SANTA CLARA, Cuba. – Poco antes de terminar su servicio social en la empresa donde lo ubicaron, Alejandro Rodríguez, un joven informático de 28 años supo por un colega de la universidad que una startup (empresa emergente) chilena buscaba programadores para desarrollar un nuevo proyecto de software. Aunque contaba en ese entonces con muy poca experiencia laboral, estuvo a prueba por unos 15 días hasta que sus empleadores accedieron a contratarlo con un honorario preliminar de 200 dólares, una cifra que superaba más de 10 veces su sueldo mensual.
Alejandro y otros seis graduados de Ingeniería Informática o Cibernética conforman actualmente un equipo virtual distribuido por varias provincias cubanas. Aunque unos y otros ni siquiera se conocen personalmente, comparten proyectos y reuniones diarias. Trabajan desde sus casas para esa empresa ubicada a miles de kilómetros de distancia con una estricta jornada laboral que, sin embargo, le reporta una remuneración bastante alta respecto al salario estatal, además de oportunidades reales de crecimiento.
“De instalar programas en computadoras viejas y configurar impresoras pasé a diseñar aplicaciones web, con tecnologías modernas de desarrollo”, cuenta el joven programador. Argumenta que entre todas las ventajas de haberse convertido en un desarrollador freelance, además del salario, está el hecho de contar con un ambiente de producción de altos estándares que “eleva tu potencial y conocimiento en mayor escala”. “Los trabajos por el Estado dejan mucho que desear y es muy probable que el software que hagas se abandone, o que tengas que usar tecnologías arcaicas, aparte de que el desarrollo es más lento y no existe un sentido de pertenencia con él”, explica.
Aunque no constan cifras exactas sobre la creciente cantidad de jóvenes profesionales cubanos que hoy se dedican al trabajo remoto —ya sea en programación, diseño gráfico, arquitectura o marketing digital— resulta evidente que muchos graduados de carreras afines han optado por abandonar sus puestos en el sector estatal, o bien combinar ambos empleos, en busca de ingresos más justos y acordes con sus habilidades. Se trata de una fuga silenciosa de capital humano como estrategia de supervivencia dadas las fuentes de ingresos bajísimas y la ausencia de oportunidades reales en campos como el desarrollo de software, sobre todo en provincias más alejadas de la capital cubana.
“Sabía del trabajo freelance desde que estudiaba, pero cuando aquello pensaba que trabajar para empresas extranjeras era algo que podían hacer solo los más rankeados”, cuenta Claudia, otra joven programadora de Santa Clara graduada de la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas (UCLV) que logró aplicar a su trabajo actual gracias a un grupo de Telegram. “Cuando empecé en esto no tenía mucha experiencia, algo que suele ser un requerimiento. Mandé un montón de currículos, hice algunas entrevistas que no pasé, hasta que me contrataron”.
Según Claudia, muchas de estas contrataciones funcionan no solamente por recomendación de terceros ya conocidos por los empleadores, sino también en dependencia de que “puedas demostrar que realmente vales lo que te van a pagar”, por lo que muchas veces inician con proyectos de menor remuneración y van escalando hacia mejores posiciones. “Las ventajas de trabajar por tu cuenta, en comparación con una empresa estatal es más que obvia”, afirma, y expone su caso en particular: “Cuando te gradúas de cibernético o informático la mayoría de las veces no trabajas en lo que estudiaste y, en el mejor de los casos, te ponen a llenar tablas de Excel. Nada que ver con programar”.
El sitio de CubaJobs, que se autodefine como un lugar de encuentro entre candidatos y empleadores, ofrece consejos para postular a determinados empleos de este tipo a distancia: “Si un cliente siente que tú haces avanzar su negocio, que le ahorras tiempo y que el dinero que te paga está muy bien pagado, es un cliente que regresará y que además seguramente te recomiende a otras personas”.
Tanto en Telegram como en plataformas de internet se hallan disponibles ofertas laborales para estos profesionales que suelen demandar determinada experiencia previa, un currículo bien diseñado y muchas veces disponibilidad para una contratación a tiempo completo. En el grupo CubaCompuJobs integrado por más de 4.000 miembros se han registrado en el último mes propuestas de este tipo procedentes de empresas radicadas en América Latina, Estados Unidos y Europa.
