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Para construir otra historia: Eliecer Jiménez Almeida y el exilio cubano

'Para construir otra casa' y 'Para construir otra ciudad', los documentales de Eliecer Jiménez Almeida sobre los pintores Humberto Calzada y Gustavo Acosta, respectivamente, devienen archivos de una memoria imprescindible para el sentido de comunidad de la diáspora cubana.

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Llegué tarde a los documentales Para construir otra casa y Para construir otra ciudad, del realizador cubano Eliecer Jiménez Almeida, dos películas breves que concurren al esbozo de una imagen más compleja del exilio cubano. No hay historia de la cultura cubana, por supuesto, sin la historia de su diáspora; en otras palabras, sin poner el foco en el trasiego existencial que implica para el individuo dejar su país forzado por motivos políticos o económicos, o en el impacto que pueden tener la emigración y especialmente el exilio en el imaginario y la sensibilidad de los creadores. Jiménez Almeida escudriña esencialmente este último factor en estos filmes, que conforman una suerte de díptico consagrado a dos figuras de las artes plásticas del exilio cubano en Miami: Humberto Calzada y Gustavo Acosta, respectivamente. Hace apenas unos meses, en febrero, dadas sus temáticas, ambos fueron incluidas en el programa Art Loft de South Florida PBS, una de las mayores televisoras públicas de Estados Unidos (un espacio comprometido con llamar la atención sobre creadores locales o exposiciones que contribuyen a hacer de la Florida un enclave relevante en términos artísticos), un accidente en el recorrido de estos documentales que avisa de su valor cultural. Me interesa entonces volver a llamar la atención sobre ellos justo por su potencial para incitar reflexiones necesarias sobre el exilio al indagar en su peso, en el quehacer creativo de Humberto Calzada y Gustavo Acosta.

Para construir otra casa fue realizado en 2017; Para construir otra ciudad en 2022. Ambos retratan a individuos que comparten la condición de artistas y de exiliados cubanos; pintores que pertenecen a diferentes generaciones del exilio asentado en Miami, y que, en consecuencia, encarnan maneras disímiles de relacionarse con el país que quedó atrás. Jiménez Almeida apuesta por una absoluta economía de recursos para consumar sus documentales; se acoda en el tradicional busto parlante, que alterna con un intencionado material de apoyo. Esos materiales son, básicamente, registros del estudio de los artistas, de la ciudad transitada/explorada por Gustavo Acosta (esa ciudad que, filtrada por su sensibilidad, recrea después en sus lienzos); y de la casa, el hogar, de Humberto Calzada, que es una suerte de materialización de los motivos arquitectónicos que pueblan sus imágenes pictóricas. Mas esos contados agentes narrativos dotan de un valor inestimable, de absoluto protagonismo, al testimonio de los retratados, a su palabra. Las confesiones, a ratos íntimas, de Humberto Calzada y Gustavo Acosta iluminan su yo, el modo singular en que han experimentado, en su imaginación y su cotidianidad, su situación exílica; y dejan entrever, sobre todo, anclajes de su historia personal que develan más de un sentido en sus pinturas.

Entrevista a Eliecer Jiménez Almeida (I)

Se puede afirmar que Jiménez Almeida no está interesado en subrayar o insistir en la trascendencia del trabajo pictórico de estos artistas, sino en desnudar –justo por su valía en el campo cultural de la diáspora–, sus imaginarios y sensibilidades en tanto creadores exiliados. Sus testimonios no están dirigidos simplemente a repasar sus memorias, sino a ver en ellas esa tensión entre la experiencia personal y las narrativas de la emigración cubana. Y a explorar en ellos ese perfil del destierro que resulta, de un lado, del acto de renunciar (voluntaria o involuntariamente) al espacio cultural al que se está sustancialmente unido, y, del otro, de la aceptación inevitable de otra realidad social, esa donde se es acogido. Así Para construir otra casa y Para construir otra ciudad devienen archivos de una memoria imprescindible para el sentido de comunidad de esa diáspora.

En Para construir otra casa –donde Jiménez Almeida hace más de un guiño al documental de similar título de Nicolás Guillén Landrián, una franca declaración de principios–, se registran, mientras se escuchan los testimonios de Humberto Calzada, varias zonas del exterior y del interior de la residencia del artista, construida bajo los códigos de la arquitectura colonial cubana. Calzada salió de Cuba en los años sesenta. En Estados Unidos estudió ingeniería industrial, mas abandonó rápido esta carrera para dedicarse por completo a la pintura. Esa casa donde hoy vive Calzada replica los techos de teja, los arcos de medio punto, los vitrales, y otros tantos motivos típicos de la arquitectura doméstica colonial cubana. Dice el propio creador en el documental: “las casas que yo pinto son metáforas de las casas perdidas [en Cuba]”. Y, por supuesto, cuando habla de “casas” no se refiere solo a una construcción arquitectónica, sino a un hogar, a un cosmos afectivo, a un estilo de vida que resultó cercenado por el exilio y que procura salvar a través del arte y de su casa, que resulta un refugio donde habitar casi fuera del tiempo. La casa física de Humberto Calzada en Miami es su modo singular de habitar Cuba, no una Cuba real, sino una filtrada por sus recuerdos de infancia y su sensibilidad de artista, esa que recupera, una y otra vez, en sus cuadros.

