fbpx

Enfermedad, fracaso, absoluto: cartas del joven Samuel Beckett

Nada más alejado de cualquier esplendor mundano que estas cartas eruditas, intensas e incesantemente sarcásticas en las que el joven Beckett, atenazado por las enfermedades, la pobreza y la lucidez ha esbozado un magnífico retrato del artista como perdedor perenne.

-

Presentación

Numerosos especialistas en la obra de Samuel Beckett (1906-1989)han convenido en que Damned to Fame, de James Knowlson, es la mejor biografía jamás publicada sobre el taciturno irlandés que escribió Esperando a Godot. Y quizá tengan razón: se trata, qué duda cabe, de una exhaustiva, prolija y erudita investigación que, en general, evita con soltura la tentación hagiográfica, tan común en estudios como ese. El título, sin embargo, resulta engañoso: nada, en efecto, lo predestinaba a la fama en los primeros veinte años de su carrera literaria y parece probable que si hubiese muerto antes de 1950 solo habría figurado en las notas al pie de alguna que otra biografía de Joyce o, tal vez, en una exhaustiva antología de la literatura irlandesa del siglo XX. Todo cambió, por supuesto, tras la publicación y puesta en escena de Esperando a Godot,pero el aluvión de premios no debe hacernos olvidar que el Nobel de 1969 nada tenía de inevitable. En este sentido, la correspondencia de los años treinta resulta reveladora: nada más alejado de cualquier esplendor mundano que estos textos eruditos, intensos e incesantemente sarcásticos en los que el joven Beckett, atenazado por las enfermedades, la pobreza y la lucidez ha esbozado un magnífico retrato del artista como perdedor perenne, sin miedo ni esperanza.

Cartas del joven Beckett

A James Joyce. Kassel, Alemania, 25 de marzo de 1929

Estimado señor Joyce

Aquí va el último fragmento del ensayo[1] que he podido insertar. Me parece que podría aparecer a continuación del pasaje que trata de “la forma como concreción del contenido”. He conseguido combinar los tres puntos en un párrafo más o menos razonable.

He buscado hoy el volumen de Grimm en una librería, pero no ha habido suerte. De todas formas, seguiré buscando.

Por favor, envíele mis saludos a la señora Joyce, a Giorgio y a Lucía. Con todo mi aprecio

Samuel Beckett

A Thomas McGreevy. Kassel, Alemania, verano de 1929

Estimado McGreevy:

Ese abominable viejo imbécil, Russell, me devolvió mi manuscrito por correo acompañado de una breve nota escrita en tercera persona […] de todas formas me gustaría colocarlo en alguna parte, en cualquier parte (con la notable excepción de transition),[2]pero no conozco a nadie en las revistas literarias menos exigentes. ¿Tal vez O’Sullivan podría publicarlo? Si tienes su dirección te lo agradecería.

[…] he leído el primer volumen de Proust, Por el Camino de Swann y me parece extrañamente desigual. Hay cosas incomparables (Bloch, Francisca, la tía Leónie, Legrandin) y también pasajes artificiales, pedantes, casi deshonestos. Resulta difícil pronunciarse sobre él: tiene tal dominio de su estilo que a menudo se convierte en su siervo. Algunas metáforas iluminan toda la página como una epifanía; otras son artificiosas y parecen haber sido forjadas desde la más plomiza y monótona terquedad. Él logra alcanzar el más sutil, encantador y tembloroso equilibrio y luego desciende a un tono llano, corriente, casi ramplón, como el del Macaulay en sus momentos más mediocres. ¡Y pensar que debo leer los 16 volúmenes![3]

Por cierto, la tía Cissie está devorando Ulysses y adora hablar sobre Joyce y su libro, una actividad delicada en presencia de Peggy,[4] que no tiene el menor interés en libro alguno y a quien no he conseguido persuadir de que saber leer no es un pecado.

Escribe cuando te sientas mejor. Tu amigo

S. B.

A Thomas McGreevy. París, 18 de julio, 1930

Estimado Tom

Me alegra haber recibido tu carta y que las cosas hayan salido bien en Londres. No dices nada sobre la gente de Connoisseur. ¿Los has visto? Aquí no hay nada interesante, sólo alcohol e inanidad […] eso sí, el día 14 la pasé bienporque estaba mucho más borracho que nadie.

