Varias decenas de mujeres cineastas y otras especialistas vinculadas al séptimo arte cubano han denunciado, en solidaridad con su directora, la falta de apoyo financiero e institucional en la isla para culminar la postproducción del largometraje “Estrés” de Marilyn Solaya (1970). Asimismo, las firmantes de una carta pública –compartida por la independiente Asamblea de Cineastas Cubanos (ACC)– señalan la existencia de un marcado sesgo de género en las políticas de la industria oficial y, de paso, atestiguan “una repartición poco equitativa de los escasos recursos”.
“Otra vez somos testigos de la ya naturalizada falta de transparencia en los gastos del presupuesto del ICAIC [Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos], donde los escasos fondos solamente benefician a un grupo de cineastas específicos, en su mayoría hombres. «Estrés» es una prueba más de que a las autoridades que dirigen el panorama cinematográfico de este país no les es urgente la realización del cine hecho por mujeres”, se lee un comunicado aparecido este martes 16 de septiembre y suscrito por una treintena de creadores, quienes han explicado que el filme “se encuentra a pocos pasos de su finalización y distribución, frenada por la imposibilidad de una postproducción de sonido con los estándares que requiere una obra de esta magnitud”. Y subrayan: “Detrás de este largometraje está el trabajo que el equipo técnico y creativo lleva ofreciendo desde el año 2023, como nos cuenta su directora”.
La propia Solaya denunció largamente la situación el lunes pasado: “Creo que es contraproducente, hablando en términos éticos, económicos y de recursos humanos, tener tanto tiempo a una directora y a un equipo trabajando en un proyecto que tuvo su plan de realización y postprodución. ¿Acaso existe otra causa que desconozca? Es desgastante”, confesó en una publicación que replicaron colaboradores, colegas y decenas de usuarios en Facebook.
“Estrés”, el único largo producido por el ICAIC en 2023, fue filmado durante los dos últimos meses de aquel año, y se habría visto afectado por la crisis institucional que –a partir de un hecho flagrante de censura— llevó al surgimiento de la ACC y a la destitución del entonces presidente de la entidad oficial, Ramón Samada.
Tras un proceso de realización desafiado por carencias económicas, técnicas y de recursos humanos, Solaya comenzó la postproducción en el ICAIC hacia enero de 2024. La directora menciona razones más o menos evidentes y, también, “aspectos inexplicables que han ralentizado la culminación”. Apunta: “Sin embargo, las siguientes producciones han avanzado a otro ritmo”.
“Desde marzo de este año 2025, tenemos terminada la película, hasta donde se puede lograr aquí. Cuba no tiene un estudio con los aspectos técnicos requeridos donde se pueda realizar una mezcla de sonido profesional, por ese motivo se terminan las películas fuera del país. Ese proceso técnico garantiza la inserción, recorrido y distribución comercial del filme en el circuito cinematográfico internacional. Su terminación dentro de esos parámetros fue el acuerdo a la hora de establecer el compromiso de su realización”, subraya la autora de la elogiada Vestido de novia, su ópera prima, quien más adelante en su post cita una serie de vagas explicaciones y salidas tangenciales que resultan aún más sospechosas si se suman a lo que ella considera una invisibilización sistemática del proyecto.
“Lo cierto es que, desde el inicio del 2024, apenas se ha mencionado la película por los canales oficiales de comunicación, que no figura entre las noticias entusiastas de las producciones realizadas o en curso. Tuve que crear mi propia estrategia de comunicación para hacerla visible. ¿Será que alguien decidió que no exista «Estrés»? ¿Por qué?”, se pregunta Solaya, quien insiste: “Creo que lo más coherente sería terminar la película como se pactó y [que] se estrene de una vez”.
Por su parte, el crítico y ensayista Juan Antonio García Borrero ha puesto una vez más de relieve, a raíz de lo sucedido con “Estrés”, los males crónicos del burocratismo y la censura como núcleo de una política cultural desfasada.
“La Asamblea se ha pronunciado por los derechos más básicos que podría tener un ciudadano, y también ha reclamado la actualización de una Política Cultural que quiere mantener a la fuerza lo establecido en 1961 [Ver aquellas «Palabras a los intelectuales» de Fidel Castro], como si desde entonces no hubiese transcurrido el tiempo, como si los públicos modernos fueran los mismos de aquellos años, como si el fenómeno audiovisual no estuviese demandando estrategias que estén a la altura del nuevo siglo que ya vivimos”, señala el investigador del cine cubano: “el desarrollo del cine cubano tiene que ser pensado desde su interior, es decir, desde la visión que pueden tener sus hacedores, con todos los debates y contradicciones que eso implica”.
“De lo contrario, se trata de un intento de domesticación de lo que a un intruso (alguien que llega de fuera) le parece caos, o sencillamente, ilegítimo”, enfatiza García Borrero.” Y los resultados estarían muy pronto a la vista: censura, exclusión, construcción de una narrativa triunfalista donde se exalta lo que coincide con el credo oficial, mientras se aniquila sin mucho ruido todo lo que suene a disonancia con ese punto de vista oficial”.
Por supuesto, esos “resultados” no son solo una posibilidad en subjuntivo, sino una constante histórica en la isla y, desde luego, un problema crítico del presente artístico nacional: “No tenemos acceso a una Ley de Cine que proteja nuestros derechos como creadores y creadoras, no tenemos garantizada una distribución digna, no tenemos recursos para una postproducción adecuada”, reprochan las cineastas en su carta de apoyo a Solaya. “El cine cubano está en crisis económica y política, pero sigue existiendo gracias a sus creadores y creadoras, a pesar del escaso y a veces nulo apoyo de las autoridades que rigen el cine de este país, por ser proyectos incómodos o porque sus creadores no les representan”.
Según la misiva, se trata no solo de “la indignante falta de preocupación hacia un proyecto que pudiera estar finalizado de no ser por la ausencia de apoyo por parte del ICAIC”, sino, además, de un caso de “violencia machista y psicológica” contra Marilyn Solaya.
Las interrogantes, nuevamente, están expuestas a la vista de la opinión pública y, sobre todo, del funcionariado y la dirigencia del país: “¿Cuál es el compromiso de nuestras autoridades con el cine cubano hecho por mujeres? ¿Cuál será la respuesta de los y las cineastas al abandono y la exclusión de su obra?”.