fbpx

José Bianco, ensayista

En su ilustración de autores y obras, logró José Bianco abarcar y saltarse su época. Se entregó al idioma para ser retribuido como uno de los escritores más valiosos de las letras hispanoamericanas.

-

Bianco no cuidó su fama, esa ruidosa cosa que Shakespeare equiparó a una burbuja y que ahora comparten las marcas de cigarrillos y los políticos. Prefirió la lectura y la escritura de buenos libros, la reflexión, el ejercicio íntegro de la vida y la generosa amistad.
Jorge Luis Borges

He vuelto a leer al José Bianco ensayista. Resulta revelador como, de un primer encuentro a una relectura de casi cualquier obra, la visión sobre esta cambia. Hace diez años –tal vez más– el argentino se me presentaba desconcertante. Celebrado entre otros por Jorge Luis Borges y Octavio Paz, posee aún el acierto de sorprender. Ese acierto lo complementa la cortesía exegética del lector. Releerlo es como pudiera, tal vez, entreverse mejor la vigencia de sus criterios, la fuerza de su escritura. No siempre pueden encontrarse Ficción y realidad (1977) y Ficción y reflexión (1988). Pero, por el fondo Editorial de Casa de las Américas, puede el lector volver a Diarios de escritores y otros ensayos (2006). La selección de Modesto Milanés ha tomado de los anteriores volúmenes. Es un descarte y, como tal, supuso un ejercicio crítico previo.

El nombre de Marcel Proust era constante en el libro. Hoy uno advierte que la obsesión de Bianco acaso le deparó algunas de sus más atendibles páginas como “Centenario de Proust”, “Marcel Proust a los sesenta años de su muerte” y los extraordinarios “Proust y su madre” y “El ángel de las tinieblas”. No sé si fue expresa la intención de Milanés, ya que, aunque se aborden a escritores de América y Europa en Diarios…, entra y sale Proust cual figura protectora y protegida. Él es –al menos aquí– autor/libro/literatura de cabecera del ensayista. Por cierto, Bianco escribió también Homenaje a Marcel Proust, seguido de otros artículos (1984).

El compilador no dejó fuera esos textos de carácter nacionalista que Bianco escribiría de buena gana y con la agudeza de la proximidad. De estos resaltan “La Argentina y su imagen literaria”, “Homenaje a Ezequiel Martínez Estrada”, “Sobre María Luisa Bombal”, el para nada complaciente “La crítica y las revistas literarias”… Pero en cuanto a la maestría de concisión lúcida, prefiero de este perfil “Una novela de aventuras”. Están incluidos además aquí algunos prólogos, son los casos de “Piñera, narrador”, “El sadismo de Ambrose Bierce” y “Prólogo a El visionario de Julien Green”. Ello revalida la condición del prólogo como ensayo. El propio Modesto Milanés se encarga de suscribirlo con el de su autoría para Diarios de escritores…, siendo un prólogo justo y sobrio, tan poco frecuente entre los críticos en Cuba.

El que fuera durante veintitrés años jefe de la redacción de la revista Sur,decide iniciar algunas de sus prosas reflexivas con una experiencia evocada de la vida, cuando no con un criterio específico de la obra de quien trata. Crítica y biografía se complementan. Como cabe sospechar, el sentido historiográfico de sus textos está animado por una voluntad de ensayismo narrativo. Repásese en las páginas acerca de Los cuentos de soldados y civiles, de Bierce y, sobre todo, “La frustrada ambición de Groussac”.

A veces es una precisión que asoma como pregunta sobre la creación y su autor; otras, comienza desde su propia vivencia (la de Bianco). Pues ensayar es, en principio, avanzar –invitado o no– más allá de las puertas de un reino supuestamente inalterable y “ajeno”. El ensayo es relato subjetivo que incita a pensar acerca de otro pensamiento. Espérese luego la exposición de y por la escritura. Mas no presúmase experimente el ensayista temprano éxito, ni siquiera por un hallazgo inmediato. Al respecto, Jorge Edwards recomienda en La muerte de Montaigne: “ensayar un sendero, y si no conduce a ninguna parte, desandar lo andado y ensayar otro”.

Ensayista directo y elegante, Bianco atiende que las ideas sobresalgan en atractivas subordinadas. En el avance del texto, cuela a veces una oración corta. Respira él y el lector. Aunque es hacia el final de un párrafo o, cuando finaliza un texto, donde suele imperar la brevedad del conjunto de palabras: “Con encanto, lo demás viene por añadidura”; “No son, ni uno ni otro, el ángel de las tinieblas”; “No en vano se llamaba Ezequiel”; “¿Puede pedirse una más justa sobrevivencia?”… y así hay más ejemplos. Una buena idea, piensa él, debería ser acompañada por la distinción del lenguaje. Sin discrepancia, conquista ambas. Pues como sabe Bianco empezar bien un ensayo, asimismo tiene el tino de suspenderlo a tiempo –como recomendara Adorno–. Lo que no suponer haberlo dicho todo, así esa junta fragmentaria intente convencer (y logre) cierta resolución de parada. Ruptura y suspensión. Y, sin embargo, persuadir sin esfuerzos últimos o, lo que es peor, definitorios de demostraciones. El ensayo es camino y meta de la posibilidad.

