fbpx

Urszenen: Objetos y lugares ocultos en el arte séptimo (I)

Un catálogo de lo desplazado, los textos y objetos que no se muestran en la historia del cine, empezando por Truffaut, Hitchcock y Kieślowski.

-

Laplanche y Pontalis puntualizan, en su Diccionario de psicoanálisis: “Muy pronto Freud se esforzó en descubrir acontecimientos arcaicos reales, capaces de suministrar el último fundamento de los síntomas neuróticos. Denomina «escenas originarias» (Urszenen) estos acontecimientos reales, traumatizantes, cuyo recuerdo se halla en ocasiones elaborado y enmascarado por fantasías”.

En esta subsección de La Broma Infinita, apliquemos eso mismo, pero al cine (el arte más real, pero no para quien lo realiza, inmerso en una fantasía fútil, sino para quien lo intuye). Acostumbrados a ver tanta película sin mirarla, y ensayando un procedimiento medio anárquico de Verschiebung que me acabo de inventar en estos días, solo pretendo dar cuenta de un fijarse, ahí donde existen objetos o zonas en segundo y tercer plano, y donde los ojos del cineasta, voluntaria o inconscientemente, no quisieron/pudieron vouyerizar.

Eso. Para qué más proemios.

Uno

En Les quatre cents coups (1959) de François Truffaut, durante la primera escena en la escuela, Antoine Doinel aparece en proceso de castigo. El profesor, ese que tiene cara de pájaro, lo obliga a limpiar, con esponja y palangana, unas anotaciones aparentemente obscenas que el angelito ha escrito en la parte de atrás de un pizarrón. Hay un plano general del salón de clases. Mientras el profesor intenta seguir con la lección de gramática, utilizando para ello “Le lièvre” (un poema soporífero), Antoine no limpia la pared, sino que embarra aún más la tinta. Hace reír a sus compañeros, haciéndole desde atrás “conejitos” con sus dedos al profesor (de ahí se comprende el porqué que los jóvenes copian, con pluma y tintero, “La liebre”). El profesor se da cuenta del borrón, de la burla, y lo toma del suéter para regresarlo a empujones a su lugar. “Ya pagarán tus padres por esto. Sigamos”. ¿Qué es lo tan terrible escrito por Antoine en la pared del salón? ¿Por qué Truffaut omite mostrarlo al espectador? Daría lo que fuera por leer las imprecaciones adolescentes de Doinel en ese muro porque, además, especulo, son las que dan luego origen al estilo en el que escribe, más adelante en la película, su composición sobre la muerte de su abuelo al más puro estilo Balzac. Otra teoría: Doinel es la reencarnación de Rimbaud (“En cuanto la idea del Diluvio húbose serenado, / una liebre se detuvo entre las esparcetas y las campanillas móviles y levantó su oración al arcoíris a través de la telaraña”: de seguro Rimbaud hubiese sido grafitero en el siglo XX); es decir, sus anotaciones en el muro son un reverso oscuro, morboso, demoníaco, de “Le lièvre”.

Dos

En The Birds (1963), de Alfred Hitchcock, cuando Mrs. Brenner ingresa sin aviso a la casa del granjero que le vende pienso para sus pollos, se enfrenta a una escena horrenda: los pájaros ya han destruido las ventanas, la vajilla, los cuadros, el papel tapiz del pasillo y, finalmente, le han arrancado al hombre los ojos. Es la primera vez en la película que la anciana Lydia repara en el poder destructivo de las aves. Ya no se lo cuentan, ya no lo sabe de oídas: ha presenciado ella misma un crimen incomprensible. El día anterior, Melanie Daniels, su futura nuera, ha ingresado del mismo modo (confianzuda, altanera, temeraria) a su casa, para depositar en la cocina unos tórtolos que Cathy, la hija menor de Lydia y hermana del galán Mitch, deseaba para su cumpleaños. La sincronía es perfecta (vaya: Lydia y Melanie comparten desde el peinado hasta la proyección de carencias sobre el mismo objeto de deseo: Mitch). Pero eso dura solo hasta la reacción de Lydia tras ver las cuencas sangrantes y vacías del granjero. Porque la anciana se priva, le falta el aliento, y en el pasillo de regreso a la puerta, deja caer teatralmente su bolso. Esto es lo importante: a pesar de su estado de shock, parece que quisiera dejar rastros de su presencia en ese lugar. El bolso no vuelve a aparecer después en toda la cinta. Mismo asunto de la Urszenen anterior: ¿por qué Hitchcock omite mostrar esa cartera, o aún mejor, su contenido al espectador? Daría lo que fuera por meter la mano en ese bolso y revolver las pertenencias de Mrs. Brenner, porque en ellas (un lápiz labial, quizás; billetes arrugados, migas de galleta, medicamentos pulverizados, tal vez una pequeña libreta para las anotaciones domésticas y, entre una y otra, las confesiones culposas de cómo ha estabilizado, en tanto mujer y madre, su vida tras la viudez) pienso que podría encontrarse la ulterior explicación de por qué las aves enloquecen y atacan a los habitantes de Bodega Bay.

