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Las imágenes de Rick Ray, las palabras de Eliecer Jiménez Almeida

Con 'Untitled. Cuba en el ojo de Rick Ray', Eliecer Jiménez Almeida no solo ha recuperado un elocuente archivo histórico, sino que ha orquestado un notable documento político.

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Las primeras imágenes evocan la huella del emigrante que, con el tiempo, hace suyo el paisaje. Un primer plano fija la dirección. “Parece Cuba, pero no lo es”, dice en off Eliecer Jiménez Almeida de ese horizonte copado de esperanzas, empeños y ambiciones. Miami es “la Cuba de los sobrevivientes”, donde “nunca me he sentido extranjero, porque Miami es el enclave para los cubanos en fuga”. En esas calles que ahora desanda su cámara, el realizador descubrió a Cuba como “un anhelo que está en la frontera entre la imaginación y la imagen”. Justamente su película intenta atisbar esa frontera. Solo la lejanía del exilio, que aquí es también la lejanía del tiempo y de la memoria, podía hacer al creador volver, de la manera en que vuelve, sobre las imágenes compiladas en Untitled. Cuba en el ojo de Rick Ray.

Tras esta suerte de prólogo, el documental despliega un extraordinario archivo fílmico de la isla durante la década del noventa: una crónica del Periodo Especial, emprendida con una cámara de 16mm por el fotógrafo estadounidense Rick Ray durante sus viajes por el país en aquellos años.

Untitled… dispone todo ese material como una zambullida en esa época que terminó por atrofiar la experiencia del cubano definitivamente. En las antípodas de esos intelectuales que arribaron a la isla en los sesenta atentos al sentido del triunfo de 1959, Rick Ray viajó a Cuba bajo la única condición de viajero, interesado quizás en la geografía social de una utopía comunista en pleno derrumbe. Recorrió su topografía y documentó el naufragio de un pueblo. Dicho en otras palabras, capturó con su cámara la suspensión de una sociedad desgarrada por la precariedad financiera, la escasez y el hambre; la tregua del cubano atenazado por una política oficial que lo mantenía en un perpetuo estado de guerra. Fue justo el discurso oficial “lo único que se mantuvo inalterable” –apunta el realizador– tras el desplome del socialismo real y el subsiguiente hundimiento económico del país. Si seguimos con atención las viejas imágenes de Ray, resulta evidente que ese discurso se encontraba al dorso de una ciudadanía que –extraviada en la rutina impuesta por la supervivencia– parece clamar los siguientes versos de Carlos Augusto Alfonso: “Se hace difícil bajo el sol, / y en el mismo lugar que no cabemos, / orientarse en las calles de la vieja Sun City”; era una ciudadanía entregada a la búsqueda y a la espera de un futuro imposible.

Las imágenes de Rick Ray dibujan un vasto fresco social de aquellos años de zozobra y descolocación. Son una suerte de antología de espacios, entornos y ambientes que ponen al espectador en situación. Son imágenes que pasan ante nuestros ojos como residuos de una memoria colectiva, con la vitalidad plástica propia del formato de 16mm, cuya textura Jiménez Almeida aprovecha al fraguar la atmósfera de su película.

Esas vistas acumuladas en Untitled… se volvieron comunes por aquellos días y pasaron a ser –más temprano que tarde– la iconografía del denominado Período Especial y del poscomunismo cubanos. Las ruinas arquitectónicas y las pancartas políticas abrumando cada resquicio insular, las enormes aglomeraciones de personas y los maltrechos puestos de ventas en cada esquina, los carros deteriorados y la presencia constante de niños y jóvenes en el malecón… devinieron el costumbrismo insular. Todo este archivo adquirido por el realizador para su documental refugia, en definitiva, accidentes urbanos y rurales capaces de alegorizar la agudización de la pobreza cubana y la resistencia de esos cuerpos que, a pesar del desplome, “[continuaron] bailando en los pueblos y ciudades”, como él mismo apunta. Mas este archivo se distingue, frente a tanta romantización de nuestras ruinas, por priorizar el flujo humano, el afuera; o sea, la gente confluyendo en el mercado, en el malecón, en las carreteras. No hay interiores en la trama de Untitled…, y son escasos los almendrones y los motivos arquitectónicos, pasan nomás como parte de un paisaje que avista fugaz el visitante.

