CDMX, México. – Aunque está enquistado en la planta como un parásito, el régimen cubano cambia: aunque, casi siempre con el mismo fin, sus formas han evolucionado, si es que ese término cabe para hablar de mejores y más efectivos métodos de represión y desinformación.
Justo eso percibió la investigadora cubana Cosette Celecia Pérez, doctora en… profesora de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), en México, durante un viaje a la Isla después de las masivas protestas del 11 y 12 de julio de 2021 (11J). En ese momento, el periódico oficial Cubadebate, el blog propagandístico La pupila insomne ―creado por el vocero oficialista Iroel Sánchez Espinosa― y el entonces Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) lanzaron Con filo, un programa para ―dice la enciclopedia oficial cubana Ecured― “poner en perspectiva con todos sus matices las historias, los hechos [y] las matrices de opinión que circulan en los medios tradicionales y redes sociales sobre la realidad cubana”.
Por supuesto, donde dice “realidad cubana” debe leerse lo que el régimen de La Habana quiere que crea la gente ―ya en Cuba, ya en cualquier parte del mundo― que es la realidad de la Isla.
Pero, incluso la manera en que esa (ir)realidad se proyecta al mundo, ha tenido que ser perfeccionada: justo Con filo es parte de ese engranaje que el propio régimen usa para calibrarse. Y, ese entramado de estrategias discursivas para desinformar, fue el que estudiaron Cosette Celecia Pérez y su colega, el investigador mexicano Julio Juárez Gámiz.
El resultado fue el artículo “De la censura a la desinformación: el discurso oficial de Cuba sobre el activismo contencioso” (publicado en inglés como parte del libro Desinformación promovida por el Estado alrededor del mundo), que ganó el segundo premio a la mejor publicación de 2025 en la categoría “Medios, Comunicación y Periodismo” de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA, por sus siglas en inglés).
Ahora, sabiendo de dónde partieron, indaguemos a dónde llegaron. Cosette, que actualmente enseña las asignaturas de… en la UAEH responde:
―¿Por qué decidiste estudiar Con filo? ¿Qué te llamó la atención de ese programa?
―Cuando sucede lo del 11J, estuve al tanto a través de las redes sociales y de los medios independientes cubanos, y fue un tema del que se estuvo hablando mucho, tanto por los medios como por otro tipo de actores (activistas y público en general). En medio de ese contexto, sale el programa Con filo. Recuerdo haber estado en Cuba y verlo directamente en la televisión.
Me llamó la atención que estuvieran hablando de las protestas directamente, de los medios independientes, que los estuvieran citando. En lo poco que vi, notaba cómo estaban hablando de activistas. El contenido sería, por un lado, y por otro, el lenguaje del programa, que era un lenguaje que buscaba ser muy dinámico, fresco, jugar con contenidos del infoentretenimiento, con códigos de programas más de espectáculo, lo que no es tan común en Cuba y menos en los programas informativos que suelen ser muy formales. Y este programa me parecía que intentaba tener un toque más juvenil, probablemente para conectar con el público.
Eso, que estuvieran además usando las redes sociales como fuentes de información, me llamó la atención. Y, también, personas más o menos cercanas me hablaban del programa: que si se les hacía interesante, que si era algo que había venido a refrescar la televisión. Entonces, dije: “Aquí hay una estrategia del discurso oficial; están buscando conectar con el público”.
―Estudiaste la desinformación relacionada con los “actores contenciosos”, es decir, con quienes critican o se oponen de alguna forma al Gobierno cubano. También reconoces que estos “actores contenciosos” forman un “grupo heterogéneo”, pero que “el poder los asume [a todos] como ‘enemigos’”. Entonces, ¿para el Gobierno no hay diferencia entre un opositor tradicional, un periodista independiente, un activista por los derechos humanos o alguien que simplemente plantea una crítica en redes sociales?
―Yo supongo que sí haya diferencias, en dependencia de cuánto puedan estos actores afectar la imagen del país, la imagen del régimen, de las políticas que generan estados de opinión o incluso movilizan a la acción a ciertos grupos de personas. Pienso que eso establece probablemente una gradación entre la manera en que el Gobierno trata o se refiere a ciertos grupos, pero también hay evidencia de cómo, por más que algunos actores contenciosos ―los periodistas independientes, por ejemplo― han intentado tomar distancia del activismo, el Gobierno ha terminado usando, frente a estos actores, las mismas estrategias que frente a los activistas.
A ellos, igual, los ha llamado la Seguridad del Estado, igual les han pedido que dejen de hacer el trabajo que están haciendo; igual han recibido amenazas y han sido censurados, vigilados y amenazados directamente. Muchos periodistas han denunciado este tipo de estrategias de censura, de coacción. Entonces, pese a las diferencias que pueda haber, el Gobierno no distingue si eres un periodista independiente, un activista defensor de derechos humanos o un activista político; solo ve a un grupo que está haciendo frente a un régimen político, y que puede ser una amenaza para él.
