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Descifrando ‘Código Marcos’

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Cuando Patricia Pérez y Liena Cid se conocieron hace más de 20 años en Cuba no imaginaron que después de tanto tiempo, de emigrar y desplegar sus carreras profesionales, el azar las acercaría nuevamente en Madrid, ni mucho menos que acabarían dirigiendo una película a cuatro manos que estrechó aún más los afectos mutuos.

Código Marcos (2025), el largometraje documental que durante la primera semana de abril comenzó su exhibición en salas de cine de la capital de España y también de Barcelona, es consecuencia natural de esa relación. Durante la realización con Heidi Hassan de A media voz (2019), confesión íntima de dos cineastas cubanas en Europa, Pérez y Cid acordaron emprender el proyecto de contar la historia de Liena, una madre cubana en Madrid con dos hijos pequeños, Pablo y Marcos, el segundo de ellos con diagnóstico de trastorno del espectro autista.

Construida mayormente a partir de archivos familiares de la madre, como una pieza donde se unen la autoetnografía y el documental de montaje, la película permite al espectador presenciar un trayecto de alrededor de una década de crianza de sus hijos. En ese tramo de tiempo resumido paladeamos el trabajo de entender la diferencia de un ser humano con condiciones especiales, mas no por ello inferior o limitado para una existencia plena. 

Las herramientas del cine operan aquí para preservar el tiempo y facilitar el análisis de procesos, pero también para poner en evidencia la gradualidad del crecimiento humano. Madre e hijos van descubriéndose al tiempo que aprenden a convivir, y juntos deconstruyen los prejuicios sociales sobre el autismo y producen la autonomía necesaria en que Marcos crecerá. La prótesis de la mirada sirve de paso a la madre para estimular la interacción compleja con un niño que no responde a los mismos estímulos comunicativos que la mayoría, pues necesita descubrir su alfabeto particular.

No obstante, este proceso de autoconocimiento no empezó con Código Marcos, sino años antes, cuando Liena decidió crear y hacer pública una bitácora de su tarea de madre en un blog del mismo título. Fue allí que inició el trabajo de producir la memoria para un proceso de conocimiento en el que la madre genera un lenguaje para comunicarse con su hijo.

Pero, ¿cuál fue el punto de partida, la pregunta que la mujer/madre/cineasta buscaba responder? Liena Cid me responde: “Lo más importante es comenzar a entender que las expectativas de maternidad se rompen, pero eso no significa necesariamente que algo ha salido mal. Quizás las expectativas no eran las adecuadas. Es como la expectativa del amor romántico, que a día de hoy se entiende que es tóxico. La neurodiversidad es un desafío, pero una parte mayor no tiene que ver con la condición, sino con la falta de adaptaciones, la ignorancia, los prejuicios, las narrativas y los relatos en torno a la discapacidad”.

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En cuanto a Patricia Pérez, sus motivos parecieran ser menos definibles, pero no por ello se cuelgan del azar. “La mayoría de las decisiones importantes que tomo, las hago desde la impulsividad”, dice. “Ahora, con la distancia, creo que lo que Liena me ofrecía se alineaba muy bien con mis necesidades. Por ese entonces, yo estaba haciendo el duelo de no ser madre, y ella me ofrecía compartir y observar, desde un lugar privilegiado y sin filtros, su propia maternidad”. 

Tocó a seguidas decidir el dispositivo de lenguaje, que en Código Marcos consistió en entregar la cámara a los personajes, hacerlos convivir con la máquina acechante del ojo digital, observarlos en el trámite de la existencia a merced de toda clase de imprevistos como, por ejemplo, la pandemia de COVID-19 y el encierro derivado de esta.

“Nunca tuvimos muy claro qué película estábamos haciendo”, asegura Patricia Pérez. “Sabíamos que lo importante eran ellos tres: Liena, Pablo y Marcos; el vínculo tan especial que existía entre ellos. Y también que no queríamos hacer entrevistas a especialistas, terapeutas, maestros… Lo que nos motivaba a las dos era registrar lo que pasaba dentro de su casa. Y, claro, yo no podía vivir permanentemente con ellos, así que siempre tuvimos claro que Liena tenía que filmar”. 

“Intenté facilitarle las cosas al máximo”, añade. “Compramos una cámara muy sencilla y fijamos dos o tres lugares estratégicos en casa para que solo tuviera que darle al botón de grabar. Pero lo verdaderamente hermoso y sorprendente fue que esa cámara se convirtió en un personaje más, caótico y espontáneo, como la vida de ellos allí dentro”.

Y así es: en uno de los episodios más memorables de Código Marcos, uno de los hijos toma la cámara para acechar a la madre en un episodio de su vida fuera de la tarea materna. La sabiduría del montaje final hizo que esa secuencia quedara en la película.

Liena Cid explica esta dimensión de observador-observado desde su posición de cineasta/personaje: “Es difícil exponerte, pero si pones el foco en el objetivo al menos sientes que lo estás haciendo por una buena causa. Para mí era importante mostrar la vida tal cual, sin maquillar, como estás en tu casa. Quería que el espectador capturara esa falta de filtro, ese golpe de crudeza que te hace sentir que estás ahí dentro con nosotros”.

Luego está la cuestión de la creación colaborativa, que Patricia Pérez ha ensayado antes con Heidi Hassan y que ahora vuelve a probar con Liena Cid, cuya experiencia en el audiovisual es menor.

