En el escenario, Alberto Menéndez hace del Doctor Bernhard, aunque el Doctor B. tiene la voz de Legna Rodríguez Iglesias. Las mujeres enfermas: Tamara Melián y Belkis Proenza; aunque sus voces más bien se me parecen a la de Legna. También Nina Simone canta como canta Legna. Y el perro manso cierra los ojos como mismo ella. Creo que es el efecto de la obra como texto y la autora como amiga. El haberlo conversado casi todo.
Quien único no comparte el ritmo de su lengua al hablar, su manera de pronunciar las eses, es la enfermedad, porque es muda e incapaz, aunque poderosa y resistente. La enfermedad se parece a mi madre y a su padre, en los momentos íntimos que hemos sido buenas hijas ante la Glomerulonefritis Proliferativa y el cáncer.
Allí en Artefactus, tragando en seco entre todos los que tragaron, supe que quería escribir mi ensayo académico final para la clase, experimental e hibrida, de Teatro Latinoamericano, a cargo de los doctores Habey Hechavarría y Maida Watson, profesores de Florida International University, sobre Si esto es una tragedia yo soy una bicicleta.
Escribí catorce páginas, pero antes, le hice a Legna una entrevista sobre su obra de teatro que buscaba, más que saber, confirmar. Una entrevista capaz de demostrar que con el periodismo se puede llegar al rigor académico. Y que una buena conversación puede ser un buen ensayo.
La obra comienza con un título que nos hace cuestionar cualquier expectativa de tono trágico clásico: contrapone la palabra tragedia a la imagen condicionada y absurda de ser una bicicleta. Esa metáfora activa, además, un gesto de personificación que coloca al yo en el centro de la escena y que luego confirma, a través de las figuras y la acción dramática, que efectivamente estamos ante una tragedia. ¿Qué propones con esto?
Un distanciamiento. Me obligo a mí misma a la risa. La risa es crucial. No la comedia. La risa.
Logras devolverles a las palabras su misterio y su tensión dentro de un espacio tan cotidiano como una consulta médica. ¿Qué hace falta, como escritora, para que lo cotidiano se vuelva extraordinario sobre el escenario?
Imagínate. Eso es la literatura, mi amor. Yo me dedico a eso, a volver sublime lo cotidiano.
El Doctor es Thomas Bernhard, aunque no se pueda decir. Es el primer personaje que aparece en escena y quien da entrada a cada secuencia, aunque no actúa como narrador. La voz que narra parece otra. ¿La tuya? Me gustaría saberlo. En la primera aparición, se dice que el Doctor es como un perro, que huele el miedo de las muchachas, y que ese es su primer aprendizaje: el miedo. A lo largo de los tres meses que estructura la obra –si aceptamos ese tiempo, o si no hay más bien una contracción o expansión temporal, o un no-tiempo– vamos asistiendo a sus miserias. Sin embargo, algo se modifica con la llegada de las muchachas. Aunque él deba repetirles que cada día están más muertas, hay algo en su presencia, en su actitud, que por momentos le alivia. Me pregunto si esa energía que le permite al Doctor olvidar, aunque sea brevemente, su desasosiego, es la fuerza del amor. ¿Lo es?
Se forma un triángulo amoroso muy sutil que Alberto Menéndez, en su puesta en escena, logra identificar. Ellas se aman gracias a él y él se vuelve humano (porque un doctor es como una máquina) gracias a ellas.
En la escena 6, Los Frutos, La Copa. La Nube y La Tierra, ¿hay una declaración de suicidio por parte del Doctor?
Thomas Bernhard no puede vivir sin ellas. Me hacía ilusión pensar, mientras escribía, que Thomas Bernhard no podía vivir sin mí. (Era una paja mental deliciosa.)
Volviendo al tiempo de la obra: aunque el Doctor dice que le quedan tres meses de vida, y eso parecería marcar un tiempo lineal, hay algo en la estructura que me inquieta. Como decía antes, no sabría si hablar de expansión o contracción del tiempo, o incluso de un no-tiempo, porque creo que todas esas lecturas pueden sostenerse. ¿Cómo pensaste tú el tiempo de la obra?
