LA HABANA, Cuba. – Los gobernantes cubanos, desoyendo la condena casi unánime de la comunidad internacional, apoyaron la invasión rusa de Ucrania, y después se abstuvieron de censurar la anexión por parte de Rusia de varios territorios fronterizos que pertenecían a Ucrania. Por esas acciones el Kremlin recibió el amplio rechazo de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Como complemento de ese incondicional apoyo a Moscú, el castrismo, valiéndose del monopolio informativo que ejerce sobre nuestro país, se ha encargado de edulcorar la imagen de Moscú en los medios de prensa nacionales y, en consecuencia, presenta a Rusia como una víctima de la política hostil de Occidente y en particular de la OTAN.
En lo concerniente al ámbito deportivo, y en el contexto del rechazo mundial a sus acciones, el gigante euroasiático ha sido impedido de participar en muchas competencias internacionales, como las Olimpiadas de París el pasado año. Los atletas rusos que tomaron parte en esa y en otras competencias lo han hecho a título personal, sin poder utilizar la bandera ni el himno de su país.
Los locutores deportivos cubanos, al narrar los eventos de judo, lucha o cualquier otro deporte en que participen atletas rusos, aclaran que lo hacen en representación de las respectivas federaciones internacionales de esos deportes, pero sin mencionar el porqué de la ausencia de los símbolos nacionales de Rusia. Como casi siempre sucede, los personeros formados por el castrismo, o tergiversan o callan cuando no les conviene decir las verdades.
Por supuesto que no pueden hablar del motivo de la exclusión de Rusia de tales eventos, como mismo tienen que continuar con el discurso de la “operación militar especial” y no expresar claramente que se trata de una invasión al territorio ucraniano. Así, cualquier televidente despistado podría creer que se trata de otra conjura internacional contra la “pobrecita” Rusia. Algo que sería muy del agrado de las autoridades castristas.
En el plano cultural también se ha intensificado el acercamiento entre Cuba y el gigante euroasiático. Por estos días se ha firmado el hermanamiento de San Petersburgo y varias ciudades cubanas, y más recientemente se dio a conocer que Rusia será el país invitado de la próxima Feria Internacional del Libro de La Habana.
En declaraciones formuladas al periódico Granma, el embajador ruso en Cuba, Víctor Koronelli, después de agradecer el reconocimiento hecho a su país, aprovechó la ocasión para insistir en la condición de víctima de su nación, unas palabras en perfecta sintonía con la política castrista de recalcar en la inocencia de Moscú.
Así se manifestó el embajador: “Podemos decir que este rabioso impulso antirruso ha sufrido una aplastante derrota, ya que es imposible cancelar a Pushkin y Lermontov, a Dostoievski, Tolstoi y Bulgakov, pues su legado no pertenece solo al pueblo ruso, sino a toda la humanidad”.
Esa es otra artimaña del lenguaje que hermana a la Rusia de Putin con la Cuba castrista. Ellos se consideran tan herederos de la cultura rusa del siglo XIX como los actuales gobernantes cubanos aspiran a ser los continuadores de los mambises que conquistaron nuestra independencia.
Claro que la animadversión contra Rusia no va dirigida en detrimento de la veneración a esas figuras de la poesía y la prosa rusa, que en el siglo XIX pusieron muy en alto la cultura de esa nación. La condena va dirigida al nuevo zar, Vladímir Putin, heredero del espíritu estalinista y de la peor tradición guerrerista de su país, y quien no ha vacilado incluso en contratar mercenarios de terceros países para mantener la agresión al pueblo ucraniano.








