemente todos comieron chocolate suizo ofrece posibles formas de regresar con ansiedad a la historia del cine amateur cubano. La misma ansiedad que nos genera el absurdo de un goce sin muerte”.


Previo a la exhibición bonaerense, los Archivistas Salvajes participaron en la curaduría de la muestra “En la otra isla”, que como parte del programa Klasikoak del 72º Festival de San Sebastián, celebrado en septiembre de 2024, proyectó una amplia selección del cine cubano realizado en las décadas del sesenta, el setenta y el ochenta. El equipo aportó los documentales Nace una plaza (Miguel Secades y Miguel García, 1988) y la referida Una tradición centenaria, ambos gestados por el Cineclub Cubanacán.
Apenas un mes después, los días de 29, 30 y 31 de octubre pasado, la Cineteca de Madrid acogió una selección mucho más amplia de las películas reparadas –tanto en el sentido técnico como en el histórico– por este colectivo. El programa estuvo integrado por Lobos de mar (Vicente Cruz y Eulalio Cruz, 1955), Perrez (Armando Pintado, 1981), La cruz de mayo (Miguel Secades y Miguel García, 1988), A Norman McLaren (Manuel Marcel, 1991), Pirámide (Miguel Coyula, 1996), Habana solo (2000) y Enigmas versiformes (2019), ambas dirigidas por Juan Carlos Alom, Opus Habana (Ricardo Vega, 2022), y Nace una plaza, así como por las cinco películas que ahora se exhibirán en Buenos Aires.
Para el próximo 7 de febrero, los Archivistas Salvajes invitan –junto al proyecto argentino Archivos y activaciones— al taller online “Construir ruinas o cómo armar un archivo subterráneo” a fin de compartir sus experiencias e “iniciar un camino hacia la restauración fílmica y el rescate de archivos marginados o incompletos”, según reza la convocatoria, que promete “herramientas teóricas y prácticas para la creación, gestión y activación de archivos audiovisuales independientes”.