Detenido y circular, no importa que hablen de unidades de tiempo como dos años, un siglo, ellas están dando vueltas en círculo. El círculo de la muerte. Por eso en mi cabeza todo pasa en un velódromo. Sería una linda película.
¿Quieres saber cómo lo pienso yo?
Sí
En la escena 2, La muerte es mentira, intuyo que la Novia de la Ciclista –el personaje que en ese momento es Árbol, Antropólogo– ha muerto. A partir de ahí se abren varias posibilidades:
- Que el resto de la obra transcurra en el delirio de Ciclista Independiente mientras espera su propia muerte. En este caso, Árbol ya no existe, sino que vive en su mente. El tiempo, entonces, deja de ser lineal y se vuelve psíquico, interior, de algunas horas, lo que confirmaría una contracción del tiempo.
- Que Árbol haya muerto, pero regrese en escena con otro nombre, otra forma, porque como personaje tiene esa libertad de reconfigurarse. Así, se completaría el ciclo de los tres meses narrativos, lo que nos haría desechar las demás hipótesis del tiempo.
- Que ambas comienzan a morir en la escena 7, Como a mí misma, y que al llegar a la escena 8, Sacar para meter, ya sabemos que han muerto. Lo que vemos entonces es otra dimensión, un no-lugar y un no-tiempo, donde quizás se preparan para volver, pero no sabemos durante cuánto tiempo estarán allí; y pues, en ese caso, aceptaríamos la expansión del tiempo.
Hermoso. Ha pasado el tiempo y no recuerdo bien qué estaba pensando sobre eso exactamente en el momento de la escritura, pero al ver la obra hace poco, creo que perfectamente ellas pueden haber muerto desde el principio, convirtiéndose incluso toda la obra en un delirio infinito del Doctor.
Quisiera ahora que exploremos al perro. No aparece en el listado de personajes, pero según tus acotaciones, su presencia en escena es obligatoria. La palabra perro se menciona 24 veces a lo largo del texto, incluyendo tres en las acotaciones. Nunca tiene el mismo aspecto físico ni las mismas características: a veces es manso, a veces es jíbaro, y en ocasiones aparece sin adjetivos. En las acotaciones iniciales se dice que es grande y blanco, una mezcla de criollo y pitbull; en las finales, que debería ser manso. Pero sabemos que nada de esto se cumple del todo. A veces noto que el perro funciona como un signo bisémico y mutante, para permitirle al resto de los personajes trasgredir el medio.
Sí, el perro es un comodín. El perro es un fantasma, jíbaro, manso, todo.
Los dramaturgos griegos elaboraban premisas que el pueblo conocía, vivía y en las que creía. Hay dos que me interesan para pensar tu obra: la tragoidia, que remite al balido del animal sacrificado, y la constante idea de moira, el destino personal inevitable. En Si esto es una tragedia yo soy una bicicleta, hay sacrificio y hay destino. ¿Dirías que tu obra se inscribe, de algún modo, en una tradición trágica?
Ni muerta definiría nada sobre la obra. Eso tienes que decirlo tú, porque es demasiada pretensión (aunque creo que tienes razón).
Es evidente que estamos ante una obra escrita desde la mirada de una artista, por otro lado, investigadora. La escritura se vale de símbolos específicos –palabras, objetos, colores, sonidos, gestos– para representar ideas, cualidades, estados de ánimo, y también para expresar un tipo de conciencia que atraviesa a los personajes. Todo esto le otorga a la obra una profundidad narrativa y sensorial muy distintiva. ¿Cómo fue ese proceso?
Porque, en primer lugar, cualquier cosa que yo escriba la imagino como libro en primer lugar, como texto, y a partir de ahí exploro formas. Esa obra podía ser perfectamente una novela o un libro de ensayo sobre el cáncer, lo que pasa es que acoté parlamentos y relacioné personajes.
¿Consideras que escribir teatro desde una experiencia que es tanto artística como investigativa permite generar nuevas formas de conocimiento? Me interesa pensar si tu escritura dramática no solo pone en escena ciertos saberes, sino que también los crea y los organiza.