[…] no consigo empezar a escribir el ensayo sobre Proust.[5] No soporto que me apuren. ¿Te preguntaron algo en Londres los de la editorial? Bueno, al menos terminé de leer al bastardo.

Anoche me emborraché con Luis le Chardonnel, Thèrive y Pelorson. Pelorson estaba encantado, pero Thèrise se fue sin pagar por su cerveza y ese obeso individuo de talante chestertoniano[6] se negó a pagar por él. Pelorson estaba muy animado. Ayer bebimos toda la noche y al final compramos una botella de champán –a lo Charlus–[7] y estuvimos hasta el amanecer escuchando a Wagner y Stravinski.

[…] he recibido una larga, aburrida y muy amistosa carta de Ruddy. Se queja de no encontrar editor para su libro sobre Racine. ¿Sería posible hablar con la gente de Chatto and Windus? Hace poco compré la edición Larousse de las obras completas e intenté leer Ester. No sé qué me pasa, pero encontré muchas palabras superfluas: eso nunca me había pasado con Racine.[8]

Con todo mi aprecio, tu amigo, Sam

A Thomas McGreevy. París, Julio de 1930

Estimado Tom

Recibí tu carta esta mañana. Agradezco tu invitación, pero no puedo aceptarla por el momento: el ensayo sobre Proust crece cada vez más y cada vez parece menos probable que pueda terminarlo antes de abandonar París. Tal vez cuando Péron y Pelorson se hayan marchado. Ahora Péron y yo intentamos avanzar en nuestra traducción de Anna Livia Plurabelle,[9] que se ha convertido en una especie de comedia: supongo que es la única manera de traducir un texto como ese.

[…] Sobre las tribulaciones de Ruddy:[10] no creo confundir amistad con apreciación literaria. De verdad pienso que él sería capaz de escribir un libro sobre Racine que nadie más podría concebir. Ese libro no te gustaría (incluso si el autor fuera anónimo) pero para mí representaría la verdad, bueno, no la Verdad, pero al menos una interpretación audaz (¡y qué raras son!)

[…] Ahora estoy leyendo a Schopenhauer. Todo el mundo se ríe de eso: Beaufret, Aly, etc. Pero a mí no me interesa la filosofía, no me importa si el hombre es un metafísico importante o insignificante. Una justificación filosófica de la desdicha –la más grande que se haya intentado jamás– siempre vale la pena para alguien que se interesa por Proust y Leopardi.

Trabaja bien, duerme bien. Tu amigo

Sam

A Thomas McGreevy. Dublín, 11 de marzo, 1931

Estimado Tom

Mil gracias por tus comentarios sobre mi Proust. Habrías recibido tu ejemplar mucho antes si no fuese por lo que el Barón de Charlus llamaba “un desafortunado encadenamiento de circunstancias”. Yo he estado enfermo, paralizado por un resfriado atroz que me ha mantenido junto al fuego. Durante tres días ha soplado un viento aterrador, una suerte de vitriolo siberiano […]

Tras leer tu opinión sobre el ensayo sé que es algo mejor de lo que pensaba. A decir verdad, leí a Proust muy rápido y por momentos me preguntaba si lo que escribía tenía sentido. Me parecía plúmbeo, monótono, sin encanto. Es demasiado abstracto y si resulta plausible es solo porque posee la fría estructura de un silogismo. No es que importe demasiado: no tengo el menor deseo de ser un académico.

Envíale mis saludos a los Aldingtons

Con todo mi aprecio

Sam

A Thomas McGreevy. Dublín, 12 de diciembre, 1931

Estimado Tom

Discúlpame por no responderte antes. Podría invocar todo tipo de melancólicas –e imaginarias– circunstancias para justificarme […] no sé si todavía estás en París, pero sería grandioso si pudiéramos vernos en Navidad. Aquí he visitado varias veces la Galería Nacional para contemplar la Pietá de Perugino. Está enterrado detrás de un formidable despliegue de cristal así que uno se ve obligado a aprehenderlo progresivamente, centímetro cuadrado por centímetro cuadrado. Por supuesto, los restauradores lo han arruinado, pero sigue siendo admirable, especialmente las mujeres […] ¿Cómo va tu novela? Yo he vuelto a trabajar en los cuentos, pero no progreso demasiado. Acabo de releer El rojo y el negro. ¡Qué obsesión la suya con las cumbres, las escaleras, las torres, los pilares góticos y las terrazas! Y lo mismo en La cartuja de Parma. Es el Nimrod[11] de los novelistas.

