Corto censurado ‘Matar a un hombre’ se proyectará en espacios alternativos de La Habana

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Fotograma de ‘Matar a un hombre’; Orlando Mora dir.(cortesía de Orlando Mora)

El cortometraje de ficción Matar a un hombre (2024), del director cubano Orlando Mora Cabrera, se proyectará esta semana en espacios alternativos de la capital cubana.

El próximo martes, en la Fundación Ludwig de Cuba, la pieza censurada se proyectará junto a Azul Pandora, de Alan González, en una cartelera “en colaboración con la EICTV [Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños]”, según anunció la institución en Facebook.

Asimismo, el corto será proyectado alrededor de las 8:00 de la noche del próximo jueves 19 de diciembre en los predios de la Embajada de Noruega en La Habana, como parte de su espacio habitual Cine Bajo las Estrellas, luego que el oficialismo cultural cubano censurara su exhibición durante las jornadas del recién concluido 45 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.

Aunque esta película en específico no contó con el financiamiento del Fondo Noruego para el Cine Cubano, su director ha sido beneficiado anteriormente dos veces con estos presupuestos, que impulsan y facilitan gran parte del audiovisual independiente contemporáneo concebido y ejecutado por naturales del archipiélago.

En 2018, el proyecto de corto Gemini (2022), que Mora Cabrera presentó como tesis de graduación de la carrera de Dirección de la Facultad de Medios Audiovisuales del ISA (más conocida como FAMCA), obtuvo este apoyo. Y en su más reciente convocatoria, un segundo proyecto suyo de ficción, titulado Celeste, fue igualmente beneficiado para comenzar su rodaje en próximas épocas.

Ese día además se proyectarán Cuando el viento, dirigida por Lisa María Velázquez Serrano; La última pelea, dirigida por Jorge Molina; y Nara, dirigida por Rosa María Rodríguez Pupo.

“Los directores y personas claves de estas producciones estarán presentes para compartir sus experiencias. Además, conversaremos sobre su colaboración con el Fondo Noruego para el Cine Cubano. Será una noche para celebrar el talento joven, la creatividad, y la libertad de contar historias que nacen desde el corazón”, se lee en le anuncio hecho en Facebook este lunes por la sede diplomática.

De esta manera, esta semana, los públicos cubanos podrán al fin visionar la historia de obsesión y muerte que cuenta Matar un hombre, protagonizada por Javi (Ángel Ruz), un bailarín exótico y estrella de un cabaret semiclandestino regentado por Kiriam (Kiriam Gutiérrez). El joven se convierte en objeto del deseo de un oficial de varias estrellas nombrado Castillo (Eduardo Martínez), y su inminente emigración, ante la imposibilidad de progreso en su país, provoca el violento acoso del uniformado, quien echa mano de toda su brutalidad machista para forzar a Javi a permanecer en Cuba y proseguir el lóbrego romance.

En breves pero intensos momentos, el personaje se ve lanzado a un cul de sac desesperado, y la rebelión violenta es la única solución que Javi halla para librarse del acoso de Castillo, un sujeto empoderado por el estatus de sus grados, que lo inscriben en una casta social superior, allende las leyes y la moral.

Matar a un hombre resume en la brevedad de su relato, toda la tensión y la intensidad del instante en que la víctima deja de ser un sujeto recesivo, se libra de la sumisión, rompe el pedestal mental que le ha erigido a su represor, y sentándose sobre un trono de sangre, proclama su reinado definitivo sobre sí mismo.

Los planos cerrados; la fragmentación de la danza inicial de Javi, que de erótica deviene ceremonial de batalla; la concepción del ambiente asfixiante y sombrío; el énfasis en los fluidos corporales –sudor, sangre–; las miradas ardientes estimuladas por un diestro trabajo con los actores, favorecen que casi puedan percibirse los ríos de adrenalina, que se pueda palpar la transfiguración del miedo en valor desesperado.

Con este relato, la película parece haber cometido un “pecado representacional” imperdonable para un régimen esencialmente heteropatriarcal, homofóbico y machista, que deposita en los militares y policías el mayor simbolismo viril, ligado sin remedio al de “soldado revolucionario” –una de las tantas expresiones del ajado modelo de Hombre Nuevo.

La cinta de Mora Cabrera es una de las pocas a lo largo de la historia del audiovisual nacional en incluir un personaje militar con gustos homosexuales, que debe reprimirse en su vida pública y satisfacer sus pulsiones en las tinieblas de antros como el cabaret de Kiriam y Javi. Parece que cavó demasiado profundo en el frágil, atormentado y brutal orgullo de un Estado policial militar de (ciertos) hombres, para (determinados) hombres y con los hombres (escogidos).

