Taha Muhammad Ali (1933-2011) vivió la mayor parte de su vida como un palestino de Israel. Nació en una aldea de la provincia de Galilea, encontró refugio junto a su familia en el Líbano, cuando la guerra árabe-israelí de 1948 arrasó con su pueblo y regresó luego a Nazaret, donde murió a los 80 años. Allí escribió sus poemas y cuentos de forma autodidacta, al finalizar cada jornada como vendedor de souvenirs en la tienda familiar. No pasó del cuarto grado de escolaridad, no dirigió ninguna publicación literaria, no concibió ningún manifiesto artístico o político.
El trío de poetas y traductores conformado por Peter Cole, Yahya Hijazi y Gabriel Levin son los responsables de que el nombre de Taha Muhammad Ali transcendiera el ámbito literario palestino y llegara al idioma inglés en la colección Never Mind: Twenty Poems and a Story (2000) y luego So What?: New and Selected Poems (2006), a la cual pertenece la traducción que sirve de base para el poema que hoy publicamos.
Su estilo ha sido catalogado de «vigoroso» o como «una rica colección de imágenes extraídas principalmente de su aldea natal». Sin embargo, la mejor descripción la ofrece el propio poeta a su biógrafa, la judía estadounidense Alice Hoffman, cuando le dice que su método poético se parece al billar: «Apuntar aquí para encestar allá».
***
«Encuentro en un aeropuerto»
Una vez me preguntaste,
mientras volvías de tu viaje
al arroyo a media mañana:
«¿Qué cosa odias,
y a quién amas?»
Y yo te respondí,
detrás de las pestañas
de mi sorpresa,
mi sangre apurándose
como una sombra
proyectada por una nube de estorninos:
«Odio la partida…
Amo el arroyo
y el camino hacia el arroyo
y adoro las horas de mitad de la mañana.»
Y tú reíste…
y el almendro floreció
y el matorral se llenó de ruiseñores.
…Una pregunta
que tiene ya cuatro décadas:
Saludo la respuesta a esa pregunta;
y una respuesta
tan vieja como tu partida;
saludo la pregunta de esa respuesta…
Y hoy,
es absurdo,
aquí estamos en un aeropuerto amigo
por la más ínfima de las posibilidades,
y nos encontramos.
¡Oh, Dios!
nos encontramos.
Y aquí estás tú
preguntando —de nuevo,
es absolutamente absurdo—
Te reconocí
pero tú no me reconociste.
«¿Eres tú?»
Pero tú no querías creerlo.
Y de pronto
rompiste a preguntar:
«Si tú eres realmente tú,
¡¿Qué cosa odias
y a quién amas?!»
Y yo respondí—
mi sangre huyendo del salón,
apurándose dentro de mí
como la sombra
proyectada por una nube de estorninos:
«Odio la partida,
y amo el arroyo
y el camino hacia el arroyo,
y adoro las horas de
mitad de la mañana».
Y tú lloraste,
y flores inclinaron su cabeza,
y palomas tropezaron en la seda de su dolor.
Traducido por Gabriel López a partir de una traducción al inglés de Peter Cole, Yahya Hijazi y Gabriel Levin.
» Y PALOMAS TROPEZARON EN LA SEDA DE SU DOLOR». Uff! cuanta belleza! Tremenda imagen, erizada estoy.