Escríbeme. Con todo mi aprecio,

Sam

A Thomas McGreevy. París, 5 de diciembre, 1932

Estimado Tom

[…] he estado leyendo a Proust, El tiempo recobrado. La primera parte me desagradó: parece una especie de retorno a Balzac y la novela del XIX. Pero la segunda parte es espléndida, en particular las últimas cien páginas, tan buenas como cualquier otra cosa escrita en cualquier lengua occidental. Y cada vez que lo releo me parece mejor.

Tengo la mayor admiración por Sainte-Beuve y creo que fue la mente más brillante del siglo XIX francés […] pero me parece una lástima que se haya dedicado exclusivamente a la crítica literaria. Creo que si lees sus reseñas con atención puedes apreciar cómo desarrolla un método de exégesis plausible que con el tiempo se convierte en un procedimiento mecánico, deplorable. Pero si no has leído su novela Voluptuosidad yo la tengo y puedo enviártela. Está muy bien escrita y nunca he podido entender por qué lo consideran un libro oscuro y grotesco. Las imágenes están elaboradas con tal destreza y los colores son tan numerosos como en un caleidoscopio: está mucho más cerca de Rousseau que de Musset. Desearía que hubiese hecho algo más con su talento que elaborar un método crítico y precisar una actitud. ¿Acaso no existen ya suficientes tipos como Taine?

Escríbeme. Tu amigo

Sam

A Thomas McGreevy. Dublín, 15 de mayo, 1933

Estimado Tom

Me alegra saber que has empezado a escribir otra vez. ¿Se trata de la vieja novela o es algo nuevo? Por lo que dices comprendo que te resulta difícil trabajar. ¿No podrías encontrar un lugar mejor que el Mathieu?[12] Recuerdo una vez que intentaba escribir algo allí –los cuentos de Belacqua– y no podía pensar en una oración decente. Quizás el café Cluny sería mejor. De todas formas, escribir algo que valga la pena es jodidamente difícil. Acabo de terminar un par de cuentos, sin entusiasmo ni convicción alguna, porque uno debe hacer algo o perecer de hastío. Ahora tengo cinco pero no creo que pueda dar a un editor la posibilidad de rechazar menos de doce […] un médico me revisó el cuello hace unos días y comentó que era “un pozo séptico”. Hoy me he operado con anestesia local: estuve cinco días tirado en la cama, soltando pus a través de las puntadas. Ahora parece haber sanado, pero no me confío […] todavía te debo cincuenta francos, pero me queda tan poco dinero que tendré que devolvértelo en otro momento: me aterra enfermarme de nuevo y todo parece oponerse a que pueda viajar en el futuro cercano, incluso si lograra publicar un relato y conseguir algún dinero. Mientras tanto me atiborro de cerveza de barril barata y, a decir verdad, no hago nada más, excepto escribir a máquina, no sabría decirte para qué. A lo mejor lo que me paraliza es el horrible clima, el frío y la humedad anonadantes. También he leído un poco de Leibniz: optimismo empalagoso (¿o es una tautología?). Horowitz dio un concierto aquí pero el programa era aburrido y él no estaba en forma. Pronto tocarán una sinfonía de Prokófiev e intentaré ir, aunque la última vez que lo intentaron fue decepcionante.

Tu amigo,

Sam

A Thomas McGreevy. Londres, 8 de febrero, 1935.

Estimado Tom

Me alegra que hayas terminado tu traducción. De mí no tengo nada que decirte excepto que la sensación de alivio y vitalidad que había experimentado al llegar a Londres se ha esfumado […] ojalá estuvieses aquí para tener alguien con quien hablar de pintura: hace poco visité la Galería Nacional y, aunque es difícil ver los cuadros de Elsheimer en la sala alemana, pude apreciar finalmente su extraordinario Tobías y el Ángel: [13] un prodigio de luz y delicadeza.

El domingo pasado escuché tocar a Mary Jo Prado en casa de Hester, que la aprecia mucho. No me gustó. Algunas piezas estuvieron bien: una gavotte de Rameau,[14] Scriabin y Prokófiev. Pero su Chopin y su Debussy fueron una patética improvisación, muy desagradable […] ahora leo a Balzac: La prima Bette. La pobreza de estilo y pensamiento es tal que me pregunto si escribía en serio[15] […] o tal vez todo sea una broma gigantesca. Y sin embargo persevero en la lectura.

