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‘Desistencia y polémica en el Caribe hispano’. Presentación

En 'Desistencia y polémica en el Caribe hispano: imagen, crítica, política', Juan Carlos Quintero Herencia reúne ensayos de ocho excelentes académicos para cuestionar nociones tan nucleares para los discursos críticos como las de “Caribe”, “política”, “imaginación”, “vida”, “izquierda”, “radicalidad” o “productividad”.

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Ante todo quiero agradecer la invitación a este festín, a este banquete, tal y como puede traducirse la palabra “simposio” al decir de Juan Carlos Quintero Herencia. Agradezco la invitación no solo por la “complicidad” en esta “travesía de inmersión” que es la conversa, sino además por la oportunidad de leer una antología crítica tan inspiradora como Desistencia y polémica en el Caribe hispano: imagen, crítica, política (Almenara, 2024). Una antología que reúne ensayos de ocho excelentes escritores y académicos en áreas tan diversas como la literatura, la historia, la sociología y la filosofía, y que se propone “una reconsideración de tiempos, situaciones y textos polémicos en el Caribe hispano moderno y contemporáneo”.

No es poca cosa proponer el cuestionamiento de nociones tan nucleares para los discursos críticos como las de “Caribe”, “política”, “imaginación”, “vida”, “izquierda”, “radicalidad” o “productividad”…

“El pobre mundo está patas arriba, pero ¿qué significa vivir o transformar el mundo?”, dice una protagonista de La expropiación, una de las películas analizadas por Gerardo Muñoz en su contribución al volumen, un ensayo que se preocupa por pensar otras lógicas al leer el afuera de la dinámica del capital. Imposible que la frase “El pobre mundo está patas arriba” no resuene en el contexto actual con las guerras en Gaza y Ucrania, con la radicalización de los nuevos populismos, con la invención de modelos totalitarios 2.0 y, con el lugar en el que nos encontramos en las universidades con respecto al poder gubernamental. Un tiempo, tal como lo define Carlos Pabón Ortega en este volumen, en que “el discurso de la extrema derecha en Estados Unidos, Europa y América Latina es el que ha logrado retar con mayor efectividad las fisuras que ha abierto la crisis del liberalismo”.

A pesar de que el libro fue escrito antes del inicio del segundo mandato de Trump, las reflexiones que se lanzan aquí son particularmente relevantes o inquietantes para el momento que estamos viviendo. Pabón Ortega nos da una memoria crítica del imaginario de la izquierda puertorriqueña en una época marcada por su derrota indagando en sus posibilidades y limitaciones.

Incómodo, quizá, mirar críticamente hacia esos discursos en apariencias progresistas, justo cuando estamos ante la radicalización de la más derecha de las derechas. Pero fundamental entender cómo nociones singulares como “política”, “vida”, “izquierda” o “productividad”, “continúan dando forma a nuestras nociones de pensamiento, literatura e historicidad”, tal como propone Quintero Herencia en la introducción de su antología.

¿Qué hacer con respecto a este mundo en llamas: insistir en el cambio…? Sí, siempre, diría yo. ¿Cómo deberíamos entonces entender ese “desistir” del título de la antología? Según el diccionario, “desistir” implica la acción de “apartarse de una empresa o intento empezado a ejecutar o proyectado”, y se presenta como sinónimo de abandonar, renunciar, ceder…, y como antónimo de insistir o perseverar. El exergo, incluso, que nos plantea Quintero Herencia en la introducción es: “Desistance is the ineluctable”, una frase de Derrida. La renuncia es inevitable.

¿Cómo aceptar un exergo así y cómo responder a ello desde el interior de un mundo en llamas?

En el entorno geopolítico que nos rodea hoy, esa idea me parece desgarradora y me da pánico. Pero recordando el gesto infrarrealista de Bolaño, que define a la poesía como un samurái que sale a pelear aun sabiendo que va a ser derrotado, empiezo a sospechar que las desistencias implican una manera otra de pensar “otras” resistencias…

Y efectivamente, nos aclara Quintero Herencia, la propuesta de Derrida tiene mucho que ver con el pasaje a la experiencia del pensamiento como experiencia poética. Así que sigo mi lectura confiando en ese samurái que es la poesía.

