Víspera del Grito de Baire, arranca la IX Muestra de Nuevos Realizadores, creada y defendida por el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos. Arranca “con esa fuerza más”; con el decir de los jóvenes que están necesitados de hacer Patria –que es decir lo que sienten en su maravillosa Isla.
De la mano del presidente de esta Muestra, Fernando Pérez, ha sido posible revelar las ansias de una generación que acompaña a Cuba sin remilgos.
A las dos de la tarde de la víspera referida, se exhibía en la sala Chaplin –en función única– Chamaco, una película de Juan Carlos Cremata Malberti.
Una vez más este realizador hace suya una obra de teatro –esta vez de Abel González Melo–. Ya había incursionado en estas lides con un clásico de las tablas cubanas como El premio flaco, de Héctor Quintero, a mi entender, con todo éxito.
Chamaco es una propuesta valiente y surgidora, salida del corazón de la Habana profunda, de sus dolores y sus desatinos. El cine cubano sigue insistiendo en este tema; recordar Barrio Cuba, de Humberto Solás, y Los dioses rotos, de Ernesto Daranas, por citar lo que más rápido me viene a la mente.
Cremata repite con la destreza y la sabiduría de actores como Alina Rodríguez y Luis Alberto García, que alterna con pocos conocidos en la pantalla grande, y logra establecer el balance. Una vez más se coloca como un certero director de actores.
Ya era conocido, para este director, su afición a la familia. Y Guillermo y Amaury Ramírez Malberti lo secundan en un entendimiento total, en la dirección de arte, el primero, y en la música el segundo.
Dejemos un tanto la película de Juan Carlos, porque este texto está más bien centrado en la inauguración de esta IX Muestra de Nuevos Realizadores.
A las ocho de la noche de esta misma víspera se inauguró oficialmente la Muestra. Para que esa hermosura hubiera sido posible, habría que hablar de las personas que, desde hace meses, se empeñan en lograr una fiesta del cine joven con elocuente seriedad: su Comité Organizador, y todas y todos sus colaboradores. Como ya se sabe las nóminas siempre son largas y aburridas; pero nombres como Marisol, Danae, Miriam, Silvita, Carolina, Martha, Yumei, son imprescindibles.
Juan Carlos Cremata también es el director artístico de este comenzar. Comenzar novedoso y poco visto en la sala Chaplin. Decidió –con toda su experiencia en el mundo del teatro y del espectáculo– hacer una “inaugur-acción”. Así tuvo una suerte de “cuerpo de baile” que pobló los pasillos del cine, fueron hacia el proscenio, y allí se desprendió una tela –a guisa de pantalla– en la que se proyectó todo el afán de la Muestra, y un reconocido y hermoso homenaje a Humberto Solás –realizador a quien se le dedica.
La tela en cuestión se convirtió en bandera cubana que pasó radiante sobre nuestras cabezas, para que después, sin discurso oral alguno, se exhibieran tres cortos representativos.
El final fue la salida del cine, entre tambores batá, pañuelos tricolores –con nuestros colores–, y una bandera que nos acogía en el techo del vestíbulo de la sala en cuestión. Y, como si fuera poco, una enorme enseña nacional, que pendía en la fachada de nuestro ICAIC, era iluminada, para que no quedara duda de que la Patria era la protagónica.
A 115 años del Grito de Baire, que dio inicio a nuestra última guerra mambisa, seguimos haciendo Patria…, y seguimos haciendo cine.