Hace poco encontré mi primera obra de teatro, muy breve, que escribí en la escuela de Instructores de Arte, antes de leer a Beckett o a Bernhard, antes de leer a mis dramaturgos preferidos, y noté una profunda vena existencial. Definitivamente el formato dramatúrgico, por decirlo en términos de forma, permite una profundidad más realista de cualquier tema, porque la gente está ahí, viva, discutiendo.
¿Tu forma de escribir teatro responde a una técnica propia o sientes que está influenciada por otras voces, otros dramaturgos? ¿A quiénes volverías como referentes? Si te soy sincera, y ya en cuestiones de texto, yo veo en tu obra un Teatro Pobre, a lo Jerzy Grotowski, en la manera en que la relación amorosa entre las dos mujeres funciona como el vehículo que transmite los temas enfermedad y muerte, permitiendo que el teatro se convierta, en su finalidad, en un camino espiritual.
Sí, la literatura para mí es eso. A veces cuando alguien me ha dicho, por ejemplo, que haga yoga, que medite, yo pienso que cuando escribo hago eso, medito, pienso. Antes de escribir y durante la escritura total del libro, medito y pienso. Mis referentes son esos. El teatro con que me siento identificada no es el teatro tradicional ni la comedia, tan común y aburrido (para mí) en el teatro cubano. Pero mira, te voy a contar, yo escribí esa obra porque de pronto me acerqué a ese mundo del teatro que me hacía sentir bien y plena. Había conocido a Rogelio, a Martha Luisa, que era muy jovencita, y me había reencontrado con Alberto Menéndez y con Sahily Tamayo, dos amigos de Camagüey que hacían teatro experimental y que yo conocía desde que era adolescente. Entonces empecé a tener de nuevo una relación muy cercana con ellos, muy íntima. Toda esta idea del teatro como forma de vida y de filosofía empezó a revivir, porque yo había tenido ese universo teatral bloqueado, después de terminar la escuela de instructores de arte. Entonces en ese momento yo estaba terminando de escribir mi libro Dame Spray y había empezado a escribir Mi novia preferida fue un bulldog francés. Y ahí de pronto Alberto regresa a España y Sahily Tamayo se va de Cuba. Me quedé en el aire con todo eso bullendo. Fui a una conferencia de teatro posdramático, que es de lo que tú estás hablando, y esa experiencia está en forma de poema en un capítulo de Dame spray, que es un libro de poesía. Y luego decidí escribir esta obra, donde además usé textos viejos que nunca había usado en ningún libro. Es decir, de pronto muchas cosas cobraron sentido, armé un lego. Y al mismo tiempo empecé a escribir Título. Hubo un momento de creatividad muy rico y caótico en ese diciembre del 2014 porque yo estaba escribiendo cuatro libros al mismo tiempo. Revisa Dame spray. Ese capítulo donde hablo de Brecht es teoría teatral pura.
Pienso ahora en esa vez que me contaste a través de un mensaje de texto que, cuando eras joven, escribías sobre filosofía. Cercana ahora a Si esto es una tragedia yo soy una bicicleta, quiero decir que la enfermedad induce al paciente en un estado filosófico, en cuanto descubre que la vida puede acabar. La enfermedad es materia como abstracción, en cuanto el cuerpo la somatiza y el alma sufre. Es esa abstracción lo que hace posible que se exprese el alma y que esta acceda a esa conciencia filosófica. Eso es lo que, de algún modo, viven también tus personajes. Entonces, creo, tu obra puede ser un tratado filosófico, en cuanto explora la enfermedad con finalidad en la muerte.
Claro, hablo de esos temas filosóficos tan grandes que son la vida y la muerte. Pero de lo que más hablo es del amor como enfermedad y de la escritura como cáncer. El cáncer que te come y te mata como metáfora del amor y de la escritura.
En la enfermedad hay siempre una despedida.
Siempre.
Has dicho en varias ocasiones que hay que tener cuidado con lo que uno escribe, que las palabras, en su autonomía, tienen poder. Tu padre está enfermo de cáncer. Abriste una brecha entre la escritura y la vida, y dejaste que se colara el poder profético. ¿Le temes ahora a las palabras?
Me ha pasado con muchos libros, el lenguaje se anticipa, es horrible. Es como si uno lo supiera, pero en el momento de la escritura lo olvida.