Escríbeme pronto. Tu amigo,

Sam

A Tomas Mac Greevy. Londres, 22 de septiembre, 1935

Estimado Tom

[…] me he obligado a continuar escribiendo y he conseguido terminar unas nueve mil palabras, pero este material es muy pobre[16] y no tengo el menor interés en continuar. Los dolores intestinales son los peores que he experimentado y estoy convencido de que algo no anda bien con mis tripas pero no tengo el coraje de consultar a un médico […] he comenzado a leer a Rabelais por puro aburrimiento

Tu amigo, Sam

A Thomas McGreevy. Londres, 8 de octubre, 1935

Estimado Tom

[…] el otro día fui al Instituto de Medicina Sicológica a escuchar una conferencia de Jung. El tipo niega ser un místico con tanta vehemencia que sospecho que, efectivamente, es un místico del tipo más nebuloso. Ciertamente es incapaz de hablar sin recurrir al uso de vaguedades, imprecisiones y peticiones de principio, aunque supongo que eso resulta difícil para cualquiera. La conferencia trataba sobre el así llamado “método sintético” –por oposición al “método analítico” de Freud– y su idoneidad para interpretar tres sueños de un paciente que al final se hundió por no hacerle caso a Jung e insistir en una interpretación vinculada al complejo de Edipo. Siempre de acuerdo con Jung, el hombre se recuperó cuando aceptó su error. ¡Imagina eso! Para este personaje la mente es, supongo, una mezcla de Rousseau y Lavater,[17] de entusiasmo y Euclides, una rapsodia metódica. Supongo que no está mal, pero en última instancia me parece que ni siquiera es digno de la suciedad acumulada bajo las uñas de Freud. No me imagino que pueda curar a nadie. Para colmo, ¡insiste en que todos los pacientes se hagan un horóscopo! A mí no me convencerán de analizarme.

Tu amigo,

Sam

A Axel Kaun. Dublín, 9 de junio de 1937

Estimado Axel

Será mejor decirte sin rodeos que en mi opinión Ringelnatz[18] no vale la pena: traducirlo es una pérdida de tiempo. Con eso no quiero decir que no tendría éxito con el público inglés, pero en ese sentido soy incapaz de emitir una opinión porque todo lo relacionado con la recepción de una obra y la respuesta del público se vuelve cada vez más misterioso para mí; también irrelevante. Supongo que no puedo librarme de la –acaso ingenua– antítesis: si hablamos de literatura, un texto es bueno o no es nada en absoluto. Y si necesitamos ganar dinero, será mejor que lo hagamos en otra parte.

Por supuesto, no dudo que Ringelnatz haya sido una persona excepcional. Desafortunadamente, como poeta parece haber seguido el criterio según el cual es mejor escribir cualquier cosa que no escribir […]

[…] es cierto que, como has observado, se ha vuelto difícil para mí escribir en un inglés formal, correcto. Cada vez más mi idioma me parece un velo que es necesario desgarrar para acceder a las cosas –o a la nada– que se ocultan detrás. ¡Gramática, estilo! Eso se ha vuelto tan irrelevante como los trajes Biedermeier[19] o la “imperturbabilidad” de un caballero: una máscara […] solo se utiliza con eficacia el lenguaje cuando se abrogan sus reglas y si no podemos abolirlo de una vez al menos nos es dado taladrar pequeños agujeros en su estructura, uno tras otro hasta que eso que yace tras el velo –ya sea algo o nada– comience a filtrarse: no puedo imaginar un objetivo más interesante para el escritor ¿O acaso habrá que dejar la literatura en ese vetusto, sórdido camino que ya la pintura y la música abandonaron hace tanto? ¿Acaso existe algo paralizantemente sagrado en la (anti)naturaleza de la palabra que no tiene correspondencia en los elementos de las otras artes? ¿Existe alguna razón por la que la aterradora, arbitraria materialidad de la superficie de la palabra no pueda ser disuelta como, por ejemplo, la superficie del sonido en la Séptima Sinfonía de Beethoven es devorada por enormes pausas negras, de tal forma que por páginas y páginas[20] no podemos percibirla sino como un anonadante sendero de sonidos que conecta insondables abismos de silencio? Se requiere una respuesta.

