LA HABANA.- Curiosamente cuando se daba a conocer que la opositora María Corina Machado era galardonada con el Premio Nobel de la Paz 2025, el régimen de Nicolás Maduro solicitaba una reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para alertar acerca del supuesto peligro que corre su país ante una hipotética agresión militar de Estados Unidos.
Con independencia de este nuevo ardid del chavismo, desde hacía un tiempo que Caracas esgrimía el fantasma de un enemigo externo para tratar de que la opinión pública, tanto la nacional como la extranjera, olvidara el robo de las elecciones presidenciales que llevó a cabo Maduro en julio pasado.
No hay que olvidar que el dictador venezolano nunca presentó las actas que certificaran su triunfo ante el opositor Edmundo González y que su discutida victoria electoral nunca fue reconocida por buena parte de la comunidad internacional. Incluso el izquierdista Luis Inacio Lula da Silva vetó el ingreso de Venezuela como país observador de los BRICS debido al escandaloso “triunfo” chavista en esos comicios.
Ahora, como era de esperarse, el galardón obtenido por María Corina Machado, ha causado un hondo malestar entre la izquierda carnívora de la región. El dictador cubano Miguel Díaz- Canel Bermúdez, y el ex hombre fuerte de Bolivia, Evo Morales, entre otros, han expresado su desagrado por este premio. En cambio, las fuerzas amantes de la democracia han saludado el galardón, y expresado la esperanza de que este reconocimiento sirva para aislar más al régimen de Maduro y acelerar el tránsito de Venezuela al concierto de naciones que respetan las libertades y el Estado de Derecho.
Resulta significativo el hecho de que los que ahora patalean de rabia por el premio otorgado a la opositora venezolana, no alzaron sus voces para criticar los premios Nobel de la Paz otorgados en el pasado al argentino Adolfo Pérez Esquivel y a la guatemalteca Rigoberta Menchú.
Esos galardonados eran feroces críticos de la derecha internacional, pero se hacían de la vista gorda ante los desmanes de los gobiernos de izquierda. Esos personajes sí eran del grado de Díaz-Canel, Evo Morales y otros de la misma especie.
En el año 2005 se publicó en La Habana el libro Sartre, Cuba, Sartre, que recoge, entre otros temas, la visita que el destacado filósofo y escritor francés realizó a Cuba en el año 1960. A pesar de que Sartre vino a la isla con un sentimiento de simpatía hacia la joven revolución cubana, fue inevitable que su agudeza y genialidad le permitieran apreciar el filón utilitario que el castrismo extraía de su rivalidad con Estados Unidos.
En aquella ocasión el autor de La Náusea expresó que “Si los Estados Unidos no existieran, quizás la Revolución Cubana los inventaría: son ellos los que le conservan su frescura y su originalidad” (ediciones Imagen Contemporánea, pag. 226).
No obstante tratarse de una observación muy original, hecha por una personalidad muy respetada a nivel internacional y portadora de análisis muy certeros, es muy probable que ya el castrismo la hubiese incorporado a su arsenal en aquel temprano año de 1960. Y después, claro está, estuviese presente en el discurso y el accionar de los otros regímenes autoritarios aparecidos en la región.
El régimen chavista, como es lógico, aprendió la lección, y ha incorporado el diferendo con Estados Unidos como el meollo de su política internacional. Así mantienen movilizada y adoctrinada a su población, además de calificar a sus opositores como agentes de una potencia extranjera.
En ese contexto califican al muy merecido Premio Nobel de la Paz otorgado a María Corina Machado como parte de una “conspiración” internacional para derrocar a la revolución bolivariana.