Y, también, después del 11J, vimos cómo personas que a lo mejor no habían tenido nunca un vínculo con ningún tipo de activismo o de labor de difusión de información de manera independiente, por compartir un video, por subir [contenido a las redes sociales], por hacer una transmisión en vivo, pues también experimentaron consecuencias legales.
―Y, ¿cómo Con filo descalifica a los “actores contenciosos”, sean los que sean, del régimen cubano?
―Algunas de las estrategias discursivas más comunes tienen que ver con la estigmatización, con la descalificación de estos actores y también con la burla. Ha habido burlas por la manera en que se expresan estos actores, por la manera en que se ven, por las cosas que dicen. Hay una estigmatización frecuente: dicen que “están vendidos a los intereses estadounidenses”; y eso es similar a que son personas con intereses antinacionales, lo que se homologa, además, a la idea de “lo contrarrevolucionario”. Simbólicamente se equiparan lo contrarrevolucionario, lo antipatriótico y lo antinacional. Entonces, se usan todos estos elementos que están muy arraigados en el imaginario de Cuba. Es un discurso que viene de muchas décadas de esta asociación. Y, con él, se refuerza la estigmatización del grupo externo.
En este caso, se trata del grupo externo a la Revolución Cubana. Todo lo que esté fuera de ahí es construido como un otro negativo, un otro al que hay que combatir.
En muchas ocasiones, Con filo le pone etiquetas al discurso [del grupo externo], pero detrás de eso, no hay argumentos o evidencias que las respalden. Sin embargo, vienen de una voz que se considera “autorizada”, como es la de los medios oficiales cubanos, que tiene mucho poder y muy poco contrapeso.
―Aseguras que el Gobierno está dejando de lado la censura directa para usar la desinformación. ¿Esto es algo nuevo? ¿Qué cambia con eso?
―Ha habido momentos anteriores, otras coyunturas en las que el Gobierno cubano se ha visto obligado a tratar temas que tienen que ver con el activismo contencioso o los opositores. Esto ha sucedido en situaciones extraordinarias, cuando ha sido tanta la presión de la opinión pública que el discurso oficial ha tenido que abordar el tema en los medios nacionales. Recuerdo, por ejemplo, que pasó cuando la muerte de Oswaldo Payá. Pero eso sucedía muy esporádicamente.
Ahora, internet, el acceso que tiene hoy la gente dentro de Cuba a internet, cambia el panorama informativo y mediático, y hace que sea cada vez más difícil que no circule información alternativa a la de los medios oficiales. Entonces, no es primera vez que hay una contraofensiva informativa contra medios y actores alternativos, pero sí es la primera vez que hay un programa [como parte de esa estrategia]. Y no es el único.
A raíz del 11J, surgieron otros espacios televisivos para hablar de cuestiones legales, justificar y apoyar las medidas que empezó a tomar el Gobierno para sancionar a los manifestantes. Con filo forma parte de esta estrategia de contraofensiva, pero ahora sí como estrategia constante, presente en la parrilla de la programación oficial. Y creo que esto responde a un cambio del ecosistema y del acceso a la información dentro de Cuba, lo que, a su vez, impulsa otras transformaciones como la interacción entre los actores contenciosos y los actores oficiosos.
Digamos que los medios estatales ya no pueden simplemente ignorar lo que se está hablando en las redes y los medios alternativos, en internet. Ese contenido está tan presente y está penetrando tanto en la opinión pública que [las autoridades del régimen cubano] se han visto obligados a tratar esos temas. Y esto hace que personas que a lo mejor no conocían de los medios independientes o que no conocían de los activistas, ahora les puedan poner nombre y rostro. Y estos actores, en muchas ocasiones se convierten en interlocutores: sí, para ser descalificados, pero aun así están presentes en el discurso oficial.
―¿Cuánto cambió la táctica del aparato mediático (oficial) cubano después del 11J?
―Eso es algo más amplio que la investigación que hicimos, que tiene que ver con el análisis del discurso de un programa en un periodo particular, pero, a partir de Con filo, en particular sí hablamos de que ya simplemente no se ignora lo que están publicando medios alternativos e independientes, no lo que está en las redes (incluso hay una estructuración de una agenda a partir de lo que se está hablando en las redes). Los programas de Con filo que analizamos, la mayoría de las veces se estructuraban en respuesta a temas que ya estaban circulando en redes sociales y medios independientes, o sea, Con filo no estaba marcando la agenda, sino dando respuesta a la agenda que sí estaban marcando medios alternativos. Y eso es un punto de diferenciación con respecto a estrategias previas.
―En el estudio concluyen que por primera vez los opositores se convirtieron en interlocutores del discurso oficial. ¿Por qué crees que pasó?
―Sí, al menos por primera vez en estas condiciones, con una presencia semanal en el principal canal de la televisión estatal, en un horario estelar, con programas dedicados específicamente a hablar de las protestas. Bajo esas condiciones, sí hubo un seguimiento de los sucesos, de los actores que participaron y de las medidas contra ellos. Como decía antes, creo que eso tuvo que ver con las transformaciones en el ámbito mediático, con la expansión, ampliación y pluralización del ámbito de lo público en Cuba, donde cada vez más el discurso oficial tiene que entrar en un juego en el que ya no es el único y tiene que competir con otras narrativas, con otras versiones de la realidad cubana.
