1. ¿Qué entiende usted por confrontación generacional?
Los términos son demasiado ambiguos. Es preciso decir que una generación nunca es un todo homogéneo, y que existen, sobre todo en Cuba ahora, problemáticas y campos de confrontación más fuertes que las líneas generacionales; las ideológicas, por ejemplo. Estos dos hechos determinan confrontaciones suprageneracionales, donde miembros de muy diferentes edades se hacen solidarios alrededor de posiciones comunes. Asumiendo el término de toda su esquematicidad, podría decir sin embargo que la confrontación se produce, y se produce en dos niveles: el nivel teórico, que engloba la crítica, la práctica artística y la teoría propiamente dicha, y el nivel práctico, al que corresponde la organización y control de las revistas, editoriales, espectáculos; en unas palabras, la organización de la cultura a través de la cual se expresan los criterios de la generación actuante.
2. ¿Cree usted que después de 1959 en Cuba esa confrontación tiene razón de ser?
Sí. La Revolución ha seguido una correcta política en el tratamiento de los problemas culturales, no ha intentado resolver por vía administrativa problemas de tipo ideológico. La lucha en este campo debe ser afrontada por los intelectuales revolucionarios: no lo han hecho en la medida necesaria. Esto ha repercutido negativamente sobre el movimiento intelectual en general, lleno de miserias morales, y, como expondré más adelante, sobre mi generación. Creo que una de las mayores responsabilidades de las generaciones actuales ha sido su tremenda incapacidad crítica, no sólo en el sentido ideológico, sino también en el sentido estético. No han cedido ante el populismo, pero sí ante actitudes liberaloides, falsas ante el arte y ante la vida. Se impone una lucha por el equilibrio. El empuje de la generación que avanza ayudará a crear una nuclearización suprageneracional que enfoque correctamente estos problemas.
3. ¿Cómo definiría usted su generación?
Simplemente no la definiría. No está estructurada. Desde luego, tampoco ha comenzado a perfilarse de forma homogénea. Su primera manifestación de grupo fue la editorial El Puente, empollada por la fracción más disoluta y negativa, de la generación actuante. Fue un fenómeno erróneo política y estéticamente. Hay que recalcar esto último, en general eran malos como artistas. Ahora se perfila otro grupo al que se le pueden señalar las siguientes características: se manifiesta desde dentro de la Revolución: no es dogmático; asume la tarea artística como un trabajo, con las técnicas más avanzadas; no practica la política de “bombos mutuos”; se preocupa, déficit evidente en las generaciones anteriores, del trabajo teórico.