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Gustavo Arcos: “Lo que la muestra, demuestra”

Tomado de ‘Cine Cubano: la pupila insomne’, 2 de marzo de 2010.

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Terminó la IX Muestra de Nuevos Realizadores y, ciertamente, hay mucho que hablar e interpretar de ella.

Estos eventos, auspiciados y sostenidos por el ICAIC, han devenido el espacio ideal de confrontación artística para la mayor parte de los jóvenes que intentan hacerse de un nombre en el espectro de la creación audiovisual del país. La exhibición de obras en pantalla, los debates con público y especialistas, los homenajes a figuras cumbre de la cinematografía nacional, el diálogo con realizadores y técnicos de otras décadas y las presentaciones de filmes extranjeros, constituyen episodios suficientes para considerar al evento como el de mayor rango de su tipo en el país y un momento especial para ver y conocer el pensamiento de las nuevas generaciones con respecto a los fenómenos y problemas de su tiempo.

Si bien se presentaron más de setenta obras en diferentes géneros, los premios fueron acaparados por apenas cuatro filmes, siendo la ficción El cuarto 101, de Pedro Luis Rodríguez, el mayor triunfador de la noche, con su claustrofóbica historia de traiciones y miedos interiores. El polémico documental sobre el grupo de rap Los Aldeanos, titulado Revolution, de Mayckell Pedrero, se alzó con los máximos honores en su categoría, en tanto El mundo de Raúl, singular docudrama sobre un hombre ejemplar que tiene ciertas “debilidades por la carne”, dirigido por Jessica Rodríguez y Zoe Miranda, recibía también varias distinciones. Otro trabajo, muy premiado por los jurados colaterales, fue el revelador documental ¿A dónde vamos?, de Ariagna Fajardo, realizado en el ámbito de la TV Serrana.

Los dignos organizadores de la Muestra, dedicada este año a Humberto Solás, dirigieron especial atención en los debates a reverenciar los valores artísticos de la puesta en escena, asuntos relegados por muchos jóvenes realizadores que, en aras de filmar rápido y con escasos recursos, suelen presentar obras con temáticas o asuntos interesantes pero lastradas en su concreción formal o visual.

La IX Muestra evidenció una vez más el compromiso de los nuevos realizadores con su época, una intensa relación artista-sujeto representado, que pasa por la desmitificación, el juego con los géneros y, sobre todo, por una mirada crítica, desprejuiciada e incisiva acerca de los conflictos humanos y sociales que agobian a nuestra nación.

Tales certezas comprendidas y valoradas por todos los que aman el arte y sus diferentes formas de expresión no parecieron ser interpretadas de la misma manera por algunos, que en ciertos círculos de poder hicieron lo indecible por alterar el feliz desenvolvimiento del evento, torpedeándolo de principio a fin o invisibilizando su celebración con una pobre cobertura mediática. En este sentido sorprendió a los espectadores y televidentes, el levantamiento intempestivo del noticiero nocturno de la Muestra, las escasas notas informativas de los periodistas culturales en las emisiones diarias de noticias, la interrupción en su tirada, del Bisiesto, un periódico con informaciones, entrevistas, críticas y programas del evento, o la apurada suspensión de una aparición de Fernando Pérez, director general del Festival quien debía ser entrevistado en un popular programa de la TV. La prensa plana no se quedó atrás en este extraño e irresponsable fenómeno de anulación cultural, siendo llamativo que el “órgano oficial de la Juventud Cubana” apenas sacara un texto, el último día del evento que, debemos recordárselo, nace y existe precisamente para los jóvenes.

Nuevamente los medios “que están al servicio del pueblo” se ven secuestrados por fuerzas conservadoras y extrañas que, en algún oscuro lugar de nuestra nación, imponen su mandato, distanciándose, o silenciando fenómenos culturales y sociales de gran trascendencia. Y es que mientras sigan algunos considerando que las nuevas generaciones de creadores y artistas no tienen derecho a una voz propia o que el arte debe solo reproducir de manera “linda” el discurso oficial, este tipo de espacio seguirá estigmatizado.