Tres

Es cierto que, en la Trilogía de los colores, de Krzysztof Kieślowski, del azul al rojo, y artísticamente hablando, el asunto parece ir a peor. Es más sólida la trama de Bleu a la de Blanc y, por supuesto, que la de Rouge; así como es más consistente la actuación de Juliette Binoche que la de Julie Delpy y aún más que la de Irène Jacob. También es cierto que hay muchísimas formas de sobreinterpretar y buscar conexiones entre las tres películas ahí donde no las hay (una de las soluciones más elegantes y bellas que oí alguna vez se cifraba en la partitura que, dentro del film, se compone para la unificación europea: lo que abre la posibilidad de pensar Trois couleurs más como una sinfonía que una trilogía visual). De ahí que uno quisiera, de inicio, hurgar en esas notas de Patrice de Courcy que, en Bleu, Julie destruye como parte de su proceso de duelo. Pero en realidad, me parece más desviada y, por lo mismo más reveladora, una “escena primaria” que tanto Julie como Dominique y también Valentine (sus avatares más pálidos de las siguientes películas) presencian desde un banco de plaza: una anciana encorvada, representada con rasgos animalescos –casi la encarnación de un dromedario, pero con el andar de un folívoro– intenta meter una botella en un contenedor de basura. Las tres reaccionan de distinto modo y ese modo es una forma irónica de ver cuánto ha quedado a estas alturas de los ideales ilustrados: liberté, égalité, fraternité. Pero eso no importa demasiado aquí. Lo que importa es que esa botella que se desecha. Una botella a la que quizás ya no pueda llamársele como tal, porque a la vieja le cuesta muchísimo tirar, no tanto por limitaciones físicas sino emocionales. (Parece casi una relectura de la teoría del segundo Stillman, en la Ciudad de cristal de Paul Auster: ¿puede seguir llamándosele “paraguas”, “radio” o “botella” a un objeto que ya no está entero?: “Cuando las cosas estaban enteras nos sentíamos seguros de que nuestras palabras podían expresarlas. Pero poco a poco estas cosas se han partido, se han hecho pedazos, han caído en el caos. Y sin embargo nuestras palabras siguen siendo las mismas. No se han adaptado a la nueva realidad. De ahí que cada vez que intentamos hablar de lo que vemos, hablemos falsamente, distorsionando la cosa misma que tratamos de representar”). Por ende, mismo asunto: ¿por qué Kieślowski prescinde de darnos contexto en torno a esa anciana (¡que claro que es Europa!; ¡que claro que simboliza mucho más a la Europa de fin de siglo que Julie, Dominque o Valentine!) y su relación con la botella? Daría lo que fuera por averiguar si esa botella sirvió a esa anciana pobre como envase para la leche bronca o para un vino de cuarto enjuague, o bien como florero improvisado para un geranio, puesto en el exacto centro de un mantel de plástico decorado también de geranios. Y, sobre todo, daría lo que fuera para entender por qué en un momento de la vida como la vejez (donde, en realidad, se tiende a acumular y retener) la mujer tiene la valentía de enfrentar un proceso de desprendimiento y conciencia como ese.

Fin de la primera parte. Intermezzo

FELIPE RÍOS BAEZA
FELIPE RÍOS BAEZA
Felipe Ríos Baeza (Santiago de Chile, 1981). Escritor, comunicólogo social y doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Es autor del volumen de cuentos Satori (2018) y de las novelas Clowns (2016) e Infectados (2021). Ha publicado, además, La letra ensimismada. Nuevos ensayos de literatura hispanoamericana (2023); El texto desbordado. Aproximaciones contemporáneas al fenómeno literario y artístico (2019); El desvarío ilustrado. Ensayos sobre literatura hispanoamericana contemporánea (2014) y los dos volúmenes de Roberto Bolaño: una narrativa en el margen (2013 y 2016), entre otros libros académicos. Es fundador y director de Notas al Margen. Espacio de Cultura, que ofrece talleres culturales cada mes. Se ha desempeñado como profesor e investigador en varias instituciones de educación superior, en materias de literatura, cine, filosofía y estética, además de escribir y coordinar libros críticos dedicados a autores contemporáneos como Enrique Vila-Matas, César Aira y Juan Villoro, entre otros.

Leer más

Prefacio a “Dictadores”

Este “Prefacio” pertenece a 'Dictadores. El culto a la personalidad en el siglo XX' (Acantilado, 2023).

Aguantar las ganas de ir

Un fragmento de la novela 'Puro flash', publicada este 2025 en Barcelona por la editorial dosmanos.

Un toque de agitación. Entrevista con la fotorreportera Daniella Fernández

Fernández, una cubana migrante en Argentina, que ha construido en su fotografía un archivo de denuncia y resistencia, habla aquí sobre su trabajo.

Contenidos relacionados

Deja un comentario

Escriba su comentario...
Por favor, introduzca su nombre aquí