LIMA, Perú – El primer ministro del régimen cubano Manuel Marrero reconoció este jueves que la tasa de mortalidad infantil en la Isla cerrará 2025 en 9,7 por cada 1.000 nacidos vivos, lo que supone un incremento de 2,6 puntos respecto al año pasado, cuando se registró en 7,1.
La intervención del dirigente ante los diputados de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) contrasta con los datos históricamente controlados que el régimen ha utilizado como vitrina propagandística de su sistema de salud.
Marrero admitió el “deterioro” de la mortalidad infantil al tiempo que esquivó actualizar datos sobre la mortalidad materna, un indicador relevante y relacionado que ya mostraba un aumento alarmante del 4,9% en 2024.
Durante el primer semestre del 2025, el panorama era negativo en la Isla con relación a la mortalidad materna, que subió a 56.3 por cada 100.000 nacidos vivos, frente a 37.4 en el mismo periodo de 2024. Guantánamo, Holguín y Santiago de Cuba aparecieron entre los territorios más afectados en la primera mitad de este año.
El primer ministro también habló sobre retrocesos en otros indicadores demográficos, entre ellos el envejecimiento poblacional y un bajón en el numero de nacionales de cara a las próximas décadas.
Durante la sesión de la ANPP se realizó la proyección de la población cubana para el período 2025-2050, manteniéndose la tendencia de una baja fecundidad y de que fallezcan más personas que las que nacen.
Marrero confirmó que se prevé cerrar el actual año con 9.600.000 habitantes, y se proyecta que la población decrezca a 7.700.000 en el 2050. La proporción de adultos mayores pasará del 25,7% al 36,4%, y la población en edad laboral se reducirá de 5.900.000 a 4.100.000 personas.
Los retrocesos en el llamado Programa Materno Infantil, históricamente uno de los pilares del relato oficialista sobre los logros de la Revolución, dejan en evidencia un colapso sistémico que ya no puede ocultarse con cifras maquilladas ni con discursos triunfalistas. La disminución del número de nacimientos, combinada con el incremento de muertes maternas e infantiles, dibuja un panorama sombrío para la salud pública en Cuba.








