Adriana Arronte construye afinidades, no identidades. Es la afinidad lo que le permite investigar y trenzar metáforas. Metáforas en relación con la historia, el poder, los cuerpos… Arronte confirma que la identidad política es un mito. Fragmenta esa identidad y nos muestra un puzle ruiniforme. Lo que digo significa que, al mismo tiempo, construye y destruye máquinas, categorías, relaciones, historias…
El conjunto de piezas que nos muestra Adriana Arronte es como un baile; como un baile en espiral. Nos adentramos en la difícil tarea de unir todas esas partes. Aunque, para ser sinceros, la intención no es unir, sino zurcir. Después de esta conversación saco algo en claro: necesitamos regeneración, no renacimiento.
La potencia rebulle. La potencia posee un cuerpo, pero un cuerpo-desastre. Etimológicamente, desastre significa “sin estrellas” (del latín des-astrum). Hablamos de un cuerpo desastroso, amorfo, terrible; uno o varios cuerpos que no suceden, que no existen bajo un cielo sideral. Hablamos del cuerpo artístico de Adriana Arronte.
El cuerpo-desastre es la contrafigura del cuerpo-complaciente.
El cuerpo-desastre es un acontecimiento de vacío.
Digamos vacío.
El desastre significa la muerte del sujeto autoerótico que se aferra a sí mismo. La vida, como el desastre, eclipsa la lógica. Caosmosis en tiempos de pulidez. Infección en tiempos de higienización. Peligro en tiempos de falsa normalidad. Aleatoriedad en tiempos de algoritmos.
En realidad, ¿qué significa la violencia? Adriana, en realidad, ¿qué significa la violencia? Se trata de una pregunta engañosa. Aquí, viene a ser un conflicto ficticio, por lo tanto, real; como una práctica de esgrima ante el espejo.
La idea sería construir una especie de identidad, una especie de consciencia opositiva. En realidad, ¿qué significa la consciencia opositiva? Donna Haraway nos enseñó que en todos los dualismos existen un dominante y un dominado y es ahí donde radica la urgente necesidad de acabar con ellos. La urgente necesidad de astillarlos. La urgente necesidad de crear ilusiones ópticas. Todes somos quimeras.
(El vidrio es un estado de desorden a nivel molecular. Leo que hace 1950 años una nube de ceniza ardiente transformó en vidrio el cerebro de un habitante de Herculano. Fue durante la erupción del Vesubio en el año 79. Es el único ejemplo conocido de vidrio orgánico natural. [Adriana Arronte astilla cabezas, cabezas y cerebros en el performance Choque de potencias.])
Cabezas de vidrio orgánico natural / Cabezas de quimeras / Cabezas telúricas / Cabezas replicantes / Cabezas que poseen un nuevo estatus: la bestialidad
Experimentar el peligro es, pues, experimentar una estética del shock.
Adriana, creo que juegas con una noción fundamental. Como malabarista. Me refiero a la noción de imagen. Como malabarista que se afana en su virtuosismo. De una mano a la otra. Son, quizá, como imágenes en shock. Creo que hay una maestría en tu trabajo con relación a las imágenes, a la creación de imágenes. ¿Para Adriana Arronte qué es una imagen? ¿Cómo se produce una imagen y qué es lo que más te interesa cuando las construyes?
Me interesa tomar imágenes que ya existen y luego exacerbarles su naturaleza. Siempre lo hago a partir de sus propias naturalezas. Me interesa que la imagen conmueva al espectador con respecto a la imagen que acostumbra a ver. Crear extrañamiento. En función de cada pieza las intenciones varían.
Dentro de tus piezas existen varias capas. Un capa sobre capa sobre capa sobre capa sobre capa. Un cuerpo sobre cuerpo. Objeto sobre objeto. Texto sobre texto. En tu trabajo el paisaje de significación es siempre múltiple. Me gustaría saber cómo organizas este sistema.
Siempre surge a partir de una experiencia. Por ejemplo, la pieza Los Estados débiles surgió a partir de una experiencia en una sala de infecciones bacteriológicas con muchos pacientes dentro de mosquiteros. A partir de ahí comencé a pensar en los sistemas de protección de los Estados, de los gobiernos… La pieza tiene una relación con la debilidad de los individuos y los Estados políticos. Unido a esto pensé en los cortinados teatrales. El propio mosquitero es la cortina. No son extremadamente arbitrarias las capas de sentido. Pero en este caso quería que se recordaran las cortinas de los eventos políticos, cortinas un poco kitsch… La idea de la apariencia. La idea de la doble apariencia. La apariencia de la debilidad. Efectivamente, hay muchas capas.