De su credo creativo revela Bianco en “El escritor y las palabras”, suerte de manual, que generaliza su actitud ética y aptitud escritural. Se lee:

Cuanto mayor es de la destreza de un escritor en el manejo del lenguaje, mayor conciencia tiene de la presencia material de las palabras: advierte los armónicos, sus resonancias laterales, sus connotaciones oscuras, su aversión eufónica hacia otros vocablos con los cuales pretende unirlas, su tendencia a emanciparse del significado que se obstina en imponerles. Se diría que las palabras burlan solapadamente los fueros del escritor. Sin embargo, entre las palabras y el escritor alguna vez cesa la discordia. Ambos hacen concesiones recíprocas.

Con el ensayismo de Bianco se corrobora lo que Jean Starobinski declara con rigor y belleza de un género de imprevisto arranque, a veces enigmático por el despego de fórmulas. Mucho acierto se advierte en Razones del cuerpo cuando reconoce que

ensayo procede de exagium, “peso”; ensayar, deriva de exagiare, que significa “pesar”; como voz próxima se encuentra examen, propiamente “fiel de la balanza”, “acción de pesar”; también es voz próxima enjambre, del latín examen, “muchedumbre de abejas que salen a formar una nueva colonia”. Es decir, que el ensayo es el “peso exigente”, el “examen atento”, pero es también el enjambre verbal que se libera.

En “Crítica literaria y literatura de imaginación: Alberto Moravia”, uno de los textos más hermosos de Diarios de escritores y otros ensayos, José Bianco llama la atención sobre una supuesta dicotomía creativa que termina inquietándole. Lo que pareciera implicar solo a Moravia termina aplicándolo para sí mismo:

¿No es un poco absurdo oír hablar de “un país de ensayistas”, o de “un país de novelistas”? Si tiene ensayistas, tendrá por fuerza novelistas. Y viceversa. Recordemos de nuevo el aforismo de Wilde. Donde no hay teorizadores, tampoco hay narradores, donde no hay pensamiento abstracto, tampoco hay mito, donde no hay crítica, no hay ficción.

En su ilustración de autores y obras, logró José Bianco abarcar y saltarse su época. Se entregó al idioma para ser retribuido como uno de los escritores más valiosos de las letras hispanoamericanas. Algunos, por error, admitirán que ni siquiera es un clásico. ¿Significa que sea menor? No es una ingente galaxia a lo Borges, pero consigue ser a ratos más interesante que Ernesto Sábato, por ejemplo. Téngase en cuenta también algo que parece una infracción: a los clásicos, con frecuencia, les atribuyen una popularidad que están lejos de tener. Por lo común, sobreviven gracias al fallo de una tradición elitista que, sin embargo, legitima e influye a la generalidad. Carente del empuje más notorio que sí tuvieron otros, la resistencia de José Bianco al tiempo, sigue siendo su innegable espaldarazo.

DANIEL CÉSPEDES GÓNGORA
DANIEL CÉSPEDES GÓNGORA
Daniel Céspedes Góngora (Isla de la Juventud, 1982). Crítico y ensayista. Graduado de Historia del Arte por la Universidad de La Habana. En 2021 la editorial Casa Vacía publicó su libro La dolce vita. Escrituras sobre cine. En 2018, obtuvo en Cuba el Premio Nacional de Crítica de Arte Guy Pérez de Cisneros en la categoría Ensayo.

Leer más

Emiliano Monge, autor de ‘Los vivos’: “Dedicarse a la literatura es narrar con un lenguaje diferente”

'Los vivos' (Random House, 2024), la última novela del escritor mexicano Emiliano Monge, es quizás la metáfora más exacta de la realidad más terrible de México, la de los desaparecidos.

Cuatro veces Decamerón

¿Qué leemos en un libro como 'Cuarentena 40 días & 40 noches', de Geandy Pavón? Leemos las claves para entender la extrañeza de las imágenes.

Lo que come el fundamento

a cuarenta metros de profundidad / la corriente se vuelve hacia la noche / la presión hace de los pulmones / un puño cerrado un coco chiquito
Festival En Zona 2024
Festival En Zona 2024
Rialta, la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM-Cuajimalpa) y El Estornudo invitan a la primera edición del Festival En Zona, que tendrá lugar en la Ciudad de México entre los días 26 y 29 de noviembre de 2024.

Contenidos relacionados

Comentarios

1 comentario

  1. No olvidar al narrador. «Sombras suele vestir», es un cuento fantástico, en cada uno de los sentidos de lo fantástico. Buena «probadita» o «ensayo» (Montaigne) de Daniel Céspedes Góngora al talentoso escritor argentino.

Deja un comentario

Escriba su comentario...
Por favor, introduzca su nombre aquí