La noción que constituye el eje del libro se basa en un ensayo del autor de De la gramatología, donde este explica que desistir quizás no marque nada negativo. El “de” solo desalojaría radicalmente al existir (al existir, al subsistir, al consistir, al persistir, al insistir, al resistir y al asistir). Lo desarraigaría, lo descolocaría. En este libro, entonces, desistir sería sinónimo de “desmantelar, desenmarcar y destituir”, sería sinónimo de desarticular las convenciones que atraviesan el habla que comúnmente marcan al Caribe de habla hispana.

Si entiendo bien la propuesta de esta antología, la idea de desistencia que se convoca aquí puede leerse en sintonía al desarraigo radical en la tradición caribeña, en un pensar-rizoma, “de bocas devorando tubérculos, las viandas de la identidad”, como se lee en la introducción. Y confieso que encontrar en el pensamiento caribeño un afuera no imaginable en la angustia del actual momento geopolítico, me emociona y consuela. El Caribe, pienso, es ese que siempre escapa a toda cartografía; un contagio afectivo, un hábitat.

¿Será que la angustia geopolítica actual hay que pensarla desde el polirritmo y no desde la clave del un-dos de la marcha militar?, me digo pensando en La isla que se repite, de Antonio Benítez Rojo. ¿Será que la radicalización de las fuerzas geopolíticas en conflicto siempre tan visibles en toda la historia del Caribe, ahora empiezan a perfilarse y sentirse también en el Norte Global? ¿Será entonces que el desarraigo, el descolocamiento, el rizoma y esa “cierta manera” tan propia del Caribe, de la que ya hablaba el autor de El mar de las lentejas, nos ayuda a imaginar “afueras de” y “resistencias a” la encrucijada en la que nos encontramos?

Quintero Herencia también subraya un desistir del discurso universitario actual; “discurso que, aunque ha palpado sus vacíos e imposibilidades, insiste en la comparsa identitaria, en el activismo biempensante, en ser grasa del poder, jabón para la cara sucia de las instituciones hegemónicas y del statu quo global contemporáneo”. Teniendo en cuenta que el contexto en el que opera la universidad ha cambiado desde el día en que se finalizó el libro hasta el momento actual, creo que tenemos una oportunidad de oro hoy para repensar nuestra práctica académica desde el lugar desde donde hablamos.

En cuanto a la otra palabra del título de la antología, “polémica”, es crucial entenderla como “práctica constitutiva del desorden democrático”: una noción y una práctica fundamental para estos tiempos que la ponen en duda tantas veces.

Volviendo a la pregunta de la película chilena La expropiación: “El pobre mundo está patas arriba, pero ¿qué significa vivir o transformar el mundo?”, vemos que es una interpelación que curiosamente recorre todo el libro, una pregunta contra todos aquellos que creen que están de vuelta de los proyectos utópicos.

Y bien de vuelta si observamos el inicio de los títulos de las dos partes de esta antología: “sin horizonte”, “sin cartografía”… O como lo dice Quintero Herencia sobre ese “sin”: una “preposición que inscribe la falta, la carencia, pero también el afuera de, el además de”. Esa falta, entonces, puede leerse como “un deseo de decirle no al hábito de lo siempre igual”.

Tal como el samurái de la poesía que da un salto valiente a lo incierto, diría yo.

El objeto de estudio difiere entre los ensayos, pero la cultura cubana tiene un lugar importante en todo el volumen. Pienso en el cine de Tomás Gutiérrez Alea en el estudio de Gerardo Muñoz, quien analiza Memorias del subdesarrollo. Pienso también en la literatura de los ochenta e inicios de los noventa; en la última novela de Severo Sarduy como testamento imposible en el ensayo de Sergio Villalobos-Ruminott, quien habla de un nihilismo afirmativo y una desistencia viral. Pienso también en Reinaldo Arenas en el texto del propio antologador, en cómo las sumisiones y resistencias del cuerpo convertido en fuerza productora en el poema de Arenas se identifican y se funden a la historicidad cultural del poder cubano de diferentes épocas y regímenes.

