Mi libro Ilusión y ruinas. Imaginarios de izquierda en Puerto Rico desde los sesenta (Ediciones Laberinto, San Juan, 2025) tiene como objetivo contribuir a la historia intelectual de la izquierda puertorriqueña, vinculada a la llamada nueva lucha por la independencia. Me enfoco, fundamentalmente, en el periodo comprendido entre 1959 –con el surgimiento del Movimiento Pro Independencia (MPI), al calor de la Revolución cubana— y comienzos de la década de 1990, con la disolución del Partido Socialista Puertorriqueño (PSP) en el contexto de la caída del Muro de Berlín y del colapso del “socialismo real”. Sin embargo, extiendo hasta el momento actual el análisis de lo que todavía se considera la izquierda.
¿Cuáles fueron los imaginarios de izquierda en Puerto Rico partir de la década de los sesenta? ¿Cuáles fueron los debates y los conflictos ideológicos de estas izquierdas? ¿Cómo se resolvieron? ¿Por qué y cómo fracasó el proyecto independentista en sus distintas encarnaciones desde 1970 e, incluso, se desvaneció el imaginario socialista? Estas son algunas de las interrogantes que discuto en este libro. La imagen espectral de estos imaginarios se mueva entre la idealización nostálgica y el olvido que borra sus historias. Mi interés es hacer un elaboración crítica que trascienda esta dicotomía y nos permita historizar adecuadamente estos imaginarios de izquierda.
Durante el periodo de hegemonía del proyecto desarrollista del Estado Libre Asociado (ELA) y del muñocismo, esto es, hasta 1968, el independentismo puertorriqueño entró en una grave crisis que se manifestó, entre otros elementos, en el dramático declive de su apoyo electoral. Fue en esta coyuntura de fracasos y crisis del independentismo tradicional que surgió lo que se llamó la nueva lucha por la independencia. En términos internacionales, la nueva izquierda se desarrolló en el contexto de radicalización global en el que se destacaron las luchas anticoloniales y antiimperialistas de la era posterior a la Segunda Guerra Mundial, la Revolución cubana y la guerra de Vietnam.
En la década del setenta, las agrupaciones independentistas del país, el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), el PSP y diversos grupos de orientación marxista-leninista, tanto legales como clandestinos, adoptaron el socialismo como norte programático y estratégico del proyecto de liberación nacional. La independencia se vinculó al socialismo y viceversa. La crisis del capitalismo durante la década del setenta creó condiciones idóneas para que el independentismo apoyara de forma militante los movimientos y luchas sociales (rescates de terrenos, huelgas de trabajadores y estudiantiles) que surgieron como respuesta a la propia crisis.
La crisis del capitalismo durante la década del setenta creó condiciones idóneas para que el independentismo apoyara de forma militante los movimientos y luchas sociales (rescates de terrenos, huelgas de trabajadores y estudiantiles) que surgieron como respuesta a la propia crisis. El independentismo tomó “la calle” y se radicalizó con manifestaciones masivas, actos de desobediencia civil, militancia e, incluso, acciones armadas. Se organizaron círculos y talleres de educación política, foros, seminarios y conferencias donde se discutían y debatían cuestiones fundamentales de las distintas variantes del socialismo. En centros de trabajo, comunidades, escuelas superiores y universidades se diseminó el imaginario socialista. Esta opción logró una presencia importante en el espacio público del país.
En fin, los setenta fueron años de conflictos sociales intensos y el independentismo se lanzó a superar su debilidad política en el contexto de la crisis capitalista. La clave para ello era “hallar su propia base social” en la clase más numerosa y estratégicamente más importante en el país: la clase trabajadora. El liderato del movimiento independentista reconocía que, en el marco de la crisis capitalista, la independencia a secas no era una alternativa que pudiera atraer el apoyo masivo de los trabajadores y otros sectores populares. De ahí que se impulsara un giro al socialismo, es decir, vincular la independencia al socialismo y viceversa.
Este periodo marcó un momento de ilusiones y de creencia en la posibilidad real, incluso inminente, de un cambio radical o revolucionario en Puerto Rico. La consigna del PSP, “Independencia ya, Socialismo ahora mismo”, condensa el imaginario de este periodo, en el que estas metas parecían una posibilidad alcanzable; al menos eso creímos a partir de nuestros deseos, pero evidentemente no fue así. Las ilusiones no duraron mucho. Por un lado, la mayoría de los trabajadores no eran independentistas; por el contrario, apoyaban las opciones políticas mayoritarias que prometían la “unión permanente” con Estados Unidos. Y por el otro, se dio la paradoja, lo que en un momento se vio como la forma de salir de la crisis independentista –el socialismo–, se volvió un problema que al final contribuyó a la crisis de esta izquierda. Estos y otros factores contribuyeron al fracaso del independentismo socialista.