Creo que eso lo obligó ―no estoy segura; quizás ciertas personas decidieron que la estrategia fuera hacerles frente a los actores contenciosos, aun con riesgos, porque seguramente sabían que implicaría visibilizar algo que para muchas personas había pasado inadvertido―… Entonces creo que había una necesidad de legitimar las medidas que estaba tomando el Gobierno con algunos de los y las manifestantes: “justificar” esos procesos, esas encarcelaciones y, un punto importante, intentar recabar apoyo popular. Supongo que el programa buscaba ser también ese vehículo.
―¿Por qué dices que Con filo muestra “diversidad de fuentes”, pero no “pluralidad”? ¿Qué efecto tiene eso en la audiencia?
―Hay diversidad de fuentes porque había personas [citadas o entrevistadas] de diferente procedencia e instituciones: hombres, mujeres de edades diversas; había personas de Cuba y también del extranjero (el programa sumó voces foráneas, pero solo aquellas con afinidades y compromiso con el régimen cubano). Había diversidad de fuentes, pero todas ellas tenían el mismo punto de vista; por lo tanto, no había pluralidad de voces. Todas las personas coincidían con el punto de vista que estaba defendiendo el programa y que apuntaba a la deslegitimación de la protesta en general. Esto, por un lado, le daba a Con filo la apariencia de ser un programa que apela a la diversidad, pero no, es “una diversidad” superficial.
En cuestiones ideológicas, seguía habiendo unidad, es decir, una única línea ideológica y de posicionamiento frente a los hechos; y esto puede, además de dar la falsa sensación de diversidad y de pluralidad, reforzar la idea de que existe la idea de que todo el mundo está de acuerdo: personas de todos lados, de distintos países, de distintas formaciones coincidiendo en las posturas que defiende el programa. Y genera también una idea de supuesto consenso.
―¿Notaste si las narrativas de Con filo han tenido consecuencias reales, por ejemplo, en arrestos, juicios o campañas de desprestigio?
―Habría que hacer un estudio en específico sobre ese tema, pero sí hay muchos trabajos teóricos y empíricos en otros contextos que justamente hablan de cómo en países con limitadas libertades y control de los medios de comunicación por parte de un grupo, estas estrategias de comunicación están dirigidas a generar la idea de “consenso”·
Entonces, creo que el programa iba dirigido a eso, a generar la idea de “consenso” en torno a los arrestos. Y, con relación a las campañas de desprestigio, la estrategia seguía una línea de restar legitimidad a los actores contenciosos, o sea, a la ciudadanía en general que salió espontáneamente a las calles, tanto como a los activistas y las personas que integran la sociedad civil independiente. Esa no es una idea nueva, pero se refuerza mediante este programa por señalar supuestos vínculos de los actores contenciosos con intereses extranjeros.
―Si los medios independientes y los activistas ya son reconocidos (aunque sea para atacarlos), ¿eso no les da también más visibilidad y poder?
―Creo que definitivamente les da más visibilidad. Habrá personas que por primera vez escucharon hablar de ciertos medios de comunicación que eran referenciados en Con filo; y también habrá sido la primera vez que hayan escuchado nombrar y quizás hasta hayan visto el rostro de algunos activistas. Esto puede dar la medida de que hay un activismo contencioso, personas que disienten, que se oponen y por eso tienen nombre y rostro.
Pero, que esto les dé más poder es más complicado porque, por más que el discurso oficial cubano, aunque tenga que coexistir con otros discursos alternativos, sigue teniendo el monopolio de los medios de comunicación, que ya no es total, pero sigue teniendo un lugar muy privilegiado.
Entonces, el discurso oficial tiene un poder desproporcionado con relación a la capacidad de réplica de los actores contenciosos. En otras palabras, la disparidad de poder entre el discurso oficial y el discurso de otros actores, sobre todo de los activistas, los defensores de derechos humanos y los medios independientes con relación al poder en Cuba, es abismal y muy inequitativa.
No obstante, es significativo que hayan aparecido en Con filo. Eso habla de la relevancia y legitimidad que han ganado en los últimos años en el espacio de lo público a nivel internacional. Eso ha hecho que el poder elabore toda una estrategia para contestarles, a diferencia de antes. Y, a la vez, no deja de ser una estrategia que los vulnera más [a los actores contenciosos].
Aun así, lo que más resalta de la estrategia de contraofensiva de Con filo es la capacidad que ha tenido el activismo contencioso en Cuba para ser constante en su labor, ya se trate del periodismo independiente o de los activistas defensores de derechos humanos, que han contado sus versiones de la realidad cubana con otras perspectivas y fuentes, atendiendo a temas que preocupan, interesan y conciernen a la población. Ese trabajo sostenido es justamente lo que ha generado un programa como Con Filo, un intento por callar a los otros, por deslegitimar a voces que se han ganado un espacio público.
								
								
								
								
											
								







