La Habana, 24 de mayo de 1974[1]
Mi querido amigo Efraín Huerta: Recibí sus dos libros de poesía, que fueron para mí de emoción alegre de Ud. y de sus visitas a mi casa. Leerlos es tenerlo a Ud. de cerca, con su fervor dionisiaco, sus decisiones inesperadas y su cordialidad, yo diría mexicana y hasta un mucho cubana. Su exultante alegría está en sus poesías, sus himnos y sus proclamas. Sus entusiasmos estallan en Moscú, en La Habana y en la circunstancia que lo rodea, como queriendo comunicar el espíritu y la sangre que se han establecido con innegable fuerza en sus exigencias corporales. Sus epigramas tienen la buena chispa y la mejor abeja. Son inteligentes y rápidos y se apoderan del instante sin esforzarse casi con una ligera presión del pulso. Tiene la fuerza milenaria del refrán y lo pone a pasear a nuestro lado, hasta que entramos en un cafetín que crece o se reduce según el ritmo de su respiración.
Le agradezco sus dedicatorias llenas de mucho cariño. Pero, desde luego, no creo que sean sus últimos libros, como Ud. dice. La poesía es necesaria y Ud. tendrá tiempo para recorrer nuevos caminos. Además tiene cercana la alegría de su hijo David, que continúa con nueva sangre su misterio.
Muchos abrazos,
J. Lezama Lima
Notas:
[1] Reproducida de: “Cartas inéditas de Lezama Lima”. En La Jornada Semanal, México, feb., 4, 1990. p.18-19. (Contiene dos cartas a Efraín Huerta.)