Me aproximo a la historia de la izquierda mediante el análisis discursivo de las publicaciones –libros, revistas, periódicos, columnas, entrevistas, documentos programáticos, pronunciamientos, panfletos, hojas sueltas, etc.– de figuras destacadas del independentismo puertorriqueño y de diversas organizaciones de izquierda. No es mi objetivo hacer una historia de las organizaciones de izquierda o independentistas, ni siquiera de las principales, sino de sus discursos y desplazamientos en el tiempo.
Analizo los efectos políticos de ciertos desplazamientos discursivos que se han dado desde la década de los sesenta y cómo han culminado en el desvanecimiento del imaginario de lo que fue la izquierda puertorriqueña. Examino, en particular, la falacia constitutiva del imaginario de la izquierda puertorriqueña: ser independentista es ser de izquierda y ser de izquierda es ser independentista. Y destaco, entre otros asuntos, el papel decisivo que ha tenido la intelectualidad independentista y nacionalista (hegemónica en el campo intelectual) en la conformación de esta falacia.
Hacer una historia intelectual de la izquierda conllevó ciertos retos. La ausencia de archivos oficiales de las organizaciones de izquierda y la práctica desaparición de las agrupaciones que estuvieron activas desde los años sesenta hasta los noventa dificultaron esta investigación. A falta de dichos registros, el archivo digital del Proyecto Coabey sobre la nueva lucha de independencia en Puerto Rico fue crucial para este texto. Para lograr el análisis discursivo de diversas organizaciones de izquierda y figuras destacadas del independentismo puertorriqueño propuesto en este libro, utilicé como fuentes clave una serie de publicaciones de izquierda, tales como periódicos (Claridad, La Hora, Bandera Roja, etc.); revistas (La Escalera, Tribuna Roja, El Militante, Ira Popular, Correo de la Quincena, La Voz Obrera, Urayoán, Pensamiento Crítico, etc.); programas de partidos y tesis políticas, declaraciones y pronunciamientos.
Además, el libro indaga la recepción de la modalidad específica de marxismo-leninismo (mezcla de marxismo y nacionalismo tercermundista) adoptada por la izquierda hegemónica y también las variantes dogmáticas que adoptaron las agrupaciones más pequeñas de la izquierda. Discuto, finalmente, los conflictos, las disputas político-ideológicas, los ataques y las descalificaciones que ocurrieron entre las organizaciones de izquierda y al interior de ellas, las cuales terminaban frecuentemente en purgas y divisiones y en la proliferación de nuevas (y a veces efímeras) organizaciones. El autoritarismo y la fragmentación de la izquierda, entonces, caracterizó el periodo que estudio.
En síntesis, intento analizar los desplazamientos discursivos de la izquierda puertorriqueña que surgió a partir de la Revolución cubana y explicar las razones por las cuales fracasó como alternativa política efectiva para enfrentar el colonialismo y el capitalismo.
El sastre de Ulm y los imaginarios de izquierda
En 1934, a comienzos del establecimiento del régimen nazi, Bertolt Brecht escribió el poema “Ulm 1592” en el que plasma la leyenda del sastre Albert Ludwing Berblinger, quien tenía el sueño de volar. [1] De modo que para hacer realidad su sueño, diseñó y construyó un aparato volador y se propuso saltar desde la punta de la catedral (la más alta del mundo) de la ciudad de ULM. Llegado el día de la demostración, el sastre saltó y cayó a la muerte. El poema de Brecht dice así:
–¡Obispo, puedo volar!–
le dijo el sastre al obispo.
–¡Fíjate, voy a probar!–
Y con algo como alas
el sastre subió al lugar
más alto de la catedral.
Pero el obispo no quiso mirar.
–Como el hombre no es un ave,
eso es pura falsedad–
dijo el obispo del sastre
–Nadie volará jamás.
–El sastre ha muerto –la gente
al obispo fue a informar
Fue una locura. Sus alas
se tenían que desarmar.
Y ahora yace destrozado
sobre la plaza de la catedral.
–¡Que repiquen las campanas!
Era pura falsedad
Como el hombre no es un ave
–dijo el obispo a la gente–
¡nunca el hombre volará!–
Por supuesto, como sabemos, los seres humanos eventualmente inventaron máquinas voladoras y pudimos volar. Lo que propone Brecht entonces es que el fracaso del sastre no fue definitivo, sino temporero. Su intento de volar fue parte del proceso que llevaría al triunfo, al progreso. Se trata una parábola que demuestra la concepción de la historia de Brecht en la que el bien, aunque derrotado provincialmente, habría de triunfar necesariamente sobre el mal (en su caso el nazismo), y la utopía revolucionaria se impondría.