En la Muestra tuvieron lugar hechos de gran trascendencia y sobre todo, impacto social que no debieron quedar olvidados. La exhibición de un documental como Revolution devino el mayor acto de sinceridad e interactividad entre una obra y su espectador que se haya visto en Cuba en muchos años. Dos salas de cine abarrotadas y con miles de espectadores aplaudiendo una y otra vez durante la exhibición única del filme, envían una clara señal a los que no quieren entender por dónde van las preocupaciones de muchos en nuestra nación. Porque aquí no importa el sujeto que habla (el dúo de rap y hip hop, Los Aldeanos) sino la serie de ideas expresadas desde su performance público por ellos. ¡Desde luego que son discutibles!, pero de eso se trata, de mover el pensamiento, generar debates sociales, pensar desde las más disímiles formas, quiénes somos, qué nos sucede y por qué hemos llegado a la situación actual. Se puede estar identificado o no con Los Aldeanos, con su música, su proyección escénica o su forma de decir, pero lo que constituye una verdadera irresponsabilidad y necedad política, es desconocer su enorme impacto social que, además, no es solo de ellos.

Los Aldeanos, capitalizan en definitiva el sentimiento de cientos de miles de personas que los convierten, a falta de otros, en los nuevos líderes simbólicos de una generación pues se encuentran reflejados en sus canciones, angustias, expectativas, sueños y frustraciones. Revolution es un documento (artísticamente bien hecho, por cierto) que sin duda se convierte en una plataforma de ideas y provocaciones, al cual no se debe temer o silenciar. Un documento que, como muchos otros de esta IX Muestra —recuerdo por ejemplo el documental Que me pongan en la lista, el animado El dictado, el documental ¿A dónde vamos? o la sutil desmitificación del hombre nuevo en El mundo de Raúl, e incluso por los jóvenes de Ghabbana men revolution— es fiel expresión de sentimientos, actitudes y fuerzas que se vienen manifestando dentro de la isla desde hace décadas. Lastrar o prohibir su posterior exhibición solo producirá un efecto contrario de sobredimensión de estas obras que circularan de todas formas y de manera indetenible, gracias a las nuevas tecnologías.

Y es que los nuevos realizadores no hacen otra cosa que visibilizar o tratar de interpretar a su forma todas esas tensiones y dilemas de la sociedad. ¿No es esa precisamente la actitud que deberían tener? Lo hacen además con arte, con imaginación, con energía y también con sentido de pertenencia. Pretender que sigan los mismos caminos, sueños, ideas y utopías que sus predecesores sería anularnos como generación, legitimar un dogma y convertir en nada el propio concepto de Revolución. Al igual que sus mayores lo hicieron en su tiempo, los nuevos buscan la verdad de las cosas, aunque esa verdad pase por su propia subjetividad; y es que de eso se trata si de arte y compromiso estamos hablando.

Buena parte del audiovisual de hoy está invariablemente marcada por la cotidianeidad, por la urgencia de reflejar el mundo, cual si de un espejo se tratase, pero hay que rebasar el espejo y ver qué hay detrás de él. No basta con mirar la vida desde una ventana, hay que integrarse y saber crecer junto a ella. Esa es la actitud que debe ponderarse, y obras como muchas de las aquí vistas intentan ofrecer esa otra cara de la vida, seguramente fatal, tal vez amarga, cruda y dura. Es necesario entender de una vez que, tras esa máscara, hay un rostro humano, la imagen de lo que somos y no, de lo que soñamos ser.

Ciudad de La Habana, 1 marzo, 2010.


ARCHIVO RIALTA
ARCHIVO RIALTA/archivo/
Rialta, Alianza Iberoamericana para la Literatura, las Artes y el Pensamiento A. C. es una asociación civil con sede en Querétaro, México, de carácter no lucrativo, que tiene por objeto principal la promoción y fomento educativo, cultural, artístico, científico y tecnológico.

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