El militar que interpreta Martínez comete, de todas las corrupciones permitidas por el régimen, quizás la única imperdonable. El pecado capital que no merece perdón, ni para el soldado más humilde, ni para el oficial con más estrellas y medallas. Aquí pudiera residir la razón del particular encarnizamiento de que fuera objeto la película por parte de los censores civiles o policiales que hayan determinado su impreciso veto.

Según denunció Orlando Mora Cabrera el pasado domingo en sus redes sociales, Matar a un hombre nunca fue abiertamente vetada por ningún funcionario, pero sí fue perseguida por los copiosos apagones que afectan la cotidianidad de los cubanos, y dieron al traste con no pocas sesiones del Festival programadas en las pantallas del multicine Infanta, localizado en el municipio de Centro Habana. y del 23 y 12, en El Vedado capitalino, los cuales no contaban con sistema autónomos de generación eléctrica.

A pesar de la breve duración de la película, unos escasos 12 minutos, Mora Cabrera se topó todo el tiempo con órdenes superiores emitidas por autoridades anónimas, que impedían la reinserción de Matar a un hombre en otros programas, otros horarios, y mucho menos en otros cines que sí contaban con generadores, como el Yara y el Chaplin. Tampoco valió que formara parte de la competencia oficial de cortometrajes del evento, y fuera promocionada en los medios oficiales del Festival, del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y de la televisión –como el programa Papel en blanco del Canal Habana.

En contraste con este episodio de exclusión, a pocos metros del referido cine 23 y 12, frente a la sede del ICAIC, se alzó durante todo el tiempo de duración del Festival, una tarima que sí gozó siempre de fluido eléctrico y hasta además provocó el desvío del tráfico de la concurrida calle 23 en su intersección con la calle 12.

Tal espacio devino epicentro carnavalesco de la versión personal que Alexis Triana, actual presidente del ICAIC, quiso ofrecer del Festival de Cine, reformulándolo como una feria populosa, rebosante del júbilo de unas masas atraídas por intérpretes de música popular y no por las películas, que son el sentido del evento.

Esta armazón, complementada por carpas comercializadoras de productos alimenticios muy caros y otros géneros ajenos al mundo audiovisual y al arte en general, con sus baños públicos portátiles y pestilentes, no careció de energía eléctrica. Matar a un hombre, y por extensión, las películas que la acompañaron en las tandas suspendidas –aunque sí fueron exhibidas–, se vieron reducidas a meras circunstancias a favor del jolgorio.

Así, la película inauguró un nuevo modo de censura, que logró sortear, al inicio, la atención de los cineastas cubanos, su Asamblea, y demás aliados. Durante la inauguración del Festival, Triana también clamó a voz en cuello que el evento no censuraba ninguna película, y toda la responsabilidad quedó volcada en la crisis económica que estrangula al país.

Vale notar que Matar a un hombre fue una de las dos obras producidas por la EICTV que pujaron por los premios Corales de esta edición 45. Pues Mora Cabrera la filmó como ejercicio de pre tesis mientras cursaba la carrera de Dirección, como parte de la generación 29 de esta institución.

Las gestiones de la Escuela, que funge como su productora y distribuidora oficial, favorecieron que Matar a un hombre se estrenara mundialmente en el Festival de Cine de Lisboa (LEFFEST), celebrado del 8 al 17 de noviembre de ese año, y tuviera su premier latinoamericana en el Festival Internacional de Cine Ícaro de Guatemala, del 23 al 30 del mismo mes. Su estreno cubano hubiera quedado registrado en los anales del Festival de La Habana.

Así que la anónima pero poco velada censura dictada sobre este título no solo es contra él, sus actores y su equipo de trabajo, sino también contra la otrora “joya” de Gabriel García Márquez, Fernando Birri y el íntimo amigo de ambos, Fidel Castro Ruz.

Hasta ahora, la EICTV no ha emitido ningún comunicado oficial sobre el asunto. Apenas se conoce, por las declaraciones de Orlando, que su jefa del Departamento de Distribución, María Félix Morales Lotz, apeló vía correo electrónico al Departamento de Programación del Festival, sin obtener ninguna respuesta hasta hoy.

Es ya habitual la pereza demostrada por la EICTV a la hora de reaccionar ante sucesos que requieren la máxima atención de sus directivos. Ya sea cuando los sucesos del 11 de julio, en que se vieron involucrados varios alumnos, egresados y miembros de su Consejo Académico. Ya cuando fuera impugnada la complicidad de sus máximas autoridades en sucesos de violación, acoso sexual y otros modos de la violencia de género en marzo de 2024 tras la publicación de un extenso reportaje en el medio independiente El Estornudo.


* El autor de esta nota solicitó a Rialta que se omitiera su identidad como medida de protección debido al probable acoso y amenazas por parte de la policía política en Cuba.

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