Lucio Magri, dirigente histórico del Partido Comunista Italiano (PCI) y fundador (junto a Rossana Rossanda) de la revista Il Manifiesto, en su libro El sastre de Ulm. El comunismo del siglo XX relata que en 1991 se realizaron una serie de asambleas en el PCI para decidir si se cambiaba el nombre del partido y se eliminaba la palabra comunista de este. En una de esas reuniones, un camarada le hizo una pregunta a un dirigente del partido que se oponía al cambio de nombre: “Después de todo lo que ha sucedido y está sucediendo, ¿todavía cree usted que se puede utilizar la palabra comunista para describir la clase de amplio partido democrático de masas que ha sido y es el nuestro, ese partido que queremos renovar para llevarlo al gobierno?”[2]
El dirigente respondió con la famosa parábola de Brecht del sastre de Ulm: “¿Cuántos siglos, cuántas luchas sangrientas, avances y derrotas le había costado al sistema capitalista alcanzar, en una Europa occidental que inicialmente estaba más retrasada y era más bárbara que otras partes del mundo, un grado sin precedentes de eficiencia económica y, con ello, acceder a instituciones políticas más abiertas y a una cultura más racional?” Es decir, “si la historia real de la modernidad capitalista no mostraba un progreso lineal sin ambigüedades, sino que era dramática y costosa, ¿por qué́ debería ser de otra manera el proceso de su reemplazo?”[3] Según el dirigente comunista, esta es la moraleja que Brecht quería transmitir con el relato del sastre.
A pesar de que para Magri esta respuesta estaba bien fundamentada, preguntó: “¿Estamos seguros de que el sastre de Ulm, si hubiese sobrevivido lisiado a la desastrosa caída, habría subido de inmediato otra vez para volver a intentarlo y de que sus amigos no habrían tratado de retenerlo? y, sea como fuere, ¿qué contribución efectiva había supuesto a la historia de la aeronáutica?”[4] Esta interrogantes parten de que en la actualidad el socialismo y el comunismo han sido reducido a su dimensión totalitaria. Más aun, la condena de la memoria del “comunismo” se extiende a la totalidad de los proyectos revolucionarios, incluyendo las luchas de los pueblos coloniales. En suma, los imaginarios revolucionarios del siglo XX parecen finalmente enterrados.
Décadas después del colapso del comunismo, las preguntas sobre las razones de este colapso y fracaso no solo no han encontrado respuesta, sino que ni siquiera han sido discutidos seriamente. o, mejor aún, han encontrado algunas respuestas, pero muy superficiales, y dictadas por las conveniencias. De ahí la necesidad de la izquierda (o lo que queda de ella) haga una reflexión crítica sobre su historia, sobre sus imaginarios. Una reflexión que reconozca el fracaso de la izquierda y del proyecto de socialismo y que contribuya a una innovación radical de estos imaginarios.
Se impone entonces mirar de frente, sin nostalgia, ni moralismo, ni triunfalismo el modo en que se desarrolla la situación política local y global en estos tiempos. Es evidente que, desde la perspectiva de las fuerzas progresistas, la situación política contemporánea no está cambiando para mejor, ni mucho menos se está dando un deslizamiento de las relaciones de fuerza a favor de la izquierda. Todo lo contario lo que avanza es el autoritarismo y populismo de la extrema derecha, llámele fascismo, posfascismo, tecnofeudalismo, o algún otro nombre. Mientras tanto, como dice Magri, el “viejo topo” ha cavado y sigue cavando, pero, siendo ciego, no sabe bien de dónde viene y adónde va, o si camina en círculos.
A pesar de todo, tenemos la posibilidad de utilizar el presente para comprender mejor el pasado, y de esta manera (quizás podemos) orientarnos mejor en el presente y en el futuro. Pero si se evita este tipo de reflexión podemos seguir como el viejo topo ciego, caminado en círculos. Si la izquierda ha de tener futuro tiene que descartar los imaginarios fracasados y potenciar una nueva imaginación política, un nuevo horizonte de expectativas alterno al capitalismo imperante. Esta izquierda posible tendría que rechazar la tradición del comunismo y de la socialdemocracia, además de rescatar y examinar críticamente aquellas concepciones marxistas heterodoxas, al igual que otras perspectivas radicales que fueron reprimidas y suprimidas a lo largo del siglo XX. Una reformulación en esta dirección podría recobrar la dimensión libertaria del socialismo, es decir, el vínculo entre socialismo y libertad.
¿Podrá la izquierda renovar su imaginario político, reconstruir sus ruinas, y articular un nuevo horizonte de emancipación? ¿O se convertirá en una categoría gastada, obsoleta y sin vigencia alguna para nuestros tiempos? Solo el tiempo dirá.
Notas:
[1] El incidente que describe Brecht ocurrió en 1811, pero el escritor lo ubica en 1529.
[2] Lucio Magri: El sastre de Ulm. El comunismo del siglo XX, CLACSO, Buenos Aires, 2011.
[3] Ibídem, pp. 19-20.
[4] Ibídem, p. 20.