Presentación
En Cuba, 1994 es año de parousía y exhumaciones oficialistas, de homenajes parciales y candilejas a medio encender para algunos autores del célebre grupo Orígenes, a la vez que el país atravesaba una de las crisis económicas y políticas más graves de su historia. Después de años de guardar silencio y evadir la responsabilidad por haber conminado al ostracismo a varios de sus miembros, las instituciones emprendieron una campaña de expiación y exorcismo: el Instituto Cubano del Libro (ICL) otorgó su Premio de la Crítica Literaria, entre otros, a los títulos Orígenes: la pobreza irradiante, de Jorge Luis Arcos, y Fascículos sobre Lezama, de Pedro Marques de Armas; dos ensayos sobre Virgilio Piñera, uno de Alberto Garrandés y otro de Antón Arrufat, circularon por las librerías; por su parte, La Gaceta de Cuba se unía a los gestos reparativos con un amplio dossier en su número 3 del año –algo inédito en su historia editorial; y, por supuesto, la insigne Casa de las Américas organizó el coloquio internacional Cincuentenario de la Revista Orígenes (1944-1956).
Fue en la clausura de este evento donde por primera vez Fina García Marruz leyó las palabras que se convirtieron en el libro La familia de Orígenes, publicado más tarde por la Editorial Letras Cubana en 1997. Así lo recordó el ensayista y poeta Jorge Luis Arcos cuando se vio impulsado a contestar a una reseña que el también escritor Antonio José Ponte dedicó al volumen de García Marruz en las páginas de La Gaceta de Cuba.
Para el autor de La lengua de Virgilio (1993) y Asiento en las ruinas (1997), La familia de Orígenes era un libro demasiado origenocentrista por más que era ya también un libro personal sobre Orígenes. Con la ironía que lo caracteriza, Ponte arremete contra el trazado genealógico según el cual García Marruz consigue ponerle el sambenito de modernista desde Martí y Darío hasta Huidobro y Vallejo, y por alguna razón además a los poetas del grupo. Asimismo, la idea de familia que se propone tampoco escapa al escarnio, sobre todo cuando García Marruz dedica espacio a las desavenencias que el grueso de sus amigos tuvo con las dos dilectas ovejas negras del origenismo: Virgilio Piñera y Lorenzo García Vega.
Jorge Luis Arcos, por su parte, contraataca poniendo en duda la pertinencia de la reseña de Ponte. La ve más como gesto narcisista de estilo: ingenioso, eso sí, pero vacío de argumentos razonados con los que se pueda realmente discutir. La distancia entre el juicio de ambos lectores de Orígenes se convierte en un obstáculo de proporciones insalvables. Arcos acusa entonces que el de Ponte es un texto plagado de “argumentos que no demuestra”, “causalismos empobrecedores”: una negación a ultranza que desconoce cualquier valor con el ánimo sin más de “aguar la fiesta”. Para Arcos, allí donde Ponte ve fallas y disparates, él “apreci[a] relaciones complejísimas, riqueza de fuentes y la expresión de un pensamiento, amén de profundo, de una gran coherencia gnoseológica.”
Ponte responderá al comentario de Arcos con una defensa de lo que llama “la crítica negadora”. Esta vez, sin embargo, se detendrá algo más en explicar sus ataques, los que había esgrimido antes y los que ahora le había estimulado la relectura de La familia de Orígenes en ocasión de replicar a Arcos.
El libro de Fina García Marruz ha pasado a la historiografía literaria como un texto pionero en los estudios origenistas. La polémica entre Antonio José Ponte y Jorge Luis Arcos, como un interesante momento en que dos grandes escritores cubanos se lanzan unos dardos y luego se dan la mano. Este expediente busca documentar ese sparring más bien corto pero sintomático de un estado de la crítica literaria en la Cuba de los años noventa.
Documentos
- Antonio José Ponte: “Una familia tan tebana como cualquiera”, La Gaceta de Cuba, año 35, n. 2, marzo-abril, 1998, p. 60.
- Jorge Luis Arcos: “Veleidades de un estilo”, La Gaceta de Cuba, n. 3, mayo-junio, 1998, p. 61.
- Antonio José Ponte: “Otra manera de vivir juntos”, La Gaceta de Cuba, n. 3, mayo-junio, 1998.
