El novelista español Javier Cercas ingresó como miembro de número de la Real Academia Española (RAE) y ocupa la silla R, que dejó vacante su colega fallecido Javier Marías. Había sido elegido el 13 de junio pasado luego de que presentaran su candidatura los académicos Pedro Álvarez de Miranda, Clara Sánchez y Mario Vargas Llosa.
Durante la ceremonia de este domingo 24 de noviembre, Cercas pronunció un discurso titulado “Malentendidos de la modernidad. Un manifiesto”, en el cual no solo agradeció el honor de su nueva dignidad y la “generosidad desorbitada” de quienes impulsaron su candudatura, sino que ensalzó la “herencia excepcional” de su antecesor, Marías, a quien consideró “uno de los grandes novelistas españoles del último siglo, tal vez uno de los grandes novelistas españoles a secas”.
En su opinión, Javier Marías fue, además, “un excelente traductor, ensayista y autor de relatos y semblanzas. Y fue también, desde luego, eso que antes se llamaba un escritor comprometido”.
Cercas abordó a continuación cuatro “malentendidos” de estos tiempos “al menos en el ámbito de la literatura”: primero, “el del escritor refugiado en su torre de marfil”. Al respecto se dijo incapaz de nombrar “un solo escritor español de primera fila que, en los dos últimos siglos, fuera por completo indiferente al destino de su país; no lo fue, desde luego, ninguno de los grandes iconos de la vanguardia literaria occidental”.
Segundo, dijo, está el malentendido que “consiste en creer que el protagonista de la literatura es el autor”, por sobre el cual señaló la figura del lector, que “es quien termina los libros”.
“El significado de un texto depende en exclusiva del diálogo –intransferible, imprevisible también– que se establece entre el lector y el texto”, afirmó. “Para un escritor, la auténtica inmortalidad es el anonimato”.
En tercer lugar, el autor de Soldados de Salamina consideró que “el público no existe: lo único que existe son los lectores concretos, cada uno de los cuales es distinto”, y por tanto «un escritor de verdad solo escribe lo que lleva en las entrañas, lo que en cierto sentido no tiene más remedio que escribir”. De ahí que haya, dijo, “libros buenos que se venden mucho y libros buenos que se venden poco, igual que hay libros malos que se venden mucho y libros malos que se venden poco”.
Acerca del debate en torno a la utilidad de la literatura, Cercas hizo notar que esta, como el arte en general, “se asienta sobre una paradoja” que “radica en que la literatura es útil siempre y cuando no se proponga serlo”.
“Si la literatura se toma en serio a sí misma, si el escritor es fiel a sus obsesiones y se exige lo máximo y no tiene miedo y se arriesga a llegar hasta el fondo de lo desconocido para encontrar lo nuevo –como escribió un coetáneo de Flaubert y de Wilde: Charles Baudelaire–, entonces la literatura no solo puede ser placer y entretenimiento y dicha y exaltación, que es lo primero que debe ser, sino también consuelo y purificación y conocimiento y autoconocimiento», sostuvo Cercas: “¿Hay algo más útil que eso?”.
A manera de bienvenida, la novelista y académica Clara Sánchez elogió las “cualidades literarias” de Cercas, así como “su personal y rica mirada”, y vaticinó que tales atributos “contribuirán a potenciar uno de los pilares fundamentales de la Academia: la expresión lingüística como forma de conocimiento”
Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962), cuya obra ha sido traducida a más de treinta lenguas, es autor también de las novelas Anatomía de un instante, Las leyes de la frontera, El impostor, El monarca de las sombras o la trilogía Terra Alta.
Su laureada carrera incluye el Premio Nacional de Narrativa y el Premio Planetam en España; el Prix André Malraux y el Prix Mediterranée, en Francia; el Dagger’s Prize y el Independent Foreign Fiction Prize, en el Reino Unido; el Premio Grinzane Cavour y el Premio Mondello, en Italia; el Athens Prize for Literature, en Grecia; el Premio Casino da Póvoa, en Portugal, un premio de la crítica en Chile; el Prix du Livre Européen, o el Premio Taofen a la mejor novela extranjera publicada en China.
A los anteriores pueden sumarse otros de no menor prestigio: el Premio Ennio Flaiano, el Premio Sicilia y el Premio del Salone del Libro de Torino, en Italia; el Prix Ulysse y el Prix Diálogom en Francia; el Prix Metropolis, en Canadá, o el International Literary Flame Award, en Montenegro.