Las Furias, también conocidas como Erinias en la mitología griega, eran diosas de la venganza y el castigo. Según la tradición, nacieron de la sangre de Urano cuando fue castrado por su hijo Cronos. Estas tres hermanas –Alecto (la implacable), Megera (la celosa) y Tisífone (la vengadora del asesinato)– tenían la misión de perseguir y castigar a quienes cometían crímenes graves, especialmente el parricidio, el matricidio y el perjurio. Se las representaba como seres terroríficos con serpientes en la cabeza, ojos llenos de sangre y látigos en las manos.
A pesar de su aterradora reputación, también se les atribuía un papel en el restablecimiento del orden y la justicia. En algunas versiones de la mitología, fueron aplacadas por Atenea, quien les dio un nuevo rol como Euménides, “las benévolas”, encargadas de proteger la justicia en Atenas. Las Furias aparecen en diversas obras de Ovidio, entre ellas Las metamorfosis y Las tristes (Tristia). En Las metamorfosis, las Furias son mencionadas en contextos de castigo divino, mientras que en Las tristes, escritas durante su exilio, Ovidio las utiliza de forma simbólica, reflejando su sufrimiento personal y el castigo injusto que percibía de parte del emperador Augusto. En su obra, las Furias no solo son agentes del caos y la venganza divina, sino también símbolos del tormento psicológico y la culpa.
Luis Othoniel Rosa abre su poemario Triste la furia; Sadness, the Fury (Editorial Pulpo, 2025) con una cita del escritor cubano Virgilio Piñera: “furiosamente sobre dioses ríen”, extraída de su poema “Las Furias”. Piñera, conocido por su exploración de lo grotesco y lo absurdo, evoca la imagen de entidades mitológicas que no solo castigan, sino que lo hacen con un goce desbordante y cruel. En el poema aparecen como fuerzas necesarias, incluso deseadas, frente a una existencia marcada por el remordimiento, la domesticación emocional (“la salvación administrada”) y el autoengaño. Esta referencia al poema de Piñera se convierte, en el contexto del libro de Luis Othoniel, en una reflexión sobre el tiempo, la historia y la violencia. En Triste la furia, la relación entre furia y tristeza se presenta como un juego de fuerzas aparentemente opuestas pero interdependientes. La tristeza no es solo un eco persistente de la furia original, sino una energía subterránea que fluye a lo largo de la historia, cargada de dolor y memoria. “Necesito las furias desatadas”, nos dice Piñera en otro fragmento. “La tristeza es hija de la furia”, nos dice Othoniel. “Todo es triste”, parece contestarle Piñera con otro verso de su poema.
En el primer capítulo “Ya muérate”, Rosa introduce un tono imperativo que atraviesa toda la sección. La urgencia y el desencanto se imponen desde el título, como si la voz poética exigiera una transformación radical o un cese de lo que es. La furia en el primer poema que le da título al libro es representada como un big bang primigenio, cuyo eco es la tristeza. La imagen del “río del tiempo” que “ahoga colonizadores” remite a un ajuste de cuentas histórico, donde el dolor y la memoria son residuos de mundos pasados. La furia, lejos de ser solo destructiva, es una fuerza que reconfigura el presente, forzando una reflexión crítica.
A lo largo de los poemas, la voz poética se va transformando. En “Jódete”, el tono cambia abruptamente, con un lenguaje más directo y confrontacional. Aquí, la furia ya no es solo un eco del pasado, sino una interpelación al presente. La voz poética ridiculiza la obsesión por la vida individual, la búsqueda de salud y felicidad como un acto egoísta e insignificante frente a la vastedad de la existencia. La mención de Bayamón, como locación geográfica, pueblo natal del poeta, ancla esta furia en un contexto boricua, un espacio donde la violencia y la supervivencia están entrelazadas con la ironía y la cotidianidad.
En “Flow lento”, por otro lado, Rosa introduce una pausa meditativa que contrasta con la agresividad de los poemas anteriores. La voz poética reflexiona sobre la lentitud, que no proviene del placer, sino del cuidado y la enfermedad. La referencia a la tía Nélida, agonizando y repasando su lista de perdones, llena al poema con una melancolía íntima. Esta lentitud, que podría haberse aprendido de la contemplación de la naturaleza, es aquí una herida abierta, un “abismo” que se quiere convertir en resistencia y revolución. La inclusión de las tortugas y sus migraciones da una dimensión ecológica a esta reflexión, conectando la historia personal con la historia del planeta, devolviendo un sentido de continuidad y fatalidad.