Gran parte de los jóvenes que buscan trabajo como programadores en ese espacio digital suelen subir al grupo una breve presentación de sus habilidades. “En mi caso, entré al mercado creando portafolios y demos atractivos para empresas extranjeras que buscaban juniors o que ofrecían trabajos en proyectos con salarios más bajos en comparación con el país donde residen”, explica el cibernético que se presenta con el alias de “Jake” Peralta, miembro del equipo de Alejandro, contactado vía WhatsApp.
Desde su experiencia, este muchacho aconseja a quienes estudian carreras como la suya que, en cuanto se gradúen —o incluso antes—, elaboren un perfil profesional sólido: “Anteriormente te contrataban sin experiencia para que la fueras cogiendo en el camino, pero ahora hay más demanda que oferta. En Cuba, la ventaja es que ellos saben que le cuestas muy poco dinero, y te priorizan por delante de otros que hayan emigrado”.
Contratos informales, pero “con un salario decente”
Aunque existe en Cuba una licencia para ejercer como “programador de equipos de cómputo”, buena parte de los que ejercen como tal prefieren no inscribirse como trabajadores por cuenta propia, para moverse en la brecha normativa entre lo permitido y lo no regulado. Esa informalidad les ofrece un margen mayor de independencia: sin control por parte del Estado de lo que hacen y a qué se dedican específicamente.
En Cuba, ser programador freelance implica también navegar entre apagones, estrés y jornadas extendidas debido a la baja velocidad de internet. Su dinámica de trabajo depende de una conexión estable tanto para el desarrollo de softwares, como para acceder a los repositorios de códigos, a la infraestructura en la nube, responder al chat grupal o asistir a las reuniones virtuales que convocan sus “jefes”.
“Los apagones pueden causar que estés un día entero sin conectarte, lo que es fatal para cumplir con el horario de trabajo, porque entonces tienes que hacerlo en las noches”, describe Claudia. “Además, surgen las preocupaciones y el estrés por una llamada que no pudiste contestar, por una tarea que no completaste a tiempo. Normalmente se vive con el nudo en la garganta, porque si no rindes, pues te excluyen del equipo sin ninguna explicación”.
Los jóvenes programadores y desarrolladores freelancers, en su mayoría, son contratados por startups, o sea, empresas emergentes que se hallan en sus primeras etapas de desarrollo y buscan crecer rápidamente en el mercado, lo que las lleva a requerir talento técnico capaz de construir productos digitales desde cero. Sin embargo, debido al carácter informal de sus contratos, los entrevistados prefieren no revelar el nombre de la compañía para la cual trabajan actualmente, por temor a perder el empleo, que se ha convertido en el principal modo de sustento de ellos y sus familias. Su discreción no es más que una táctica válida para protegerse en un entorno laboral en el que no median los “papeles firmados”.
Resulta habitual, explican, que los empleadores que los contratan sean muy exigentes y, en ocasiones, paguen una suma muy por debajo del valor real del puesto. “Mientras que un trabajador con contrato puede normalmente no aceptar trabajar horas extra, para el cubano esto es casi obligatorio, por el miedo al despido”, dice Alejandro. “Yo mismo he visto cómo muchos programadores aceptan condiciones de trabajo extremadamente injustas con tal de seguir ganando en dólares”. Detalla este muchacho que ellos (sus empleadores) “son conscientes de que el cubano tiene mucha necesidad y aceptará muy contento trabajar por 500 dólares en una plaza que vale 3.000 o más”.
Los salarios, según se puede constatar en las ofertas de los grupos consultados, oscilan desde los 200 a los 1.000 dólares en dependencia del contenido laboral y las exigencias que el trabajo requiera. Aun así, sus vínculos son meramente informales, sin contrato de por medio, por lo que corren el riesgo de ser relevados o de sufrir presiones a la hora de completar determinados encargos de última hora. “Cuando entras en esto tienes que demostrar que no eres sustituible por otra persona”, recomienda Jake.
Sin embargo, según detalla Claudia, aunque muchas veces debe estar sentada delante de su computadora sin descanso alguno, ni siquiera los fines de semana, prefiere “trabajar 12 horas o más y tener un salario decente”. “Este trabajo me permitió aprender y superarme, y también ahorrar, ayudar monetariamente a mi familia y tener una mejor calidad de vida, dentro de lo que se pueda. Sobre todo, es una forma de poder guardar dinero para, en algún momento, lograr salir de este país”, concluye.