Enlazo lo que dices con una idea que acuñó el posmoderno, específicamente Manfred Pfister: “todo texto se construye como un mosaico de citas”. Pienso que todos los textos que construyes poseen una intertextualidad constante con otros textos.
Sí, los enriquecen.
Los Estados débiles es una pieza que vi durante La Iberoamericana de Alcalá, en la Sala de Exposiciones de Caracciolos. Ahí expusiste varias piezas, una de ellas fue Los Estados débiles. Una pieza que se formaliza a partir de un conjunto de mosquiteros en tonos pasteles que cuelgan del techo…
Sí, son mosquiteros usados. Se los compré a personas. Tienen manchas reales, roturas… Es como esa idea de Peter Sloterdijk en la que dos Estados al sentirse débiles se atacan.
Son como capas protectoras que no protegen. Cuelgan. Falsa seguridad. Es como la seguridad porosa que nos otorgan muchos sistemas. Una seguridad rota. También te ha interesado mucho explorar la noción de sistema. ¿Cómo haces para que tu sistema personal/artístico se mantenga en diálogo con un sistema contextual?
Me interesa lo relacionado con la distracción y el hackeo de la atención. Ahora pienso en Byung-Chul Han y su investigación en torno a lo positivo, lo negativo y lo virtual. Por un lado, tengo mi experiencia de vida, luego se añaden la literatura y la filosofía que consumo. Eso, junto a la investigación que realizo con diversos materiales, hacen que surjan ideas con las que me interesa trabajar.
Has mencionado a Chul Han. Él tiene un libro que se llama La salvación de lo bello, donde dice que “la salvación de lo bello es la salvación de lo vinculante”. Lo relacional para ti también es basal.
Sí.
De hecho, tu trabajo a veces tiene unos matices antropológicos. ¿Podemos entenderlo de esa manera?
Sí. Consulto muchos estudios antropológicos. Me interesa la simbología. Por ejemplo, trato de que mi trabajo no tenga una visión eurocentrista.
Coronas es una instalación que a mí me interesa muchísimo. Tiene una carga visual muy imponente. Creas casi una selva de coronas coaguladas. Me parece muy violenta esa pieza. No sé si la percibes de esa manera. Son coronas que recuerdan gotas de sangre al caer. Percibo que hay una reflexión en torno a los poderes autocráticos…
A todos los poderes, no solo los autocráticos. Una corona de cristo, boinas militares, coronas de diferentes reinos, gorros de samuráis, coronas de plumas, la corona de Miss Universo… Coronas que van desde lo político hasta los cánones sociales más elementales. Todo eso es violento.
Quisiera poner un paréntesis. Hablas de lo político en un sentido quizá reducido. Creo que te refieres a la parte burocrática de la política que es la política de los gobiernos, las políticas partidistas. Sin embargo, debemos pensar en la política que ejercemos como ciudadanas, como personas, en la micropolítica. Te referías a los concursos de belleza. La belleza también como política. Ya que estamos aquí, ¿podemos decir que haces arte político? ¿Cuáles de tus piezas crees que remarcan esta noción de lo político?
Me interesa la idea de la fatuidad del poder. Todo es un momento. Todo pasa. El poder siempre tiene la pretensión de mantenerse. Quiere el estatismo y tener el control. Por ejemplo, toda la serie Discurso es muy política. Está relacionada con la demagogia en los discursos de los gobiernos. En mi última exposición personal hay varias piezas…
Hablas de La ilusión de los sistemas, tu última exposición personal, que se realizó en la Galería Servando, en La Habana, en 2021, ¿verdad?
Sí. Ahí estaba Rectificación, en la que empleo prótesis dentales y aparatos de rectificación. La rectificación también se convierte en una cadena de excusas. Cuba es un ejemplo. Nunca se reconoció ningún error y decían: “Bueno, ahora vamos a rectificar”. Eso es demagogia y se hace para ganar tiempo.
