Los hermanos, obra del comediógrafo Terencio, culminó este domingo 24 de agosto sus presentaciones en el milenario Teatro Romano de Mérida, que acogerá del próximo miércoles 27 al domingo 31 el mito revisitado de los Argonautas en Jasón y las Furias, una pieza escrita por el dramaturgo español Nando López.
Y bajará entonces el telón definitivo en la edición 71 del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, en España, donde un verano más –desde el 4 de julio último– han reavivado su autenticidad y su vigencia toda una cohorte de personajes, peripecias y formas dramáticas del repertorio grecolatino y universal, lo mismo en sus versiones originales, o de los Siglos de Oro, que a través de reescrituras contemporáneas.
Antes de las obras mencionadas, las piedras del antiguo hemiciclo –inaugurado en los años 15-16 a.C., bajo el cónsul Marco Vipsanio Agripa, en la Hispania del emperador Octavio Augusto– han visto y escuchado en las últimas ocho semanas las puestas de Numancia de Miguel de Cervantes (4-6 de julio), Alejandro y el eunuco persa de Miguel Murillo (9-13 de julio), Ifigenia de Silvia Zarco (15-16 de julio), Edipo Rey de Sófocles (18-19 de julio), Cleopatra enamorada (El musical) de Florián Recio (23 al 27 de julio), Electra de Eduardo Galán, a partir de textos de Eurípides y Sófocles (30 de julio-3 de agosto), Memorias de Adriano de Margarite Yourcenar, en la traducción de Julio Cortázar y con dramaturgia de Brenda Escobedo (6-19 de agosto) y Las troyanas de Eurípides (13-17 de agosto).
“No es la primera vez que el eterno clásico de Eurípides pisa el escenario emeritense, ni la primera vez que se somete a una lectura con lenguajes plenamente contemporáneos. En 2017 –el antecedente más cercano dentro del festival–, Carme Portaceli ofreció una versión que trasladaba la acción a la guerra de Siria, recreando sobre las tablas la devastada ciudad de Alepo y poblando el escenario de cadáveres envueltos en mantas blancas. El nuevo montaje de Carlota Ferrer evita cualquier paralelismo tan explícito con los conflictos actuales, pero resulta inevitable –como admite el equipo creativo– pensar en la Franja de Gaza”, se leía en una reseña de El País. “La tragedia de las troyanas, mujeres que, tras la caída de su ciudad y la muerte de esposos, hijos y nietos, quedaron a merced de los vencedores para ser sorteadas, torturadas, violadas y esclavizadas, es la historia de todos los derrotados: la de la infancia truncada, el éxodo forzoso, el sinsentido de la guerra que se despoja de épica para mostrar su crudeza”.
La directora Carlota Ferrer reconocía, tras el estreno hace dos semanas de Las troyanas, que buscaron “testimonios tanto de Ucrania como de Gaza para ver cómo hablaban las mujeres a cámara y contaban lo que pasaba, y me di cuenta de que era muy parecido a lo que ya decía Eurípides”.
Inspirada en textos de Eurípides, Séneca, Valerio Flaco y Apolonio de Rodas, vuelve entonces para los últimos días de agosto el drama sombrío del Vellocino de Oro, Jasón y Medea: la traición del héroe a la palabra de amor empeñada “desata la ira de Medea y provoca la llegada de las Furias, enviadas por los dioses para obligarlo a que se enfrente a su pasado”, reza la sinopsis: “solo si desciende a los infiernos podrá salvarse del baño de sangre que Medea está dispuesta a infligirle”.
La otra sede del festival, el Teatro María Luisa, despidió su programación a inicios de este mes con otra historia de venganza: la Orestíada.
“A través de personajes arrastrados por ciclos de rencor y violencia, Esquilo nos muestra cómo, en un giro inesperado hacia un final trágicamente feliz, dioses y mortales unen fuerzas para fundar una institución que promete poner fin a la justicia por mano propia, marcando el nacimiento de un nuevo capítulo civilizatorio”, subrayaron en su momento, esperanzadamente, los organizadores. “Presentamos la Orestíada con la ambición de trazar un puente entre los mitos de la Grecia Antigua y nuestro presente al insuflar pulsiones y arquetipos ancestrales a la realidad de nuestros días”.
Durante el primer mes de actividades, el María Luisa de Mérida albergó otras seis obras del repertorio clásico: Tebanas, escrita por Álvaro Tato; Reactor Antígona (danza), a cargo de la Compañía Marianela Boán Danza, de República Dominicana; Ulises, comedia adaptada por Antonio Campos; Échale la culpa a Pandora (comedia-musical), de Enrique Fernández-Villamil Menéndez, así como los montajes portugueses Prometeu Agrilhoado, de Esquilo, y Agripina, la menor, comedia de Victor Martins Sant’Anna.
Tal como en ediciones anteriores, el Festival Internacional de Teatro de Mérida trascendió los límites sagrados de escena y auditorio con un programa paralelo que incluyó exposiciones, cursos, talleres, conferencias, actividades para niños, así como un espectáculo de cuentacuentos para toda la familia, Héroes y heroínas, con hasta nueve iteraciones (la última el 31 de agosto) en la Plaza de España de la ciudad extremeña, y el tradicional pasacalles a lo largo de las vías Mérida, Plasencia y Medellín (5, 12, 19 de julio y 2 de agosto).