Si leyéramos ahora Si esto es una tragedia yo soy una bicicleta, desde este momento que atraviesas, desde la enfermedad de tu padre, ¿crees que podríamos tocarla como testimonio? Te pregunto si, sin querer, se convirtió en autoficción.
Antes de eso, muy pegado al premio que ganó la obra, una amiga cercana que antes fue mi pareja, tuvo leucemia. Yo pensaba: no es posible. Y mira ahora. Pero no quiero hablar de mi papá aquí.
Mi madre está enferma también, tiene fallo renal en etapa final y necesita un trasplante de riñón. Recuerdo el fragmento de la obra que hace que la obra sea parte de mi realidad. Leámoslo:
Ciclista Independiente
Eres mi prójimo.
Por eso nos hemos comprometido.
Como tu riñón estaba inservible
yo saqué mi riñón de su cavidad y lo puse en tu cavidad.
Orinaremos el césped cuando caiga la tarde.
Aunque no tengamos semejanza con los jíbaros.
Y tu riñón estará sano.
Y mi riñón estará sano.
Aunque el fragmento a priori parece que trata sobre la solidaridad por amor, creo más que introduce un signo: el miedo a la pérdida. Siempre que llego aquí, lloro.
El cuerpo se atrofia, la etapa de metástasis avasalla todo.
¿Tienes miedo?
Pánico.
¿Aceptando lo anterior, la volverías a escribir?
Sí.
Te propongo un juego: imagina que nos conocemos hoy por primera vez y que tú eres Novia de la Ciclista, Árbol, Antropólogo. Preséntate.
Ciclista, Árbol, Antropólogo. Buenos días, estoy cansada (por dentro, en mi mente: qué linda es ella, ¿qué querrá conmigo?)
Mi nombre es Laura B., y te hago esta entrevista con fines investigativos. Escribiré un ensayo sobre la obra de teatro en la que apareces como personaje principal. ¿Cómo te sientes al saber que te estoy analizando? Que escribiré sobre ti. Que muchos leerán lo que descubra.
Ciclista, Árbol, Antropólogo. Me siento halagada. Siempre es un halago que alguien, aunque sea alguien que no conozcas, te lea y te tome en cuenta, porque ya hay demasiados escritores y demasiados libros. Demasiado todo.
¿Te da peso o libertad saber que eres un personaje escrito por alguien más?
Ciclista, Árbol, Antropólogo. Ninguna de las dos, porque eso es imposible, yo solo sería un punto de partida para que alguien recree algo que en realidad lo representa a él, en este caso a ti.
¿Cuál es tu relación con ese alguien?
Ciclista, Árbol, Antropólogo. ¿Contigo? Se supone que no te conozco, pero en realidad eres mi amiga.
No, decía con tu creadora Legna Rodríguez Iglesias, aunque me gusta que te hayas confundido: yo podría ser ahora mismo ella. ¿Tienes algo que reprocharle sobre la vida que creó para ti?
Ciclista, Árbol, Antropólogo. Nada. La literatura es ficción, cualquiera que sea el género. (Anoche soñé que una novia que tuve me manda un mensaje elaborado con Chatgpt explicándome que se había casado con un hombre.)
¿Quién te ama en la obra? ¿Y a quién amas tú?
Ciclista, Árbol, Antropólogo. Fue hace tanto tiempo que ya no importa decirlo. Ahora amo a mi hijo y a mi familia. No tengo otro tipo de amor.
¿Qué le va a pasar a esa persona que te ama y que amas?
Ciclista, Árbol, Antropólogo. Todo el mundo muere, todo el mundo está en vía de morir todo el tiempo. Empecé a escribir un libro ahora en el hospital, es un solo poema largo y es de amor, un poema de amor sin amor.
¿Qué vas a hacer para que no pase?
Ciclista, Árbol, Antropólogo. Escribir.
¿Tienes miedo?
Ciclista, Árbol, Antropólogo. Pánico.
Me parece importante, ahora, que te presentes a los lectores con tu nombre verdadero, ya que te podrán confundir con Ciclista, Antropólogo o árbol. O si lo deseas lo podemos dejar así, como una ilusión literaria, como tantas otras.
Yo estoy en todos mis libros, aunque no sea yo.