MIAMI, Estados Unidos. – La emblemática voleibolista cubana Regla Torres Herrera anunció este sábado que decidió retirarse del entrenamiento en Cuba tras 17 años de labor y vinculó su salida a un deterioro profundo del voleibol femenino, que atribuyó a la pérdida de disciplina, a decisiones que rompieron la continuidad del equipo después de Sídney 2000 y a un clima que, según expresó, ha ido vaciando de respeto a atletas y técnicos.
La exjugadora hizo esas críticas en el pódcast Pidiendo pista, producido por Deporcuba TV, cuya segunda temporada se estrenó con ella como primera invitada.
“Ya yo decidí retirarme de lo que es el entrenamiento aquí en Cuba”, afirmó Torres en el diálogo, al precisar que llevaba 17 años desde que comenzó en 2008 y que su decisión responde a “muchos factores”. Aunque la conversación recorre episodios personales de su carrera deportiva, el núcleo de sus declaraciones se concentra en una idea insistente: el equipo que dominó el voleibol mundial se sostuvo por una disciplina férrea y una cultura de exigencia que, en su opinión, se quebró y nunca se reconstruyó con el mismo rigor.
Torres ubicó el origen del declive en el momento en que, según ella, dejó de funcionar el mecanismo interno que obligaba a las más jóvenes a alinearse con un estándar de trabajo y conducta. Esa cultura, aseguró, no dependía solo del entrenador: las jugadoras veteranas actuaban como garante cotidiano de la disciplina y el rendimiento. “Nuestros entrenadores eran (…) superlativamente exigentes. Pero si ellos eran exigentes, la gente más exigente eran las atletas veteranas”, dijo. Ese doble control, añadió, mantenía una cadena de continuidad: cuando las veteranas se retiraban, las que quedaban asumían ese rol y reproducían el sistema. Para Torres, el problema empezó cuando esa cadena se rompió. “Cuando eso dejó de pasar fue que empezó la debacle del voleibol femenino”, afirmó.
Cuando le preguntaron si esa disciplina falta hoy, Torres resumió: “Falta muchísimo. Es lo principal que falta”. En su explicación, el deterioro no es un fenómeno abstracto ni solo “de mentalidad”, sino el resultado de un quiebre concreto de continuidad dentro del grupo, con consecuencias deportivas que todavía se arrastran. “Eso se fue licuando”, insistió, al describir un equipo que, tras la retirada de su generación, quedó sostenido por pocas jugadoras con experiencia en un entorno que ya no garantizaba el mismo rigor.
La exvoleibolista también se refirió al período posterior a la Olimpiada del 2000 y recordó que varias jugadoras quisieron formar familia y salieron embarazadas, algo que, según su versión, “no se entendió” entonces y detonó tensiones. Contó que, cuando esas atletas se recuperaron y quisieron regresar para intentar otra medalla olímpica, surgió un conflicto interno sobre el supuesto “desplazamiento” de las jugadoras jóvenes que ya sostenían el equipo. “Hubo mala interpretación (…), hubo su mal entendimiento. Y esto trajo la consecuencia de que nos fuimos. Nos fuimos todas”, dijo.
“Entonces ahí se nos fue la cuarta medalla olímpica. Quizás de oro”, aseveró. Para Torres, no se trató solo de un problema generacional, sino de una decisión mal manejada que cerró el ciclo ganador y dejó a las siguientes generaciones sin una transmisión completa de experiencia y disciplina.
Otra de sus críticas apunta a los argumentos que califican el voleibol cubano de su época como “obsoleto”. La exjugadora rechazó esa etiqueta y la trató como una lectura simplista que desconoce la complejidad y la capacidad de adaptación del equipo. “Yo no veo dónde está la obsolescencia que dice que el voleibol nuestro era un voleibol obsoleto. No lo entiendo realmente”, afirmó, tras aludir a cambios en el sistema de puntuación y a la transición hacia el rally point. Para ella, la fortaleza de Cuba estuvo en una maestría técnica que hacía impredecible el ataque y multiplicaba recursos, algo que, según lamentó, se dejó de entrenar como antes.
En esa misma línea, la exatleta criticó cambios en la estructura técnica y en la filosofía de entrenamiento del voleibol femenino cubano, incluida la desaparición o ausencia de figuras clave del ciclo dorado, lo que habría alterado la preparación de los nuevos talentos.
Torres señaló, además, la incorporación de entrenadores del sector masculino al femenino como un giro que, según dijo, Eugenio George, considerado el mejor entrenador del siglo XX, rechazaba. “Eugenio siempre estuvo en contra (…) de que entrenadores del sector masculino fueran entrenadores del sector femenino. Porque los entrenamientos no tenían nada que ver”, afirmó en la entrevista, y añadió que “cambiaron muchas cosas” y “se dejaron de hacer muchas cosas que no debían” abandonarse porque eran parte del “sello” del equipo.
La cubana utilizó la descripción del entrenamiento como prueba del nivel de exigencia que, a su juicio, hoy no existe. Lo calificó de “salvaje” y “terrible”, y sostuvo que esa dureza era inseparable del dominio internacional de su generación. “Es imposible que esta generación actual pueda hacer el entrenamiento que hicimos nosotros”, afirmó, al detallar cargas de saltos, repeticiones y ejercicios de efectividad bajo presión, diseñados para sostener un rendimiento alto cuando los rivales se desgastaban.
Torres también insistió en que su generación compitió en condiciones materiales duras y que, aun así, sostuvo un compromiso que hoy se banaliza cuando se descalifica a esas atletas o se ignora su contexto. “Una de las cosas por las que yo decido retirarme es porque se le ha perdido el respeto al atleta y a los entrenadores”, aseguró.
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