El realizador Orlando Mora Cabrera denunció este domingo “otro episodio de exclusión y censura en el cine cubano”; en este caso, relativo a su cortometraje Matar a un hombre (12 min.), que habría sido descartado mediante subterfugios y dilaciones de la programación del 45 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, celebrado desde el día 5 hasta este 15 de diciembre.
“Intuyo que Matar a un hombre ha sido censurada por razones esencialmente homofóbicas, por poner en relieve un discurso crítico sobre diferentes manifestaciones de violencia, dominación o control que se pueden ejercer sobre nuestros cuerpos. Me entristece que se convierta en otra película censurada y excluida por las autoridades políticas y culturales cubanas. Una cinta más que espera por un espacio para su estreno y circulación nacional”, escribió el director en sus redes sociales.
“Javi aparece por última vez en un club queer donde trabaja como bailarín erótico, pero tiene que lidiar con Castillo, un cliente habitual que se resiste a no volver a verlo nunca más”, reza una brevísima sinopsis del corto en cuestión. Una fuente cercana a los hechos, y que ha visto la película, dijo a Rialta Noticias que el argumento presenta a “un militar de alto rango que se enreda [sentimental y/o carnalmente] con un drag”.
Tras relatar paso a paso una larga serie de marchas y contramarchas de la opaca burocracia cultural isleña con respecto a la proyección de su filme, incluidas suspensiones por falta de fluido eléctrico en las salas –el cine 23 y 12 sospechosamente a oscuras mientras todo el barrio ya estaba iluminado– que luego nunca llevaron a una reprogramación efectiva, Mora interpeló en general a toda la organización del que, en su criterio, se ha convertido en “un festival incoherente: un festival de excesos, en tiempos que claman austeridad”.
“Un festival de encuentros deshonestos entre partes que hace mucho no miran de frente a la realidad”, prosiguió el cineasta. “Un festival que censura una película de la Escuela Internacional de Cine y Televisión –no olvidemos el origen fundacional de esta prestigiosa casa de formación cinematográfica– mientras se abren las puertas al imperialismo cultural y se sirve como plato principal la superproducción de una empresa de entretenimiento estadounidense. Un festival donde se habla oportunistamente del sufrimiento del pueblo palestino cuando no son capaces de reconocer las propias contradicciones de nuestra nación”.
Mora reconoció, por supuesto, que el Festival de La Habana “ha sido significativo y relevante para las cinematografías de la región”. Sin embargo, dijo, “se ha visto convertido en un escenario propicio para que se produzcan atropellos tales como los que han enfrentado mi película y las de tantos otros en situaciones similares”.
En la edición de 2023, sin ir más lejos, saltó a los titulares la censura del largometraje documental Llamadas desde Moscú (2023), de Luis Alejandro Yero, quien también denunció esa purga sin justificación artística válida luego de haber sido incluido su filme –como ahora el de Mora– en la programación oficial del evento.

Aquel episodio acontecía mientras la institucionalidad, encarnada en el ICAIC, daba largas a las urgentes demandas de una Asamblea de Cineastas surgida unos meses antes a raíz de la censura de La Habana de Fito, documental de Juan Pin Vilar, que a la postre tampoco sería aprobado por los organizadores del festival habanero.
Según se ha visto, a la vuelta de un año, el diferendo entre el gremio cinematográfico cubanos –la Asamblea, pero también una creciente comunidad de cineastas independientes que ha partido al exilio en los últimos años– y las entidades oficiales no parece encontrar vías de solución inmediatas, ni tan siquiera vislumbrar un horizonte posible de mayores libertades artísticas y, por ende, cívicas para los creadores.
“Quienes forman parte de este entramado perverso, no solo ejercen violencia institucional sobre las obras y sus creadores, sino también sobre el público y el propio Festival, que se vuelve indigno e inmoral, como lo son quienes mienten a los cineastas y se vuelven cómplices de la infamia”, declaró igualmente Mora, quien no dudó en liberar de responsabilidades a varios actores individuales dentro del organigrama de la cita decembrina. “De estas consideraciones excluyo al equipo de programación del Festival, cuyo trabajo y criterio también se han visto vulnerados; si los menciono es porque han sido mis interlocutores, pero fueron también quienes intentaron programar la película hasta el último día”.
Finalmente, Orlando Mora –autor de otros cortometrajes como Gemini (2022), Olga (2018), Cosplayer (2017) o La red (2016)– hizo un alegato sobre la relevancia del séptimo arte como modelo dinámico, enriquecedor para la sociedad: “La palabra cine, deriva de la voz griega kiné: «movimiento»…”, recordó, “solo así sería posible la existencia, y no en medio de la inmovilidad y el estancamiento. Hay demasiado miedo a las imágenes y sonidos, a la capacidad transformadora del arte”.