septiembre 2, 2025

No hay nada que entender

Son generaciones de adictos al “sistema” que esperan “algo más” y, desde la pobreza más absoluta (porque no tienen algo espiritual o material propiamente suyo) esperan cualquier “estímulo” para sentirse mínimamente recompensados, incluso con una chapa de latón en forma de medalla o con un papel impreso a último minuto como diploma al chivato del año. 
Miguel Díaz-Canel llega a Vietnam junto a Lis Cuesta
Miguel Díaz-Canel llega a Vietnam junto a Lis Cuesta (Foto: Vietnam.vn

LA HABANA.-No entienden cómo habiendo “cumplido misión” o “siendo fieles a la Revolución”, habiendo participado en zafras y marchado en la plaza tantas veces como les ordenaron que lo hicieran, hoy sus vidas están en la miseria.

Dicen frente a las cámaras, con indignación, que “no entienden” pero la muletilla antes de soltar la queja es la mejor evidencia de que sí comprenden absolutamente todo por lo que están pasando, pero temen. No tanto a expresar su enojo sino a enfilarlo contra quienes lo han provocado. Y saben muy bien quiénes son.

Están en las últimas fases de la decepción, pero eso no quiere decir que estén entrando en las primeras de la rebelión, porque solo basta con que alguno de la camarilla gobernante, rodeado de escoltas y represores, se les acerque y les “explique” con otra mentira aquello que dicen “no entender” para convencerlos de continuar “resistiendo”, aun cuando la diferencia entre los corpachones cebados de quienes explican y los cuerpos cadavéricos de quienes “resisten” es suficiente para entender  de una vez y por todas lo que debe ser entendido.

Hay miles de imágenes por ahí, tomadas en las visitas de cualquiera de los camajanes del PCC a las provincias o a empresas estatales, donde queda plasmado no solo el “contraste” físico entre los que no entienden y quienes saben cómo hacerles entender (aún sin explicar lo incomprendido) sino, además, lo fácil que resulta convencer a los enojados de que no tienen razón en sus disgustos, de que sustituyan la mentira anterior por la nueva que se han inventado en forma de consignas.

En tal sentido (el de la manipulación), las “visitas gubernamentales” no son tan inútiles como algunos piensan. Porque, si es cierto que no resuelven nada de lo que debieran para aliviar la miseria y el enfado de la multitud, también lo es que son la solución más efectiva (y más barata) para calmar los ánimos de gente que, por décadas, ha sido sistemáticamente adiestrada para aceptar su inferioridad respecto a la superioridad de una élite que hoy, para colmo, pretende convertir el castrismo en culto, en una religión donde los “dirigentes” comunistas serían una especie de casta sacerdotal.

Los cuerpos voluminosos, los gestos, el “aparataje” circense que rodea sus “apariciones” (como carnaval de pobreza) sin dudas tienen su efecto psicológico en esas generaciones de “fieles” que, habiendo aceptado, primero, que la sencillez y la obediencia ciega son méritos y, segundo, que mientras más humilde se aparente ser se es más “revolucionario”, terminaron forjando con sus propias manos esa miseria tan profunda, endémica, desde la que cualquier indicio de bienestar, de felicidad, de “normalidad” es visto como un privilegio, que solo puede ser legítimo si llega como premio otorgado por esa élite, la única con total derecho a disfrutarlos todos a la vez y al mismo tiempo.

Ejemplos sencillos de eso, y que muchos de nosotros aceptamos con total normalidad, está el viejo sistema de “estímulos” que, aunque ridículo y ofensivo, persiste hasta hoy: el televisor otorgado por la CTC; el Lada, el Moskovich o el Mercedes Benz que ganamos por la ANAP o por Tabacuba; la semana en la playa que nos dio el PCC; la reservación en un campismo de la UJC; y hasta la “misión” del MINSAP o el contrato del INDER.

El aumento de pensión no porque la cantidad anterior fuera un abuso (y continúa siendo así) sino porque “el gobierno en el fondo es bueno”, y hace mil sacrificios para “estimularnos”. Como igual aceptan como estímulo desde la librita de arroz adicional hasta la “actividad cultural” en saludo al 13 de agosto. Es un problema mental extremadamente grave de las generaciones que nacieron y envejecieron bajo las botas de Fidel Castro.

Cuando dicen que “no entienden” su situación, en realidad se están preguntando por qué no han sido “estimulados”. De igual modo, cuando protestan por agua, luz, vivienda, sus reclamos no son por un derecho sino por ausencia de esa estimulación que creen merecer en base a los “sacrificios” acumulados, donde sin dudas incluyen el “mérito” de no haber emigrado, puesto que conservan el viejo rezago castrista de que “emigrar” es “traicionar”, por tanto, permanecer en Cuba debería ser recompensado.

“Merezco una vivienda” porque no traicioné; “merezco comer porque me sacrifiqué”; “merezco ser estimulado” en virtud de mi fidelidad. De igual modo no cuestionan los privilegios de la casta dirigente porque lo tienen merecido por ser quienes son, así como Fidel Castro y los demás “históricos” podían (y pueden) hacer y deshacer en virtud del “sacrificio” en la Sierra Maestra.

Un privilegio que no dudan en hacerlo extensivo a sus descendientes por generaciones, por tanto celebran y justifican como “normales” y hasta “divertidas” las estupideces del Sandro, la hipocresía dolarizada de los Guevara y el nepotismo en la dinastía Castro.

De esa lógica, más miserable que demencial, se deriva buena parte de los reclamos que algunos llegan a confundir con detonantes de una rebelión mayor, cuando se trata de simple enojo de infante que patalea por su chambelona.

Lo que en el caso que nos ocupa es solo el berrinche que se aplaca con una dosis cualquiera de “estimulación”. Y esta puede ser desde la feria agropecuaria con precios topados que precede toda visita de un jerarca a una localidad (y que desmontan una vez terminado el recorrido) hasta el día sin apagones que regalan en saludo al 26 de Julio.

Son generaciones de adictos al “sistema” que esperan “algo más” y, desde la pobreza más absoluta (porque no tienen algo espiritual o material propiamente suyo) esperan cualquier “estímulo” para sentirse mínimamente recompensados, incluso con una chapa de latón en forma de medalla o con un papel impreso a último minuto como diploma al chivato del año. 

Pudiera causar pena en algunos observar a esa gente arrugada, desdentada, flaca, mal vestida y posiblemente mal oliente regalando aplausos y sonrisas a sus abusadores, dejándose abrazar y dar palmadas por los mismos que los reprimen pero, despojémonos de todo falso sentimentalismo y pensemos en la cruda realidad que representan: la de una multitud que forjó a consciencia su propia miseria y que, precisamente por eso, finge no entender que sea la miseria todo el pago final por su “sacrificio”.

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Efraín González

Bajo este seudónimo firma sus artículos un colaborador de Cubanet, residente en la isla por temor a represalias del régimen.