Por supuesto, sé que existen personas, sensibles e inteligentes, que no experimentan en absoluto la escasez de silencio. Solo puedo asumir que están sordos porque en el bosque de símbolos que no son símbolos, los pájaros de la interpretación, que no es una interpretación, no están jamás en silencio.

Naturalmente, por el momento uno debe arreglárselas con poco más que una incipiente teoría. Al principio lo único posible es inventar de alguna manera un método para demostrar verbalmente esta desdeñosa actitud hacia la palabra. En esta disonancia entre el instrumento y su empleo uno podría quizás percibir el susurro de esa extraña música o, mejor aún, del silencio que subyace a todo.

En mi opinión la obra más reciente de Joyce[21] nada tiene que ver con este programa: sería, en todo caso, la apoteosis de la palabra. Quizás los experimentos de Gertrude Stein se acerquen a lo que postulo: al menos en ellos la estructura del lenguaje se vuelve porosa, si bien, desafortunadamente, por puro azar. Conectar este método con la escritura de Joyce me parece tan ridículo como comparar el nominalismo (en el sentido de los Escolásticos) con el realismo.

Con todo mi aprecio

Samuel Beckett


Notas:

[1] Se refiere al famoso ensayo sobre Finnegans Wake “Dante…Bruno…Vico…Joyce”, que Beckett publicaría en la revista transition el 16 de junio de 1929.

[2] Revista literaria publicada en París por exiliados norteamericanos.

[3] En efecto, la primera edición francesa de Proust es por sí sola una pequeña biblioteca.

[4] Prima de Samuel Beckett.

[5] Beckett había firmado un contrato con la editorial Chatto and Windus para escribir una monografía sobre En Busca del Tiempo Perdido.

[6] Se refiere a Le Chardonnel, que aparentemente se parecía al Padre Brown, protagonista de los relatos de Chesterton.

[7] Alusión al famoso personaje de Proust.

[8] Según los especialistas, en su obra, el vocabulario de Racine es notoriamente escaso: unas dos mil palabras (pensemos que Shakespeare manejó alrededor de dieciocho mil).

[9] Fragmento de Finnegans Wake, que Beckett tradujo al francés.

[10] T. B. Rudmose-Brown: amigo de Beckett, crítico literario, especialista en literatura francesa.

[11] Alusión a personaje bíblico, legendario cazador y rey de Babel.

[12] Café Parisino.

[13] Siempre asombra en Beckett el incesante contrapunto entre una filosofía nihilista “lejos de todo cielo” y una sensibilidad estética impregnada por lo mejor de la tradición judeocristiana. Por otra parte, eso era quizás más o menos inevitable para cualquier escritor europeo de primer orden: después de todo la Biblia todavía era en las primeras décadas del siglo XX “el Gran Código” de la literatura occidental, su léxico de inteligibilidad. Pero no hay que confundirse: Harold Bloom ha observado la aspereza desplegada por el dramaturgo irlandés ante cualquier intento de cristianizar Esperando a Godot: “Conozco bien la mitología cristiana y en ocasiones la utilizo. Pero no aquí”.

[14] Compositor de música barroca francesa.

[15] Beckett nunca apreció a Balzac, que le parecía la apoteosis de la vulgaridad folletinesca.

[16] Se trata del manuscrito de su primera novela, Murphy.

[17] Poeta y teólogo suizo, amigo de Herder y Goethe.

[18] Mediocre poeta alemán.

[19] Trajes de baño victorianos.

[20] Evidentemente Beckett se refiere aquí a la partitura.

[21] Se refiere a Finnegans Wake.

UBALDO LEÓN BARRETO
UBALDO LEÓN BARRETO
Ubaldo León Barreto (San Antonio de los Baños, 1981). Licenciado en Letras por la Universidad de La Habana.

Leer más

‘La presa’, de Manuel Ojeda: volverse mito

La segunda película de Manuel Ojeda se inserta en una tendencia del cine cubano contemporáneo a mostrar la simbiosis entre protagonista y paisaje.

¿Cómo desaparecer a un clásico?: a 60 años de ‘La noche de los asesinos’, de José Triana (II)

El estreno en 1966 de 'La noche de los asesinos', de José Triana, sacudió al teatro cubano en una dimensión completamente inesperada.

Cielos empedrados: 2046

'2046' es la película de la imposibilidad de convergencia entre los individuos por más amagos de querer que hagan.

Contenidos relacionados

Deja un comentario

Escriba su comentario...
Por favor, introduzca su nombre aquí