Pero, si bien las imágenes de Rick Ray resultan reveladoras en sí, elocuentes en no poca medida acerca de la deriva histórica del cubano, ciertamente solo alcanzan a esgrafiar el semblante del espacio público tal y como se presentaba a la mirada del viajero. Por eso Jiménez Almeida hace acompañar el archivo por su lectura del mismo: una narración que conjuga la experiencia colectiva de un pueblo sometido violentamente por la Historia y su experiencia particular de esos años –época en que creció y tuvo lugar su educación sentimental, según confiesa en algún momento–. Su propósito es trascender la fascinante superficie de esos registros, pues sabe que una imagen, como insistía Susan Sontag, no se explica por sí sola, en tanto suele constituir, muchas veces, la apariencia de una realidad más compleja. Bien visto Untitled…, podríamos decir que el archivo de Ray devuelve a Jiménez Almeida, proustianamente, a sus días del Periodo Especial, evocado ahora desde la conciencia política del presente. (A propósito, el archivo es articulado de tal forma que el tempo del metraje pareciera reproducir la movilidad del viajero, o el estado de tránsito continuo, de desplazamiento constante, en que se encuentra la mayoría de los individuos visibles en las imágenes). Jiménez Almeida viaja él mismo a través de estos archivos, mientras estipula sus recuerdos: una manera de afirmar su identidad desde/en el exilio, y una oportunidad para volver a escrutar el devenir social de un pueblo, de unas personas “que resisten, a veces como zombies, entre la alegría y la desesperación”, suspendidos en medio de una historia como “rehenes perpetuos de una épica oxidada”.

La voz de Eliecer Jiménez Almeida torna todavía más interesante las tomas de Ray, en tanto expresa la experiencia de fondo latente en las mismas, en tanto devela un conjunto de interioridades en esos gestos, actos, ritos cotidianos impresos en ellas. Las palabras del director hacen transparente cuanto resulta inevitablemente borroso en las imágenes: la subjetividad que acompañó al desmoronamiento. Sellan en esas imágenes que pudieran pasar por “escenas costumbristas” un contenido político. Incrustar sobre el registro su perspectiva personal, su memoria, de esa época, es rellenar los vacíos con que carga todo archivo, y un archivo no es sino –siguiendo a Didi-Huberman– la huella o el resto de un desastre. En este caso, ese desastre se intituló Periodo Especial.

En esa productividad discursiva resultante del montaje entre archivo y narración radica uno de los valores esenciales de Untitled… Las imágenes del fotógrafo estadounidense son el despliegue en horizontal de cómo lucía esa trinchera insular del tercer mundo que devino Cuba después de 1989. La narración del realizador cubano es una exploración en vertical de ese dominio, que expurga desde el yo los residuos más demoledores de ese tiempo, a la vez que inhabilita cualquier posibilidad de romantización, estetización o espectacularización ideológica de la escasez.

Quizás por esto último Jiménez Almeida introduce un tercer bloque en el filme, titulado “Dos décadas más tarde”. Ahí articula también grabaciones de Rick Ray, de un viaje más reciente a la isla, durante 2016, cuando parecía que su rumbo daría un giro considerable. Sin embargo, las nuevas imágenes dejan ver que muy poco había cambiado entonces en la experiencia social cubana. Por eso Untitled… no es solo una vuelta a la memoria del eufemísticamente denominado Periodo Especial. Es una resignificación de esos vestigios fílmicos, que apuntala la desafortunada suerte histórica y política de la isla y su gente. Y sobre todo es una reacción frente al olvido y frente a cualquier intento por expropiar al cubano de un pasado sin el cual no comprenderíamos el momento actual del país.

Explorar la memoria de la Revolución –aquellos resquicios que develan el reverso del triunfalismo del discurso oficial–, resulta una estrategia corriente entre los creadores cinematográficos cubanos de la movida independiente. Mientras las voces del poder continúan bañando de una pátina de heroísmo y sacrificio el devenir histórico insular, estos realizadores procuran diagnosticar el sentido/explicar los motivos y las razones de esa crisis perenne que condena la existencia y la subjetividad de sus habitantes. En tal sentido, Eliecer Jiménez Almeida no solo ha recuperado un elocuente archivo histórico, ha orquestado un notable documento político.

ÁNGEL PÉREZ
ÁNGEL PÉREZ
Ángel Pérez (Holguín, Cuba, 1991). Crítico y ensayista. Compiló y prologó, en coautoría con Javier L. Mora y Jamila Media Ríos, las antologías Long Playing Poetry. Cuba: Generación Años Cero (Casa Vacía, 2017) y Pasaporte. Cuba: poesía de los Años Cero (Editorial Catafixia, 2019). Tiene publicado el libro de ensayos Las malas palabras. Acercamientos a la poesía cubana de los Años Cero (Casa Vacía, 2020). En 2019 fue ganador del Premio Internacional de Ensayo de la revista Temas, en el apartado de Estudios de Arte y Literatura. Textos suyos aparecen en diversas publicaciones de Cuba y el extranjero. Vive en La Habana.

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