LA HABANA.- Si a Miguel Díaz-Canel le molesta que lo llamen “puesto a dedo”, el plantón que le dieron sus propios cuadros durante la dizque jornada de higienización del pasado fin de semana le debe haber provocado una severa indigestión. En un video se lo ve con el semblante más desencajado de lo normal, regañando a quienes desoyeron su llamado y no fueron a limpiar las áreas que les correspondían según lo planificado. Resulta que no fueron dos o tres los desobedientes, sino muchos y en varios municipios de la capital; así que el cada vez menos gobernante estaba bravo, con cara de acomplejado, porque si él y su esposa se tomaron la molestia de ir a dar rastrillo en un parquecito y posar para las cámaras recogiendo hojas secas, ¿cómo es posible que tantos cuadros se hayan quedado en sus casas sin doblar el lomo ni un poquito, sin sudar ni una gotita?
El ausentismo a la jornada de higienización dejó un mensaje clarísimo: ni los que supuestamente defienden lo que queda del proceso están dispuestos a ir a un trabajo voluntario, mucho menos para recoger la hediondez acumulada por culpa de la mala gestión de los que deciden todo, que no son ellos, porque ellos están para figurar, para ir a las reuniones y aparecer en cámara tomando notas en una agenda, bostezando o durmiendo sin disimulo, sabiendo que de esa reunión, como de todas las anteriores, no saldrá la solución a ninguno de los problemas del país. Los cuadros se plantaron, muy discretamente, negándose a limpiar, lo cual fue un puntillazo especialmente doloroso a la imagen de Díaz-Canel, porque una cosa es ser el títere de la familia Castro Espín, y otra muy distinta es que tus subordinados se pasen tus órdenes por los sobacos.
Tan poco les importa lo que diga Díaz-Canel que, mientras él regañaba a los que no salieron a limpiar, las caras de los presentes reflejaban cansancio, burla, apatía, una desconexión total del momento histórico. Si así reaccionan los cuadros, que engordan y prosperan gracias a sus cargos inmerecidos, qué puede esperarse del pueblo al que matan de hambre y enfermedades, entre apagones y escasez de agua potable. “¿Dónde están los políticos (de barrio), los delegados, los cederistas?”, preguntaba Díaz-Canel, que ignora que el CDR solo funciona en la cuadra de Gerardo Hernández Nordelo, por razones obvias.
Desde esa misma Cuba paralela, surreal, José Ramón Monteagudo –Jefe del Departamento Agroalimentario del Comité Central del PCC- no solo lamentó la débil respuesta a la convocatoria; también exhortó a que sean los propios empleados quienes se ocupen de la limpieza y recogida de desechos en cada centro de trabajo. Es un descaro enorme que el dirigente de un sector que ha fracasado estrepitosamente se haya atrevido a sugerir que maestros, médicos, enfermeras, ingenieros, contables y un largo etcétera de personas que sí trabajan, deban añadir horas extras a su durísima jornada para ponerse a limpiar porque el gobierno no tiene dinero, combustible ni vergüenza para explicar cómo se ha llegado a este punto.
¿Qué pasó con el plan experimental –llevado a cabo en 2024- de dejar la recogida de basura del municipio Cerro en manos de la empresa Talleres Delis, con el objetivo de extender la iniciativa, si resultaba satisfactoria, a otros municipios de la capital? ¿Por qué fracasó ese interés en resolver un problema urgente a partir de la colaboración entre el estado y el sector privado? ¿Qué pasa que el gobierno y las mipymes solo se entienden cuando el negocio es de importación-exportación, pero cuando se trata de acometer una obra de impacto social, los acuerdos raramente tienen éxito?
Si el gobierno no tiene dinero para pagarle a una empresa privada, o a los trabajadores de la empresa Comunales, que emplee entonces a las fuerzas armadas con sus camiones, sus reservas de combustible y sus efectivos, que llevan décadas cobrando salarios altísimos a costa de una guerra imaginaria. Pero que las emplee siempre, no un fin de semana, ni solamente en La Habana, porque el país completo está igual y la basura no se va a acabar. Que salgan a limpiar hasta que el estado encuentre una empresa que lo haga, tal vez así le retribuyan a esta sociedad una pequeña parte de lo que ha invertido en mantener tres ejércitos para nada.
Justo ahora es un buen momento para que Díaz-Canel se sobreponga al brutal ninguneo con que lo han obsequiado y convoque a los militares a tiempo completo, en lugar de poner esa carga –otra más- sobre los hombros de un pueblo que ha llegado al límite de sus fuerzas. En cuanto al compañero entusiasta de que los trabajadores se ocupen de limpiar, hay que agradecerle la sugerencia de ponerle un machete en la mano a la gente. Ojalá su proposición sea escuchada y la gente acuda, en masa, a arrancar la mala yerba que no deja crecer fruto ni esperanza en esta isla.