La boca y la garganta son unas de las partes del cuerpo que más coaccionan los Estados totalitarios. Son espacios de enunciación poderosos. Estos Estados intentan implantar prótesis de afonía. Las zonas sexuales también son muy coaccionadas. Hay una artivista feminista boliviana que se llama María Galindo. Ella dice: “Mi garganta es un órgano sexual”. Esto hace, por supuesto, que descentremos los centros de poder en nuestros cuerpos. Tú también has reflexionado mucho en torno al cuerpo. En la exposición La ilusión de los sistemas creaste una instalación donde unías las columnas del espacio, el techo, el suelo, con gasa. Se llamó La sospecha de los cuerpos, espionaje somático. Ahí reflexionabas sobre cómo nuestro cuerpo y el cuerpo social son modificados y puestos en un lugar de vulnerabilidad, de subalternidad. Pensemos en la gasa como elemento que se utiliza para sanar heridas…
La sospecha de los cuerpos, espionaje somático también tiene que ver con el control. La gasa te protege, pero a la vez te mantiene controlada, cubierta. La gasa oculta. Oculta heridas, lastimaduras. Inmoviliza. Esta pieza tiene que ver con la “seguridad”. Y tiene que ver con la paranoia de los sistemas de control.
Ahora recuerdo una noción que acuñó el filósofo transfeminista Paul B. Preciado: la somateca. Ese sitio donde se guardan, se archivan los cuerpos. La relaciono con La sospecha de los cuerpos, espionaje somático porque la sospecha es una especie de red, de tejido que nos unifica. Sobre todo, en un sistema como el cubano donde la sospecha es perenne. Donde todas las personas, todos los cuerpos sospechan sobre todos los cuerpos.
Cuando presenté La ilusión de los sistemas yo acababa de salir de una operación de mi madre. Estuvimos mucho tiempo en el hospital. De ahí surgió la pieza Seguridad de Estado. Ahí puedes ver cómo una experiencia personal se convierte en una reflexión colectiva.
Es una experiencia de crisis corporal generalizada. La ilusión de los sistemas de alguna manera auscultaba una crisis social. Estadios de desesperación.
En otra de las piezas utilicé una máscara de oxígeno y dentro coloqué medallas. Se llama La ideología como síntoma.
Esa pieza es en cierto grado performativa porque genera movimiento y exuda otro material
Unas gotas metálicas. Filtraban y permeaban todo.
Adriana, creas objetos. Te interesa mucho la objetualidad. Creas objetos y utilizas otros que no has construido, pero que resignificas en una operatoria parecida al ready-made.
Me interesa que el objeto pueda tener varios ángulos. Me interesa lo táctil. Me gusta mucho lo físico, lo que sabes que puedes tocar. Me gusta sentir la temperatura, el olor, la textura…
Te interesa la experiencia.
Me interesa la experiencia múltiple, lo sensorial, las sensaciones físicas.
Dentro de ese sistema experiencial hay dos nociones que, aunque podemos pensarlas como dicotómicas, se trenzan. Hablo de lo frágil y lo sólido. En tu trabajo siento que lo frágil cuestiona todo el tiempo a lo sólido y viceversa.
A veces tengo una copa en la mano y me dan deseos de que los dedos entren, traspasen el cristal. A partir de la imaginación la fisicalidad puede cambiar. Me interesa cambiar la perspectiva. Relaciono lo sólido, lo inquebrantable, con el totalitarismo, con lo que no cambia. Cuestiono la solidez de las cosas. Construyo piezas que parecen que tiene un estado y están en otro. Es la misma idea de Cambio de estado. Trabajo la idea de la posibilidad del cambio y la fricción entre el deseo de permanencia.
¿Cuán importante es para ti la ilusión?
Me gusta el doble sentido de la “ilusión”.
Creo que también tiene que ver con la fe…
Me ilusiono contantemente.
Hablábamos sobre los poderes… Uno de los mayores miedos de un poder totalitario es lo fragmentado. A este tipo de poderes lo que más le interesa es mantener un monolito de significado. Cuando los artistas fragmentan disienten de esa estructura recia…
Sí. La propia memoria es borrosa y parcializada.
Pienso en tu serie Pisapapeles. Estos pisapapeles están encima de letras, de palabras, de discursos de Fidel Castro. Arruinas esas letras, esas palabras, esos discursos… Los deshaces. Creas un paisaje de extrañamiento. Recreas una nueva historia. Para ti la noción de historia también es principal. Una noción que todo el tiempo estás tratando deconstruir.
A mí me apasiona la Historia. Soy consciente de que la Historia no es la realidad. Me interesa la ficción de la Historia. Cuestionar la Historia. Desmantelar la Historia.
Todo el tiempo te preguntas qué es lo real. Lo real como regeneración, no como renacimiento.
Siempre hay algo real dentro de la ficción. Lo que más me interesa es el drama; el drama humano.