Al repasar el vínculo existente entre Humberto Calzada y su casa, el documental de Jiménez Almeida también devela los sentidos latentes en las casas y los motivos arquitectónicos de las pinturas. Deudor, de alguna manera, del trabajo de Giorgio de Chirico con el espacio, Calzada concibe la superficie de sus cuadros como una reafirmación de pertenencia cultural. Su repertorio iconográfico condensa afectos y un estado del ser que la película de Jiménez Almeida desentraña en pocos minutos.

Es otra la relación de Gustavo Acosta con Cuba, según muestra Para construir otra ciudad. Cuando Acosta sale al exilio ya era un artista consolidado en la isla, donde integró el mítico grupo 4×4 (que emprendió una reivindicación de la pintura como género en unos años ochenta donde todo el protagonismo se cedió a la instalación y al trabajo con el objeto). Aquel empeño del artista en la relevancia cultural de la pintura, en su pertinencia como soporte expresivo frente a los códigos estéticos más contemporáneos entonces, se encuentra latente todavía en su quehacer en el exilio, justo como nos dice Para construir otra ciudad.

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A diferencia de Humberto Calzada, Acosta deja Cuba consciente de los peores perfiles del castrismo, y eso justifica otro vínculo con el país. Este es un sendero que explora el documental de Jiménez Almeida para conocer la experiencia del artista que sale al exilio e indagar en cómo este último impacta su pensamiento creativo. Al respecto, dos líneas reflexivas de Para construir otra ciudad son de puntual atención: aquella que focaliza el insistir de Acosta en su pintura como una consumación definitiva de su yo (donde mejor se encuentra consigo mismo); y aquella otra que refuta la condición de exiliado como un obstáculo para la realización del artista (si bien acepta que tampoco supone, per se, el ápice de la emancipación para los cubanos).

Un poco a la manera de Edward Hopper (cuyos paisajes urbanos o rurales no son sino estados afectivos del ser humano inmerso en la sociedad moderna), Acosta catapulta sus escenas urbanas, sus paisajes arquitectónicos, a la condición de proyecciones de una sensibilidad, si bien se interesa, de cierta manera, por la autonomía estética del semblante de la gran urbe, su fisonomía, por sus accidentes urbanos. Pero en sus pinturas importa menos el registro puntual que la subjetividad que pinta, una subjetividad enrolada con la Historia presente. Y su sensibilidad, muy probablemente una marcada por el exilio, se expresa mejor en el manejo de los recursos expresivos, y no tanto en la imagen analógica. De algún modo el mismo Acosta afirma esto último cuando, hacia el final del documental, comenta: “Yo soy un pintor que quizás pinta como un escritor hace poesía […] Mi pintura es un psicoanálisis que yo mismo me estoy haciendo todo el tiempo”.

Con estos dos documentales Eliecer Jiménez Almeida insiste una vez más en que el cine es capaz de incidir activamente en cómo sentimos, comprendemos y pensamos la sociedad que habitamos; el tipo de sociedad que se manifiesta en tanto habitus en las casas y las ciudades de Calzada y Acosta. En las películas está latente esa verdad poética resumida en un verso de Yuri Zhivago –el célebre personaje de Boris Pasternak– que reza: “Vivir la vida no es cruzar un campo”. Para ninguno de estos artistas el exilio ha sido una travesía fácil, pero ha sido también un pasaje de libertad y de realización personal. Además del crédito intrínseco a su atención a la experiencia que implica, para quienes salen del país, acoplarse a una nueva realidad cultural, Para construir otra casa y Para construir otra ciudad tienen el mérito de visibilizar el valor de estos creadores del exilio cubano para la comunidad cultural en que viven, donde resultan a ratos insuficientemente dimensionados.

ÁNGEL PÉREZ
ÁNGEL PÉREZ
Ángel Pérez (Holguín, Cuba, 1991). Crítico y ensayista. Compiló y prologó, en coautoría con Javier L. Mora y Jamila Media Ríos, las antologías Long Playing Poetry. Cuba: Generación Años Cero (Casa Vacía, 2017) y Pasaporte. Cuba: poesía de los Años Cero (Editorial Catafixia, 2019). Tiene publicado el libro de ensayos Las malas palabras. Acercamientos a la poesía cubana de los Años Cero (Casa Vacía, 2020). En 2019 fue ganador del Premio Internacional de Ensayo de la revista Temas, en el apartado de Estudios de Arte y Literatura. Textos suyos aparecen en diversas publicaciones de Cuba y el extranjero. Vive en La Habana.

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