A través de estos primeros poemas, Rosa nos invita a sumergirnos en una dialéctica de furia y tristeza, de imperativos existenciales y pausas reflexivas. Aquí, la poesía cede terreno ante una urgencia que no permite contemplaciones. Es decir, el entrecruce entre mitología, historia y vivencia personal construye una voz poética que incomoda, que prefiere la fricción al consuelo lírico.
En “Pájaros”, el primer poema del capítulo “Mundos”, Rosa aborda la transformación futura de las inteligencias humanas. Con un tono inquietante y directo, el poema invita a una confrontación con la alienación y el miedo a la obsolescencia, no solo en términos tecnológicos, sino también existenciales. La frase “¿No te jode saber que las inteligencias del futuro serán radicalmente diferentes a la tuya?” introduce un malestar existencial ante un futuro que amenaza la identidad humana. A través de imágenes de ciencia ficción y referencias cotidianas, Rosa crea una visión distópica de la evolución, donde las inteligencias del futuro viven en un mundo donde los “pájaros” son solo un vestigio de un tiempo pasado. La transgresión de las reglas sociales y el sueño de un futuro anarquista parecen ofrecer una forma de resistencia, pero al mismo tiempo, la afirmación de que estas inteligencias estarán rodeadas de “jaulas” pero sin “pájaros” subraya la pérdida de algo esencial, la tristeza que permea incluso las utopías.
En “La muerte de una inteligencia artificial (Monólogo en un mundo sin humanos)”, Rosa da un giro hacia la ciencia ficción. El poema ofrece una meditación melancólica desde el punto de vista de una inteligencia artificial, reflexionando sobre su vejez y la pérdida de asombro ante el paso del tiempo. Este poema comparte con “Pájaros” una preocupación por el futuro, pero se concentra más en la reflexión filosófica sobre la mortalidad y la obsolescencia, tanto humana como tecnológica. La mención de Rutger Hauer, actor de Blade Runner, refuerza la atmósfera de ciencia ficción, evocando la interacción entre lo humano y lo no humano.
Si en “Pájaros” y “La muerte de una inteligencia artificial” la inquietud provenía de la evolución tecnológica y la pérdida de agencia, en “Las manchas del fin del mundo” el cambio es más orgánico, más atmosférico. No es una crisis que los personajes puedan resolver, sino algo que simplemente han de experimentar. El poema sugiere que, lejos de luchar contra lo inevitable, la mejor respuesta puede ser compartir un desayuno tardío, jugar con los gatos y grabar un video para enviarlo a las amistades. En este sentido, “Las manchas del fin del mundo” encarna la esencia misma de la furia triste del libro: una rabia que no es destructiva, sino celebratoria, un duelo que se convierte en danza. El cierre del poema, con la referencia a Přerov en el año 2055, inscribe la historia en un futuro específico, pero sin que ese futuro se sienta distante o desconocido. Lo que ocurre en este poema no es un evento catastrófico en el sentido convencional, sino una transformación de la percepción: el fin del mundo no llega con destrucción, sino con una disolución de las barreras entre lo extraño y lo cotidiano.
En “La cajita y los timoneros”, Rosa profundiza en la tensión entre la nostalgia y la acción. La imagen de la finca en Orocovis, donde los poetas aprenden a arar la tierra con una yunta de bueyes, establece un contraste entre el trabajo físico y directo, la conexión con la tierra, y el mundo intelectual y urbano lleno de dudas y desencanto. La figura de los “timoneros” se presenta como una sabiduría práctica, una lucha y resistencia frente a las promesas incumplidas de la modernidad. La “cajita” se convierte en un símbolo de la búsqueda de respuestas rápidas a problemas complejos, una crítica a la obsesión por las soluciones tecnológicas superficiales.
El último capítulo, “Libros sin mundo”, es una reflexión sobre la naturaleza de la lectura, la escritura y el tiempo. A través de los poemas “Pírrico” y “La lectura en el futuro”, Rosa explora la creación literaria, la lucha con los textos y la resistencia de los libros a ser comprendidos completamente. En “Pírrico”, el escritor se enfrenta a la contradicción entre el dominio del texto y la rendición ante él, invitando a una reflexión sobre la vulnerabilidad y humildad del escritor. En “La lectura en el futuro”, los libros se presentan como objetos casi sagrados que resisten ser leídos y completados, sugiriendo que el conocimiento nunca es totalmente accesible. Estos poemas proponen una visión del futuro donde la escritura y la lectura son procesos interminables, donde la derrota ante el texto es la verdadera forma de aprendizaje y valentía.