A media voz es una correspondencia entre dos cineastas, con lo cual codirigir la película junto a Heidi Hassán, la otra directora, era imprescindible. En el caso de Código Marcos, al principio siempre hablábamos de que yo era la directora y Liena la guionista, pero eso empezó enseguida a carecer de sentido. Me resultaba absurdo que yo tuviera únicamente ese rol, siendo Liena la protagonista y el motor impulsor de la película”, explica Pérez. “Crear junto a alguien es un aprendizaje tremendo. Te ayuda a ser más humilde, a escuchar más al otro, a respetar sus necesidades creativas. A veces soy bastante inflexible y exigente, y esto va en el sentido opuesto de Código Marcos. Codirigir la película junto a Liena, seguramente que me ha hecho mejor persona”. 

“En cualquier caso”, prosigue, “ahora estoy desarrollando otro documental en que en el crédito de dirección apareceré solo yo, pero en el que me siento muy acompañada por Yimit Ramírez y Natalí Cardet. Yo suelo pasarme muchas horas del día sola, en silencio, y el intercambio con otros artistas es lo mejor que me puedo propiciar”. 

En la creación de Código Marcos, subraya además Patricia Pérez, “Liena todo el tiempo confió en mí para las decisiones formales, pero desde el principio tuvimos claro que el mensaje final de la película, eso que la gente se iría a casa rumiando, tenía que responder a las necesidades de Liena. Solemos decir que Liena es la traductora de Marcos y yo la traductora de Liena. Durante todo el proceso creativo hemos hablado muchísimo y la película se ha ido transformando a la par que Liena”. 

La directora no es ajena a los riesgos implícitos en este tipo de filmes: “Si algo es complejo en el cine autobiográfico es que no haya un desfase entre el protagonista y la película. Muchas veces la película empieza a tirar para un lado, a volverse independiente… Pero estoy contenta, porque hasta el último momento conseguimos responder a lo que Liena necesitaba comunicar. Para mí era muy importante que ella se sintiera satisfecha con el resultado, y lo hemos conseguido”, celebra.

La exhibición pública de Código Marcos parece estar devolviendo a sus realizadoras el cumplimiento de esas expectativas. Con la noción a cuestas de que una realidad fuera de toda representación suele ser pasto de los prejuicios, las cineastas se propusieron cambiar la percepción del autismo como condición invalidante para favorecer su entendimiento como diferencia que nos enriquece en tanto especie. ¿Contribuye la película a que el tema de las personas con condiciones especiales pueda ser asumido de manera mucho más abierta y natural?

“Es lo que más nos dicen los espectadores”, reconoce Liena Cid. “Pueden llegar a sentir hasta vergüenza de haber estado mirando el autismo de esa manera; se sienten increpados, llamados a cambiar esa perspectiva. Esto es algo maravilloso para nosotras, porque era nuestro objetivo. Las personas resilientes integran su vulnerabilidad, la aceptan, le dan abrigo y la cobijan. Es de las tantas cosas que nos han enseñado al revés”.

Patricia Pérez tiene su propio itinerario como participante de la realidad que contribuyó a llevar a la pantalla: “Me gustaría que les pasara un poco como me pasó a mí cuando empecé a filmar a Liena, Pablo y Marcos. Ellos, los tres, me transformaron. Hicieron que se desplomaran muchos de mis prejuicios sobre el autismo, la maternidad, lo diferente. Para mí lo más importante ha sido aceptar incluso mis propias diferencias, reconciliarme con ellas, y, como suele decir Liena, convertirlas en mi superpoder”. 

“Pero hay algo muy grande en esta película y que se desborda todo el tiempo”, advierte Pérez: “el amor”.  Y dice finalmente: “Es tan difícil hablar del amor sin parecer cursi, sin referirse exclusivamente al amor romántico. Me refiero al amor en mayúsculas, al de madre, pero también al de hermano y al de hijo. Me gustaría que la película dejara al espectador reflexionando sobre el amor, sobre hasta dónde es capaz de amar. Y también sobre aceptar y valorar profundamente nuestras diferencias y las de quienes nos rodean, entendiendo la diversidad como un regalo poderoso”.

Creo que hay algo más en Código Marcos, lejos de sus características manifiestas: la expresión de la potencia del cine cubano para expandirse fuera del espacio de lo nacional, para abordar asuntos menos localizables que la nación, el exilio o la memoria antropológica, y producir un repertorio de imágenes inmunes al virus de “la maldita circunstancia del agua por todas partes”. 


* La dirección de fotografía de Código Marcos es de Heidi Hassan, Patricia Pérez y Liena Cid, y la edición corre a cargo de Patricia Pérez, Diana Toucedo y Lucía Casal. Fue producida por La Terraza Films y Free Hundred Media Sideral Cinema, y la distribuye Sideral Cinema.

DEAN LUIS REYES
DEAN LUIS REYES
Dean Luis Reyes (Trinidad, 1972). Crítico de cine y profesor. Ha publicado los libros Contra el documento (Editorial Cauce, Cuba, 2005), La mirada bajo asedio. El documental reflexivo cubano (Editorial Oriente, Cuba, 2012), La forma realizada. El cine de animación (Ediciones ICAIC, La Habana, 2015) y Werner Herzog: la búsqueda de la verdad extática (Nobuko, Buenos Aires, 2016). Coordina la sección Mise en Abyme en Rialta Magazine.

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