José Lezama Lima: “Carta a Severo Sarduy. 10 de febrero de 1970”

Tomado de ‘La Gaceta de Cuba’, n. 3, mayo-junio, 1994, p. 19.

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José Lezama Lima, junto a Raúl Milián, Ángel Gaztelu y René Portocarrero. Mayo 1962

Sr. Severo Sarduy[1]

En París

Febrero 10 de 1970

Querido amigo:

Un lamentoso para la piña confitada, obelisco frugal que se levanta en la redoma donde Sarduy escama. Quizás queden años todavía para que vuele sobre la Estatua de la india y el Arco de triunfo y entonces podamos soplarla en una dirección predeterminada. Llegaría al Sena como el perfume de la piña. A propósito, recuerda que en el siglo pasado se hicieron sedas de piña que aumentaban el lucimiento de nuestras criollas ecuatorialmente opulentas, y un champagne de piña, que se inició como sorpresa y no pudo terminar como meraviglia barroca.

Recibí carta de Didier Coste, en Ostende, me habla de la traducción de Paradiso y de sus dificultades. Yo comprendo que la obra ofrece mucha resistencia a la traducción, está demasiado pegada a mi carne verbal. Pero el tiempo transcurrido me inquieta, pues entre una cosa y otra ya han pasado más de tres años. En realidad, no se puede torcer o darle vuelta a una cosa que yo he dicho, hay que buscar algo en francés que sea de semejante nacimiento. Creo que el traductor debe precisar lo más posible, aunque eso sea una esencia inapresable mi manera de comunicarme, de tocar en el hombro con las palabras. Creo que eso, Sarduy, tú se lo puedes hacer ver. Esas palabras tienen mucha relación con nuestros gestos. El gesto con el ritmo oracional. Y la llegada del asma, pez que respira fuera del agua, distancia entre lo que huye y lo que muere. Una conversación con mi tío. Cuando se sale de la clase de bachillerato y se va a un billar de barrio. La carpa de una melancólica conversación de sobremesa. La carpa que se desploma y alguien que va saliendo por un extremo con los bigotes pintados y un priapo que ríe y llora como una gárgola [tachado: atorada] de apaleados carriles. La coña nuestra. Sus divisiones: coña sangrienta, coña gemebunda, coña autodestructiva, coña de remembranza, coña de fornicio. Coña sutil de solemnidad fingida.

Supongo que ustedes se verán con frecuencia, Coste y tú, y que podrán intercambiar. Siempre he pensado que tu debes estar presente en ese vuelco del cubano barroco al francés. Ahora resulta que Corneille y Racine son también barrocos. Todos en ese triple salto.

No he recibido tu libro de crítica que se iba a publicar en Argentina. Mándamelo por la Unesco. Supongo que ahí estará el ensayo que escribiste sobre mí y que a mí me gustó mucho. Creo que Coste Didier [sic] debe leer ese ensayo para tener una perspectiva adecuada sobre Paradiso.

También me gustaría, creo que en otra carta te decía lo mismo, que me enviaras el Baudelaire completo que la casa Seuil ha publicado. Puedes mandarlo con un propio —que no se enamore con exceso de la edición, pues se quedaría con ella, tal vez lo mejor sería algún diplomático iletrado, o si no por la vía apia de la Unesco. En la adolescencia lo leíamos en ediciones dispersas, los tomos que caían en nuestras manos a saltos por las librerías de viejo, ahora, completo, acariciarle el lomo, como a un delfín mediterráneo es un placer que nos despierta en las playas de otros comienzos.

No pude salir para Europa por comenzar un frío rabioso que me hizo pensar en los carámbanos que debían recorrer esas calles. Mi vieja asma me detuvo, junto con el misterio que me detiene, que es, como un maleficio preciso, el que me impulsa de nuevo. Como una persona que se detiene para que el aire lo arremoline y lo transporte al otro lado del río. Al llegar a este momento de lo escrito, sintiendo la vivencia de detenerse para ser soplado, siento como el deseo de hablar contigo, tus diez años fuera y mis diez años dentro conversando en una terraza, donde la limonada con anís nos da una ubicuidad fácilmente universalista, tal vez la sombra del espejo de obsidiana. Los aztecas hacían con obsidiana espejos y cuchillos, [tachado: tal vez] para fijar la casa de la muerte.

Si en la primavera me vuelve a hacer la invitación la Unesco, quizás haría mis valijas. [tachado: Ahí podríamos hablar del geugma, de la diacromía, de las aporías.] Tendremos oportunidad de hablar del P. Le Tellier, confesor de Luis XIV y devoto del Dr. Kung Tse (el Confucio de los jesuítas) o de los americanos que formaban parte de los ballets del Conde de Villamediana, apresados por la Inquisición. Por nuestro encuentro le quemaremos un cabrito a los dioses.

Un buen amigo suyo es

                                                                                                             J. Lezama Lima


Nota:

[1] Borrador en un cuaderno de apuntes en FLLBN.


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