En “La grieta”, Rosa emplea una estructura numérica basada en la secuencia Fibonacci para mostrar la progresión de ideas a lo largo del texto. Esta estructura refuerza la sensación de crecimiento y repetición, simbolizando la búsqueda interminable del cambio y la resistencia a lo establecido. La fecha de firma, “Bayamón 2411”, sugiere un futuro distante, un eterno retorno de las luchas por la libertad y el cambio, que nunca parecen culminar.
Finalmente, me detendré en el último poema del libro titulado “¿Anarquistas?”, que juega con la disposición espacial de las palabras en la página de manera que intensifica el contenido y el significado del mensaje. La disposición de las palabras, que interrumpe la lectura convencional con formas como olas, zigzags o códigos binarios, desafía el orden social y estructural
La disposición de las palabras en el poema crea una sensación de caos y de urgencia. Las pausas entre cada palabra, que podrían parecer erráticas o desordenadas, se correlacionan con la desintegración del orden y la jerarquía que los anarquistas intentan desafiar. El uso del espacio vacío, al presentar cada palabra casi como un “golpe” individual, resalta el tono disruptivo y radical del poema, que está lleno de confrontación, duda y tensión. Los gritos en el texto, que se repiten y se superponen, refuerzan la idea de que el grito, la ruptura de las convenciones, es el único medio para acceder a una nueva forma de existencia o resistencia. Las palabras separadas por saltos irregulares en la página replican la fragmentación del orden social y cuestionan las estructuras preexistentes. Al mismo tiempo, este formato gráfico puede implicar que, en un estado anárquico, lo individual y lo colectivo se convierten en una lucha por la autonomía y la supervivencia en un contexto caótico.
El poema también juega con la relación entre la muerte y el nacimiento, lo que se refleja tanto en el contenido como en la forma. La frase “todo lo que respira quiere que te mueras. ¡Nace ya!” puede verse como una llamada a la acción, una rebelión contra lo establecido y una invitación a una transformación radical. En la disposición misma del poema, la urgencia de estos deseos es palpable, ya que el texto parece llevarnos de un estado de agotamiento (muerte) hacia una nueva creación (nacimiento).
Al igual que el poema anterior, la firma de fecha “Sao Paulo 2411” coloca la obra en un contexto futurista, lo que puede sugerir que el concepto de anarquía y la lucha por el cambio son temas perennes, que trascienden el tiempo y las fronteras geográficas. Esto invita a pensar en la naturaleza cíclica de los movimientos revolucionarios, como si el tiempo fuera un terreno de experimentación constante para el caos, la duda, y la lucha por la libertad.
La diagramación del poema “¿Anarquistas?” no solo refuerza su contenido de ruptura, caos y resistencia, sino que también amplifica el mensaje filosófico de lucha por la libertad y cuestionamiento del orden establecido. El poema se convierte en una metáfora visual y textual de la anarquía misma: fragmentada, ruidosa, impredecible, pero profundamente crítica hacia las estructuras impuestas.
Triste la furia es una obra que, a través de la poesía, nos enfrenta a las complejidades de la existencia humana, la historia, y la relación entre lo personal y lo colectivo. El libro también plantea el concepto de errancia, un tema que se ve reforzado por la constante mención de los lugares donde se escribieron los poemas. Esta geografía poética no solo funciona como anclaje espacial, sino que también se convierte en una cartografía de la crisis. Sin embargo, llama la atención que no hay poesía en Nebraska, lugar desde donde reside el poeta. Todos los poemas datan entre Nueva York, Puerto Rico, particularmente Bayamón y Sao Paulo, mientras que los poemas del futuro son siempre en Bayamón. En este sentido, la errancia en Triste la furia se enlaza con la de Ovidio en Las Tristes, donde el poeta lamenta su destierro y la imposibilidad de regresar a Roma.
En ambos casos, la escritura se convierte en testimonio de una furia triste: un lamento por la pérdida del lugar de origen, pero también una resistencia activa contra el olvido y la marginación. En Rosa, como en Ovidio y, acaso, en Piñera, la furia no es solo castigo, sino también el fuego que aviva la memoria y mantiene viva la historia, negándose a desaparecer. Rosa utiliza la mitología, la ciencia ficción, y la crítica social para construir una visión del futuro donde la resistencia, la transformación y el cuestionamiento nunca cesan. Un futuro en el que hay una voz que sí regresa a Bayamón para afirmar que la furia y la tristeza no son solo fuerzas opuestas, sino interdependientes, que atraviesan el tiempo, la memoria y la experiencia individual y colectiva.