La exposición José Franco. Génesis, que presenta una selección de pinturas, dibujos e instalaciones de ese artista cubano radicado en Argentina, quedará inaugurada este jueves 4 de diciembre en el segundo piso del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), en Buenos Aires.
Comisariada por Mariana Marchesi, coordinadora artística de esa institución, la muestra recorre el trabajo de José Franco desde los años ochenta a este 2025: vale decir, desde aquellas pinturas y dibujos en que recreaba “tramas de pelaje animal con una estética pop” hasta la incorporación de “elementos electrónicos en instalaciones y acrílicos sobre tela”.
Hasta el 18 de enero próximo podrá visitarse esta exhibición, que tras su inauguración (19:00, hora local) estará abierta este viernes al público general (de martes a viernes, de 11:00 a 19.30; sábados y domingos, de 10:00 a 19.30).
De acuerdo con los organizadores, junto con la muestra se presentará un libro bilingüe (español/inglés), editado por Nora Hochbaum, Andrea Franco y Juan Lo Bianco, el cual recopila el trabajo de Franco entre 1983 y 2025 e incluye, por supuesto, imágenes, información sobre las obras y una cronología sobre el artista.
El volumen contiene textos críticos de Florencia Battiti, Andrea Giunta, Orlando Hernández, Laura Malosetti Costa, Aldo Menéndez, Liliana Porter, Ana Tiscornia y Andrés Duprat.


La nota de presentación de José Franco. Génesis destaca piezas correspondientes a una serie en que Franco versiona las selvas ecuatoriales imaginadas por el francés Henri Rousseau (“El Aduanero”) –como La Conversación— y, “del mismo universo”, el acrílico sobre Conversaciones en el tiempo Lam-Franco, que homenajea al gran pintor cubano Wifredo Lam.
“En sus obras –telas, esculturas, objetos cubiertos de piel de cebra o de jaguar–, Pepe Franco busca revelar un secreto: el conflicto entre naturaleza y técnica, entre lo sagrado y lo artificial”, ha advertido Duprat, director del MNBA. “Como un «Aduanero Rousseau tropical», sus junglas exuberantes, narradas con un lenguaje cercano al pop, transforman en parodia la tragedia de una naturaleza capturada por la mano humana. Desde la mirada de quien carga con la experiencia de la emigración, Franco observa el mundo con compasión, pero también con humor, desparpajo e ironía. En sus imágenes brilla un aura luminosa que es advertencia y esperanza”.
En un artículo titulado “Piel de Paraíso”, el crítico Aldo Menéndez recorre brevemente el devenir de su práctica artística: “hacia principios de los ochenta, empieza por romper la estructura acostumbrada del cuadro, deshaciendo los contornos estandarizados mediante bastidores irregulares, logrando que esta nueva silueta geométrica recuerde a un tiempo la forma de determinado animal y a la vez la de una pintura de caballete. […] amplifica texturas características de la piel del representante de la fauna que retrata, articulando un colorido extensión del Pop y un relieve candidato a ser esculto-pintura”, escribe; “el próximo paso fue unir la representación del homo-tecnológico con su epidermis de circuitos impresos a la botánica y a las bestias. A partir de un elemental realismo fotográfico propone cierto grado de metamorfosis, de imbricación simbólica de los unos y los otros, catequizando a favor de la coexistencia, la articulación y la armonía de las especies, en primer lugar la humana, alegoría de las relaciones entre nuestro desarrollo y el entorno natural”.
Hacia el final, Menéndez encuentra justificación para una exposición como la que ahora presenta el Bellas Artes bonaerense: “Existe en estas pinturas el sentido de una sinfonía espiritual, al componerla José Franco demuestra moverse en una especie de acto lúdico que abre las puertas a un regreso, el artista vuelve a sus orígenes sin melancolía”, sostiene. “Franco enuncia mediante el cuadro un espacio santuario, una imagen metafórica equivalente a un refugio sereno, un punto de meditación donde buscar valores duraderos en una época de usar y tirar”.
Formado en la Escuela Nacional de Arte y en el Instituto Superior de Arte de La Habana, José Franco (1958) formó parte en los años ochenta de ese momento renovador en el paisaje artístico cubano. Piezas suyas fueron expuestas en la primera edición de la Bienal de La Habana (1984). Recibió en 1991 la beca Guggenheim y vivió en Nueva York durante un año antes de instalarse en Buenos Aires.
Obras de su autoría forman parte de colecciones públicas y privadas en Argentina, Estados Unidos, Cuba, República Dominicana, Panamá, Colombia, Italia, Brasil, México, Uruguay, Francia y España, etc.