Mientras que el estudio de Laura Maccioni trata de escrituras más contemporáneas como las de Orlando Luis Pardo Lazo y Jorge Enrique Lage, y destaca cómo ellos usan las políticas de escritura, edición y archivo para huir de la máquina de captura institucional, marcando un “después del después”, un más allá del llamado desencanto o frustración del discurso de los sesenta.

Pero el Caribe cartografiado en este libro tiene recorridos imprevistos: Magdalena López resalta un paralelo interesante entre las necroescrituras cubanas y las venezolanas. En un excelente análisis muestra cómo la literatura y el arte toma la imagen de la carne animal como tropo para convertir la práctica de reducir la vida política del individuo en “vida desnuda”, sin bios. Analiza obras cubanas como las de Ronaldo Menéndez, Ángel Santiesteban, Tania Bruguera y Rafael Zarza, y obras venezolanas como las de Carlos Contramaestre, Ugo Ulive y Roberto Weil.

Carlos Pabón Ortega analiza los límites y posibilidades del imaginario de la izquierda puertorriqueña en tiempos de derrota. Muestra la tensión y las contradicciones que ocurren entre ese imaginario y el independentismo puertorriqueño.

El diálogo que establece Gerardo Muñoz entre Memorias del subdesarrollo y la película chilena de Raúl Ruiz La expropiación, de 1973, nos va a ayudar a repensar los procesos de subjetivación en los cambios gubernamentales latinoamericanos. Resalta en eso aquello que es inapropiable y que queda afuera de las lógicas de producción y emancipación. La lectura que Juan Duchesne Winter hace de la novela venezolana Cubagua desdibuja la cartografía del caribeñismo, proponiendo al Caribe como simultaneidad de recorridos y sujetos posibles. También Juan Cristóbal Castro estudia el imaginario caribeño en zonas de la literatura venezolana conectando los lenguajes de lo natural con los discursos modernos, estatales y petroleros.

Me quedé con el deseo de seguir atravesando rutas inesperadas por el archipiélago caribeño, lecturas que podrían conectar experiencias dominicanas, cartageneras o curazaoleñas, pero esto es simplemente porque el sabor de la desistencia sabe a más, sabe a un segundo tomo de polémicas y festines submarinos.

Y ahora llega la hora de desistir, de quebrar el continuum que este libro indispensable sobre la cultura caribeña impone. Es que un libro que piensa el afuera de los discursos de productividad solo puede escapar también a la más rigurosa de las categorizaciones, así que desisto. Quisiera reiterar la invitación a que todos ustedes se sumerjan en la lectura de este conjunto de ensayos para llegar a conocer ese afuera del que ellos/yo hemos hablado. Ver, desde allí, cómo las voces poéticas testimonian inscripciones del daño y borran cartografías de poder. Voces que pueden ser vistas como una docencia en excelencia de la desistencia y la potencia. O mejor dicho: de la violencia, la insistencia y, por qué no, la turbulencia.


* Texto leído en la presentación de Desistencia y polémica en el Caribe hispano: imagen, crítica, política, edición de Juan Carlos Quintero Herencia, Almenara Press, Leiden, 2024, en la University of Maryland, el 17 de abril de 2025.

NANNE TIMMER
NANNE TIMMER
Nanne Timmer. Poeta y ensayista holandesa de habla hispana. Investigadora vinculada a la Universidad de Leiden y especialista en análisis cultural y literatura latinoamericana. Ha publicado la monografía El presente incómodo: subjetividad en crisis y novelas cubanas después del muro (Corregidor, 2021), las antologías de ensayo Ciudad y escritura (LUP, 2013), Cuerpos ilegales (Almenara, 2018); y en poesía Einsteinʼs Three Fingers (Doublepoint, 2011, en coautoría), Logopedia (Bokeh, 2012) y Doble papagayo (Liliputienses, 2022).

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1 comentario

  1. Nanne siempre encanta con su español –y sus poemas–, tiene ese sabor de otra lengua, como los arenques crudos en una callejuela de Amsterdam, cercana al museo de Anne Frank… No olvidar que la palabra «crisis» huele a podrido, desde que Cicerón la usó en una de sus cartas… Y tampoco el supersincretismo religioso caribeño: Tony Benítez Rojo era espiritista, Nicolás Guillén era hijo de Yemayá…

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