La Habana, julio, 1975[1]
Mi querido amigo J.A. Valente:
Por María [Zambrano] a veces tengo noticias suyas, como María a veces tiene noticias mías por usted. La nota que le prometí sobre sus ensayos —después usted hizo referencia a la poesía— está en promesa que se va a cumplir.[2] Me sucedió que leí el excelente libro de ensayos Las palabras de la tribu, y después leí su espléndido libro de poesía, y se mezcló todo, la crítica con la creación, pero quedó de todo ello unas seis o siete páginas que le enviaré.
La guía espiritual,[3] que usted tuvo la gentileza de enviarme, fue decomisada, según comunicación que recibí. Parece que, al leer la palabra espiritual, se entendió que hacía referencia a la metapsíquica, vulgo espiritismo, y que era una obra para los numerosos discípulos de Allan Kardec. Ya ve usted que Molinos sigue ganando batallas, se aniquila o lo aniquilan.[4]
Yo tengo la obra en otra edición,[5] no muy buena, que leí hace muchos años. ¿Le gustó mi poesía sobre María?[6]
Abrazos muchos.
José Lezama Lima
Notas:
[1] Reproducida de: José Ángel Valente: “Lezama Lima y Molinos: dos cartas”, en Voces,
n. 2, Barcelona, s. f., pp. 30-32.
[2] José Lezama Lima: “José Ángel Valente: un poeta que camina su propia circunstancia”, Revista de Occidente, Madrid, julio, 1976.
[3] Obra de Miguel de Molinos.
[4] Molinos nació en Zaragoza, España, en 1640. Se ordenó sacerdote y, en Roma, alcanzó gran renombre como director espiritual. En 1675 publicó Guía espiritual, un pequeño volumen que pretendía mostrar la forma de alcanzar la paz interior por medio de la oración pasiva, la comunicación frecuente y el abandono total del alma a la voluntad de Dios. A eso se le llamó “quietismo”, teoría que sustentaba el criterio de que era más probable que Dios hablara al alma individual cuando esta espera quieta, en absoluto reposo —sin rezar ni alabar, sin voluntad ni deseo— lo que él creyera conveniente comunicarle. Estas ideas fueron bien recibidas durante un tiempo, pero en 1687-88 fueron condenadas como heréticas. Molinos escapó a la hoguera abjurando de ellas oportunamente, pero la Inquisición lo mantuvo prisionero hasta su muerte.
[5] La edición de Joaquín de Estrambasaguas.
[6] José Lezama Lima: “María Zambrano”, Fragmentos a su imán, La Habana, Arte y
Literatura, 1977, pp. 112-113.